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Venas Abiertas De America Latina


Enviado por   •  24 de Julio de 2012  •  6.100 Palabras (25 Páginas)  •  685 Visitas

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primera parte

La nostalgia peleadora de Tupac Amaru

Cuando los españoles irrumpieron en América, estaban en su apogeo el imperio teocrático de los incas, que extendían su poder sobre lo que hoy llamamos Perú, Bolivia, Ecuador, abarcaban de Colombia y de Chile y llegaban al norte de argentino y la selva brasileña.

Estas sociedades han dejado numerosos testimonios de si grandeza, a pesar de todo el largo tiempo de las devastaciones: monumentos religiosos que nada envidian a las pirámides egipcias.

La Conquista rompió las bases de aquellas civilizaciones. Peores consecuencias que la sangre y el fuego de la guerra tuvo la implantación de una economía minera.

También habían sido asombrosas las respuestas aztecas al desafío de la naturaleza.

Los indígenas eran, como dice Darcy Ribeiro, el combustible del sistema productivo colonial. La esperanza del renacimiento de la dignidad perdida alambraría numerosas sublevaciones indígenas. En 1781, Tupac Amaru puso sitio al Cuzco.

Este cacique mestizo, directo descendiente de los emperadores incas, encabezó el movimiento mesiánico y revolucionario de mayo envergadura.

Tupac fue sometido a suplicio, junto con su esposa, sus hijos y sus principales partidarios, en la plaza del Wacaypata, en el Cuzco. Le cortaron al Lengua.

En 1802, otro cacique descendiente de los incas, Astorpilco, recibió la visitas de Humboldt.

Otros héroes que el tiempo se ocupo de rescatar de la derrota fueron los mexicanos Hidalgo y Morelos.

La semana santa de los indios termina sin resurrección

Hasta la revolución de1952, que devolvió a los indios bolivianos el pisoteado derecho a la dignidad, los pongos comían las sobras de la comida del perro, a cuyo costado dormían, y se hinchaban para dirigir la palabra de cualquier persona de piel blanca.

Los turistas adoraban fotografiar a los indígenas del altiplano vestidos con sus ropas típicas. Pero ignoran que la actual vestimenta indígena fue impuesta por Carlos III a fines del siglo XVIII.

Desterrados en su propia tierra, condenados al éxodo eterno, los indígenas de América Latina fueron empujados hacia las zonas más pobres, las montañas áridas o el fondo de los desiertos, a medida que se extendía la frontera de la civilización dominante.

No se salvan, en nuestros días ni siquiera los indígenas que viven aislados en el fondo de las selvas.

La cacería de indios se ha desatado, en estos últimos años, con furiosa crueldad; la selva mas grande del mundo, gigantesco espacio tropical abierto a la leyenda y a la aventura, se ha convertido, simultáneamente, en el escenario de un nuevo sueño americano.

La sociedad indígena de nuestros días no existe en el vació, fuera del marco general de la economía latinoamericana.

La expropiación de los indígenas ha resultado y resulta simétrica al desprecio racial, que a su vez se alimenta de la objetiva degradación de las civilizaciones rotas por la conquistas.

Villa rica de Ouro Preto: La Potosí de oro

Durante dos siglos a partir del descubrimiento, el suelo de Brasil había negado los metales, tenazmente, a sus propietarios portugueses.

Los Bandeirantes de la región de San Pablo habían atravesado la vasta zona entre la Serra de Mantiqueira y la cabecera del río de Sao Francisco, y hablan advertido que los lechos y los bancos de varios ríos y riachuelos que por allí corrían contenían trazas de oro aluvial en pequeñas cantidades visibles.

A lo largo del siglo XVIII, la producción brasileña del codiciado mineral supero el volumen total del oro que España había extraído de sus colonias durante los dos siglos anteriores.

Salvador de Bahía fue la capital brasileña del prospero ciclo del azúcar en el nordeste, pero la “edad de oro” de Minas Gerais traslado al sur el eje económico y político del país convirtió a Río de Janeiro, puerto de la región, en la nueva capital de Brasil a partir de 1763.

Con frecuencia llegaban a Lisboa quejas y protestas por la vida pecaminosa en Ouro Preto, Sabara, Sao Joao D’el Rei, ribeirao do carmo y todo el turbulento distrito minero. Las fortunas se hacían y se deshacían en un abrir y cerrar de ojos.

Proliferaban, de todos modos, las hermosas iglesias construidas y decoradas en el original estilo barroco característico de la región. Minas atraía a los mejores artesanos de la época.

Los mineros despreciaban el cultivo de tierra y la región padeció epidemias de hambre en plena prosperidad, hacia 1700 y 1713: los millonarios tuvieron que comer gatos, perros, ratas, hormigas y gavilanes.

Los esclavos se llamaban “piezas de indias” cuando eran medios, pesados y embarcados en Luanda; los que sobrevivían a la travesía del océano se convertían, ya en Brasil “en las manos y los pies” del amo blanco.

A mediados del siglo XVIII, ya muchos de los mineros se habían trasladado a la Serra do Frío en busca de diamantes.

Contribución del oro de brasil al progreso de Inglaterra

El oro había empezado a fluir en el preciso momento en que Portugal firmaba el tratado de Metheuen, en 1703, con Inglaterra. Esta fue la coronación de una larga serie de privilegios conseguidos por los comerciantes británicos en Portugal.

Inglaterra y Holanda, campeonas del contrabando de oro y los esclavos, que amasaron grandes fortunas en el tráfico ilegal de carne negra, atrapaban por medios ilícitos, según se estima, más de la mitad del metal que correspondía al impuesto del “quinto real” que debía recibir, de Brasil, la corona portuguesa.

Nada quedó, en suelo brasileño, del impulso dinámico del oro, salvo los templos y las obras de arte. A fines del siglo XVIII, aunque todavía no se había agotado los diamantes, el país estaba postrado.

Solo la explosión de talento había quedado como recuerdo del vértigo del oro, por no mencionar los agujeros de las excavaciones y las pequeñas ciudades abandonadas. Portugal no pudo, tampoco, rescatar otra fuerza creadora que no fuera la revolución estática.

La leyenda asegura que en la iglesia de Nossa Señora de Merces e Misericordia, de Minas Gerais, los mineros muertos celebran todavía misa en la frías noches de lluvia. Cuando el sacerdote se vuelve, alzando las manos desde el altar mayor, se le ven los huesos de

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