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Una Amistad Virtual


Enviado por   •  4 de Noviembre de 2013  •  1.674 Palabras (7 Páginas)  •  299 Visitas

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Una amistad virtual

Maestra:

Alumn@:

Grupo y Grado:

La computadora le habló .Alonso no podía creerlo pestaño dos veces con fuerza antes de tallarse los ojos. Luego, como buscando a alguien más en aquella habitación, miro hacia ambos lados. Estaba solo. Volvió la vista hacia la pantalla .Ahí estaba ella, iluminada en azul profundo. Todos los iconos en sus lugares. Y justo en el momento en que pensaba que debía haberse confundido, su con puta dora volvió a decir: -Me haces cosquillas cuando tecleas dos veces sobre la G de gato. El niño, más divertido que asombrado, estiro su dedito y acaricio el teclado. La computadora rio. Era una risa suave, tenue, casi imperceptible. Pero Alonso la escuchaba alto y claro. Entusiasmado por el descubrimiento, estuvo intercambiando sensaciones con su computadora y, tras un rato, decidió ponerle un nombre. Acababa de decidir como nombrarla cuando su mama, sin antes tocar ala puerta con los nudillos, irrumpió en la recamara. Cuando le pregunto qué hacía, Alonso dijo: “Hablando con Doritos” y ella creyó que su hijo se refería a alguna amiga cibernauta. Alonso miro a su mama extrañada. – ¿No la oyes? – Pregunto -Oír ¿Qué cosa, mi vida? Y tras colocar su ropa doblada sobre la cama, lo dejo de nuevo solo. O al menos eso creyó ella. Salvo Alonso nadie era capaz de escuchar a Doritas.

Y fue así como nació su amistad .Una amistad intangible, mágica, imposible, entre un niño y su computadora. Hablaban todos los días un poco imaginándose como seria el otro lado de la pantalla hasta que llego un momento en que ambos sentían que mantenían una relación más real entre ellos que con quienes estaba en su mismo plano. Así que un día, Dorita fue dándole intrusiones precias. Presiona “Alt”, dale”ESC” pulsa “F4”. Y Alonso obediente mente, siguió todo al pie de la letra, Cuando termino del teclear, a Alonso le pareció intuir que Dorita sonreía. Lo pensó por el tono en que Dorita le dijo:

-Ahora, no te muevas

Ye entonces sucedió.

De la pantalla de Dorita salió un haz de luz. Un rayo que empezó a escanearla Alonso, desde su pelo, hasta sus ojos, pasando por su nariz y sus labios. Fue recorriendo todo su cuerpo. Sus brazos, sus dedos, sus piernas. Todo él, como si el rayo aquel estuviera a punto de calcarlo.

Alonso ni siquiera pestaño. Permaneció inmóvil. Atento a la sensación de calor brillante que lo recorría entero.

Y en un abrir y cerrar de ojos, Alonso ya no estaba en su recámara. ¡Estaba dentro de la computadora! Alonso se palpó el pecho. El corazón latía de prisa. Nada le había pasado. Su cuerpo y sus pensamientos eran los mismos, aunque diminutos. Se preguntaba cómo es que Dorita había logrado meterlo ahí, cuando oyó a los lejos una voz familiar.

-¡Alonso! -escucho que lo llamaron.

Se dio media vuelta y vio cómo se dirigía hacia él una niña linda, de largo cabello morado y pestañas azules. La niña caminaba despacio, y con cada paso se encendía una luz naranjas bajo sus pies.

-¿Dorita? –preguntó él.

En unos cuantos pasos, estuvieron frente a frente. La niña lo saludó con la mano.

-Sí, Alonso, soy Dorita.

Y tras las primeras impresiones y preguntas predecibles, Alonso comprendió que Dorita lo había llevado a su mundo porque necesitaba desahogarse. Era muy aburrido hacer siempre lo que se le ordenaba. Y cuando alguna vez ella tomaba la iniciativa y hacía algo no requerido, la apagaban en un botonazo, con la esperanza de que todo volviera a la normalidad al encenderla; a la rutina, a lo esperado, a lo debido.

Durante mucho tiempo, Dorita creyó que ese era su destino, y no había forma de escapar de él.

Se había resignado a obedecer eternamente, cumpliendo sin chistar las órdenes dadas, Hasta que lo conoció a

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