Venas Abiertas De America Latina
alersson24 de Julio de 2012
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primera parte
La nostalgia peleadora de Tupac Amaru
Cuando los españoles irrumpieron en América, estaban en su apogeo el imperio teocrático de los incas, que extendían su poder sobre lo que hoy llamamos Perú, Bolivia, Ecuador, abarcaban de Colombia y de Chile y llegaban al norte de argentino y la selva brasileña.
Estas sociedades han dejado numerosos testimonios de si grandeza, a pesar de todo el largo tiempo de las devastaciones: monumentos religiosos que nada envidian a las pirámides egipcias.
La Conquista rompió las bases de aquellas civilizaciones. Peores consecuencias que la sangre y el fuego de la guerra tuvo la implantación de una economía minera.
También habían sido asombrosas las respuestas aztecas al desafío de la naturaleza.
Los indígenas eran, como dice Darcy Ribeiro, el combustible del sistema productivo colonial. La esperanza del renacimiento de la dignidad perdida alambraría numerosas sublevaciones indígenas. En 1781, Tupac Amaru puso sitio al Cuzco.
Este cacique mestizo, directo descendiente de los emperadores incas, encabezó el movimiento mesiánico y revolucionario de mayo envergadura.
Tupac fue sometido a suplicio, junto con su esposa, sus hijos y sus principales partidarios, en la plaza del Wacaypata, en el Cuzco. Le cortaron al Lengua.
En 1802, otro cacique descendiente de los incas, Astorpilco, recibió la visitas de Humboldt.
Otros héroes que el tiempo se ocupo de rescatar de la derrota fueron los mexicanos Hidalgo y Morelos.
La semana santa de los indios termina sin resurrección
Hasta la revolución de1952, que devolvió a los indios bolivianos el pisoteado derecho a la dignidad, los pongos comían las sobras de la comida del perro, a cuyo costado dormían, y se hinchaban para dirigir la palabra de cualquier persona de piel blanca.
Los turistas adoraban fotografiar a los indígenas del altiplano vestidos con sus ropas típicas. Pero ignoran que la actual vestimenta indígena fue impuesta por Carlos III a fines del siglo XVIII.
Desterrados en su propia tierra, condenados al éxodo eterno, los indígenas de América Latina fueron empujados hacia las zonas más pobres, las montañas áridas o el fondo de los desiertos, a medida que se extendía la frontera de la civilización dominante.
No se salvan, en nuestros días ni siquiera los indígenas que viven aislados en el fondo de las selvas.
La cacería de indios se ha desatado, en estos últimos años, con furiosa crueldad; la selva mas grande del mundo, gigantesco espacio tropical abierto a la leyenda y a la aventura, se ha convertido, simultáneamente, en el escenario de un nuevo sueño americano.
La sociedad indígena de nuestros días no existe en el vació, fuera del marco general de la economía latinoamericana.
La expropiación de los indígenas ha resultado y resulta simétrica al desprecio racial, que a su vez se alimenta de la objetiva degradación de las civilizaciones rotas por la conquistas.
Villa rica de Ouro Preto: La Potosí de oro
Durante dos siglos a partir del descubrimiento, el suelo de Brasil había negado los metales, tenazmente, a sus propietarios portugueses.
Los Bandeirantes de la región de San Pablo habían atravesado la vasta zona entre la Serra de Mantiqueira y la cabecera del río de Sao Francisco, y hablan advertido que los lechos y los bancos de varios ríos y riachuelos que por allí corrían contenían trazas de oro aluvial en pequeñas cantidades visibles.
A lo largo del siglo XVIII, la producción brasileña del codiciado mineral supero el volumen total del oro que España había extraído de sus colonias durante los dos siglos anteriores.
Salvador de Bahía fue la capital brasileña del prospero ciclo del azúcar en el nordeste, pero la “edad de oro” de Minas Gerais traslado al sur el eje económico y político del país convirtió a Río de Janeiro, puerto de la región, en la nueva capital de Brasil a partir de 1763.
Con frecuencia llegaban a Lisboa quejas y protestas por la vida pecaminosa en Ouro Preto, Sabara, Sao Joao D’el Rei, ribeirao do carmo y todo el turbulento distrito minero. Las fortunas se hacían y se deshacían en un abrir y cerrar de ojos.
Proliferaban, de todos modos, las hermosas iglesias construidas y decoradas en el original estilo barroco característico de la región. Minas atraía a los mejores artesanos de la época.
Los mineros despreciaban el cultivo de tierra y la región padeció epidemias de hambre en plena prosperidad, hacia 1700 y 1713: los millonarios tuvieron que comer gatos, perros, ratas, hormigas y gavilanes.
Los esclavos se llamaban “piezas de indias” cuando eran medios, pesados y embarcados en Luanda; los que sobrevivían a la travesía del océano se convertían, ya en Brasil “en las manos y los pies” del amo blanco.
A mediados del siglo XVIII, ya muchos de los mineros se habían trasladado a la Serra do Frío en busca de diamantes.
Contribución del oro de brasil al progreso de Inglaterra
El oro había empezado a fluir en el preciso momento en que Portugal firmaba el tratado de Metheuen, en 1703, con Inglaterra. Esta fue la coronación de una larga serie de privilegios conseguidos por los comerciantes británicos en Portugal.
Inglaterra y Holanda, campeonas del contrabando de oro y los esclavos, que amasaron grandes fortunas en el tráfico ilegal de carne negra, atrapaban por medios ilícitos, según se estima, más de la mitad del metal que correspondía al impuesto del “quinto real” que debía recibir, de Brasil, la corona portuguesa.
Nada quedó, en suelo brasileño, del impulso dinámico del oro, salvo los templos y las obras de arte. A fines del siglo XVIII, aunque todavía no se había agotado los diamantes, el país estaba postrado.
Solo la explosión de talento había quedado como recuerdo del vértigo del oro, por no mencionar los agujeros de las excavaciones y las pequeñas ciudades abandonadas. Portugal no pudo, tampoco, rescatar otra fuerza creadora que no fuera la revolución estática.
La leyenda asegura que en la iglesia de Nossa Señora de Merces e Misericordia, de Minas Gerais, los mineros muertos celebran todavía misa en la frías noches de lluvia. Cuando el sacerdote se vuelve, alzando las manos desde el altar mayor, se le ven los huesos de la cara.
Capitulo II: El rey azucar y otros monarcas agricolas
Las plantaciones, los latifundios y el destino
La búsqueda del oro y de la plata fue el motor central de la conquista. Pero en su segundo viaje, Cristóbal Colon trajo las primeras raíces de caña de azúcar, desde las islas Canarias, y las plantó en las tierras que hoy ocupa la Republica Dominicana. Una vez sembradas, dieron rápido retoños, para regocijo del almirante. El azúcar que se cultivaba en pequeñas escala en Sicilia y en las islas de Madeira y Cabo Verde y se compraba, a precios altos, en Oriente, era un articulo tan codiciado por los europeos que hasta en los ajuares de las reinas llego a figurar como parte de la dote.
El nordeste era la zona más rica de Brasil y ahora es la más pobre; en Barbados y Haití habitan hormigueros humanos condenados a la miseria; el azúcar se convirtió en la llave maestra del dominio de Cuba por los Estados Unidos, al precio del monocultivo y del empobrecimiento implacable del suelo.
El asesinato de la tierra en el nordeste de Brasil
Las colonias españolas proporcionaban, en primer lugar metales. Muy temprano se habían descubierto los tesoros y las vetas. El azúcar, relegado a un segundo plano, se cultivo en Santo Domingo, luego en Veracruz, mas tarde en la costa peruana y en Cuba.
En cambio, hasta mediados del siglo XVII, Brasil fue el mayor productor mundial de azúcar. La sociedad colonial brasileña, subproducto del azúcar, floreció en Bahía y Pernambuco, hasta que el descubrimiento del oro traslado su núcleo central a Minas Gerais.
Las tierras fueron cedidas por la corona portuguesa, en usufructo, a los primero terratenientes de Brasil. La hazaña de la conquista habría de correr pareja con la organización de la producción.
Cuando los holandeses fueron por fin expulsados de nordeste brasileño, en 1654, ya habían echado bases para que los Barbados se lanzaran a una competencia furiosa y ruidosa. Las exportaciones brasileñas cayeron bruscamente a la mitad, y a la mitad bajaron los precios del azúcar a fines del siglo XVII.
El azúcar había arrasado el nordeste. La franja húmeda del litoral bien regada por las lluvias, tenía un suelo de gran fertilidad, muy rico en humus y sales minerales, cubierto por los bosques desde Bahía hasta Ceará
Pernambuco produce ahora menos de la mita del azúcar que produce el estado de San Pablo, y con rendimientos menores por hectárea; sin embargo, Pernambuco vive del azúcar, y de ella viven sus habitantes densamente concentrados en la zona húmeda, mientras que el estado de San Pablo contiene el centro industrial mas poderoso de América Latina.
En la década de 1950, la industrialización en auge incremento el consumo de azucare d Brasil. La producción nordestina tuvo un gran impulso, pero sin que aumentaran los rendimientos por hectárea.
Ya el azúcar se había prolongado a otras islas, hacia el archipiélago de Sotavento, Jamaica y, en tierras continentales, las Guayanas.
En el otoño de 1791, estalló la revolución. En un solo mes, doscientas plantaciones de caña fueron puestas en llamas; los incendios y los combates se sucedieron sin tregua a medida que los
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