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LA FILOSOFÍA ¿QUE ES FILOSOFAR? La Filosofía como “amor a la sabiduría”

Josefina UriartewklhcApuntes21 de Mayo de 2017

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LA FILOSOFÍA

¿QUE ES FILOSOFAR?

La Filosofía como “amor a la sabiduría”

Los hombres siempre han experimentado deseo por saber. Algunos se han interesado por encontrar respuestas a cuestiones relacionadas con el origen del cosmos, o la naturaleza de los seres vivientes, están aquéllos que se han dedicado a la investigación en las diversas ciencias… pero todos se han formulado un tipo especial de preguntas. Estas preguntas que no han sido demasiadas a lo largo de la historia se han encontrado con variadas respuestas. Algunos de estos interrogantes fueron y son:

¿Para qué existo?, ¿cuál es el sentido de mi vida?, ¿hemos nacido sólo para morir luego de una existencia fugaz? ¿Quién soy? ¿Podría no haber existido? ¿Cuál es el origen del Universo? ¿Qué es el hombre? ¿Por qué existe el mal? ¿Qué es la felicidad? ¿Qué es el amor? ¿Existe Dios?

Así surgió el término ϕιλοσοϕια (Philosophia), que etimológicamente proviene del griego philo, de philein que designa el amor de amista; y de sophia, que significa sabiduría. De esta manera la filosofía es el “Amor a la Sabiduría”

Al respecto reflexionaban los filósofos griegos, viendo que la búsqueda de la sabiduría tiene algunas características:

Es un tipo especial de saber que no tiene por finalidad el transformar ninguna realidad, sino que, muy por el contrario es un saber por saber.

Selección de textos:

1) La filosofía como “Amor a la Sabiduría”: un texto de Platón: Podemos ver aquí el sentido de este “amor” por la sabiduría en el pensamiento griego (recordamos que el amor en este sentido suponía una “carencia”)

"Cuando nació Venus celebraron los dioses un gran festín; y entre ellos se encontraba Poros (Abundancia) hijo de Metis (Prudencia). Después de la gran comida se presentó Penia (Pobreza) solicitando una migaja sin atreverse a pasar de la puerta. En aquel momento Poros, embriagado del néctar (porque entonces todavía no se bebía vino), salió de la sala y entró en el jardín de Júpiter, donde el sueño no tardó en cerrar sus párpados cansados. Penia entonces, instigado por su penuria, ideó tener un hijo de Poros; se acostó a su lado y fue madre del Amor. He aquí por qué el Amor fue el compañero y servidor de Venus, puesto que fue concebido el mismo día que ella nació, y además porque su naturaleza ama la belleza y Venus es bella. Y como hijo de Poros y de Penia, mira cual fue su herencia: desde luego es pobre, y lejos de ser hermosos y delicado, como se piensa generalmente, está flaco y sucio, va descalzo, no tiene domicilio, y sin más lecho ni abrigo que la tierra, duerme al aire libre en los quicios de las puertas y en las calles; en fin, está siempre como su madre, en precaria situación. Pero, por otra parte, ha sacado de su padre el estar siempre sobre la pista en todo lo que es bueno y bello; es varonil, osado, perseverante, gran cazador, siempre inventando algún artificio, ansioso de saber y aprendiendo con facilidad, filosofando incesantemente, encantador, mago y sofista.

Por su naturaleza, no es mortal ni inmortal; pero en un mismo día está floreciente y lleno de vida mientras está en la abundancia, y luego se extingue para revivir por efecto de la naturaleza paterna. Todo lo que adquiere se le escapa sin cesar, de manera que nunca es rico ni pobre. Al mismo tiempo se encuentre entre la sabiduría y la ignorancia, porque ningún dios filosofa ni desea ser sabio, puesto que la sabiduría va anexa a la propia naturaleza divina, y en general, quien es sabio no filosofa. Lo mismo ocurre a los ignorantes; ninguno de ellos filosofa ni desea llegar a ser sabio, porque la ignorancia tiene el enojoso defecto de convencer a los que no son hermosos, ni buenos, ni sabios, de que poseen estas cualidades, y nadie desea las cosas de las que no se cree desprovisto. Pero Diotima ¿quiénes son, pues, los que filosofan si no lo son los sabios ni los ignorantes?.

Hasta para un niño es evidente, dijo ella, que son los que están entre los ignorantes y los sabios y el Amor es de ese número. La sabiduría es una de las cosas más bellas del mundo; ahora bien: El Amor ama lo que es bello, luego hay que convenir en que el Amor es amante de la sabiduría, es decir, filósofo, y como tal ocupa el lugar entre el sabio y el ignorante. Esto lo debe a su nacimiento, porque es hijo de un padre sabio y rico y de una madre que no es rica ni sabia. Tal es mi querido Sócrates, la naturaleza de este "demonio".

(Platón, El banquete)

2) La Filosofía como ciencia y sabiduría: Aristóteles Aquí vemos la concepción de sabiduría –meta del philosophós-, pudiendo ver sus características.

Puesto que esta ciencia es el objeto de nuestras indagaciones, examinemos de qué causas y de qué principios se ocupa la filosofía como ciencia; cuestión que se aclarará mucho mejor si se examinan las diversas ideas que nos formamos del filósofo. Por de pronto concebimos al filósofo principalmente como conocedor del conjunto de las cosas, en cuanto es posible, pero sin tener la ciencia de cada una de ellas en particular. En seguida, el que puede llegar al conocimiento de las cosas arduas, aquellas a las que no se llega sino venciendo graves dificultades, ¿no le llamaremos filósofo? En efecto, conocer por los sentidos es una facultad común a todos, y un conocimiento que se adquiere sin esfuerzos no tiene nada de filosófico. Por último, el que tiene las nociones más rigurosas de las causas, y que mejor enseña estas nociones, es más filósofo que todos los demás en todas las ciencias. Y entre las ciencias, aquella que se busca por sí misma, sólo por el ansia de saber, es más filosófica que la que se estudia por sus resultados; así como la que domina a las demás es más filosófica que la que está subordinada a cualquiera otra. No, el filósofo no debe recibir leyes, y sí darlas; ni es preciso que obedezca a otro, sino que debe obedecerle el que sea menos filósofo.

Tales son, en suma, los modos que tenemos de concebir la filosofía y los filósofos. Ahora bien; el filósofo, que posee perfectamente la ciencia de lo general, tiene por necesidad la ciencia de todas las cosas, porque un hombre de tales circunstancias sabe en cierta manera todo lo que se encuentra comprendido bajo lo general. Pero puede decirse también, que es muy difícil al hombre llegar a los conocimientos más generales; como que las cosas que son objeto de ellos están mucho más lejos del alcance de los sentidos.

Entre todas las ciencias, son las más rigurosas las que son más ciencias de principios; las que recaen sobre un pequeño número de principios son más rigurosas que aquellas cuyo objeto es múltiple; la aritmética, por ejemplo, es más rigurosa que la geometría. La ciencia que estudia las causas es la que puede enseñar mejor; porque los que explican las causas de cada cosa son los que verdaderamente enseñan. Por último, conocer y saber con el solo objeto de saber y conocer, tal es por excelencia el carácter de la ciencia de lo más científico que existe. El que quiera estudiar una ciencia por sí misma, escogerá entre todas la que sea más ciencia, puesto que esta ciencia es la ciencia de lo que hay de más científico. Lo más científico que existe lo constituyen los principios y las causas. Por su medio conocemos las demás cosas, y no conocemos aquéllos por las demás cosas. Porque la ciencia soberana, la ciencia superior a toda ciencia subordinada, es aquella que conoce el por qué debe hacerse cada cosa. Y este por qué es el bien de cada ser, que, tomado en general, es lo mejor en todo el conjunto de los seres.

De todo lo que acabamos de decir sobre la ciencia misma, resulta la definición de la filosofía que buscamos. Es imprescindible que sea la ciencia teórica de los primeros principios y de las primeras causas, porque una de las causas es el bien, la razón final. Y que no es una ciencia práctica, lo prueba el ejemplo de los primeros que han filosofado. Lo que en un principio movió a los hombres a hacer las primeras indagaciones filosóficas fue, como lo es hoy, la admiración. Entre los objetos que admiraban y de que no podían darse razón, se aplicaron primero a los que estaban a su alcance; después, avanzando paso a paso, quisieron explicar los más grandes fenómenos; por ejemplo, las diversas fases de la luna, el curso del sol y de los astros, y, por último, la formación del universo. Ir en busca de una explicación y admirarse, es reconocer que se ignora. Y así, puede decirse, que el amigo de la ciencia lo es en cierta manera de los mitos, porque el asunto de los mitos es lo maravilloso. Por consiguiente, si los primeros filósofos filosofaron para librarse de la ignorancia, es evidente que se consagraron a la ciencia para saber, y no por miras de utilidad. El hecho mismo lo prueba, puesto que casi todas las artes que tienen relación con las necesidades, con el bienestar y con los placeres de la vida, eran ya conocidas cuando se comenzaron las indagaciones y las explicaciones de este género. Es por tanto evidente, que ningún interés extraño nos mueve a hacer el estudio de la filosofía.

Así como llamamos hombre libre al que se pertenece a sí mismo y no tiene dueño, en igual forma esta ciencia es la única entre todas las ciencias que puede llevar el nombre de libre. Sólo ella efectivamente depende de sí misma. Y así con razón debe mirarse como cosa sobrehumana la posesión de esta ciencia. Porque la naturaleza del hombre es esclava en tantos respectos, que sólo Dios, hablando como Simónides, debería disfrutar de este precioso privilegio. Sin embargo, es indigno del

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