UNA VERDADERA INVASION

Erase una ves, un pueblo sin nombre, infestado de horribles extraterrestres, gobernado al mundo por su poderío tecnológico y dominando al humano por su forma de pensar. Venían de un planeta primitivo, de un rincón de una galaxia muy lejana. El gran bloque extraterrestre había aterrizado en la tierra. Todo era muy distinto a su planeta, enorme océanos de agua y grandes selvas húmedas que albergaban millones de especies. Los marcianos eran muy curiosos, todo era muy extraño.

Llegaron a una enorme laguna, precisamente a la laguna de la Cocha, descubrieron también que había un grupo numeroso de seres que recolectaban el agua en gigantescas calabazas huecas y eso les pareció un comportamiento muy extraño. Este, entonces, fue el primer acercamiento que tuvieron los extraterrestres con los humanos, cabe anotar que a los primeros les pareció asombroso, y empezaron a estudiar la raza entonces intentaron llevarlos a Marte, pero siempre morían en el camino, así que decidieron instalarse en la tierra, exactamente en un lugar desértico que rodeaba unos 11.000 kilómetros de duna de arena. Trasportaron a algunos de esa especie terrícola hacia el desierto, los empezaron a estudiar, descubrieron que eran muy inteligentes pero no tanto como ellos, reaccionaba automáticamente cuando veía fuego o a estímulos auditivos. Se alimentaban de todo. Pero no eran todos iguales. La invasión comenzó cuando los marcianos empezaron a estudiar las hembras, descubrieron que eran más pequeñas y con mucho menos pelo, parecían ser las más evolucionadas. Además despertaban en los marcianos una sensación rara, e inmediatamente fueron atraídos por ellas, pero no podían acercarse, las pequeñas hembras huían. Hasta que un día mientras uno de los marcianos iba con una bandeja llena de frutas para las hembras, notaron que se acercaban automáticamente, y empezaron a aproximarse.

Pasaron 25.000 años, y los humanos machos se habían extinguido y sorpresivamente hembras humanas y extraterrestres lograron reproducirse. Las crías eran diferentes. Sus cabezas eran muchos más chicas que la de los marcianos y no tenían pelos como las hembras. Pronto las crías empezaron a crecer, y notaron que eran sumamente inteligentes, fabricaban herramientas y parecían tener un dialogo entre ellos y al poco tiempo se establecieron como una pequeña civilización, con su propio idioma y sistema de escritura. Vivian en el desierto.

Pero había llegado la hora de irse, mientras la última nave se alejaba, los marcianos que la ocupaban miraban las enormes pirámides que habían hecho en el desierto y los retratos de sus líderes en una solitaria isla donde descansan hasta el día de hoy. Pero sobre todo miraban su verdadero legado: La Nueva Raza, una raza que sobreviviría siglos, creciendo y creciendo. El ADN de dos planetas distintos, fusionados, había creado la especie adecuada para el planeta tierra. Eran privilegiados con un octavo

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