LOS SUEÑOS Y LA CONDICIÓN HUMANA
mijarritaaTrabajo18 de Marzo de 2016
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LOS SUEÑOS Y LA CONDICIÓN HUMANA
“Sería irracional, loco y delirante ocultar el componente
irracional, loco y delirante del lo humano”
Bourguignon
“El hombre necesita una valentía temeraria para descender
al abismo de sí mismo”
Yeats
Resumen
El presente ensayo pretende adentrarnos en el mundo de los ensueños, emprender un viaje por lo onírico de la vida humana, para terminar defendiendo la necesidad de asumir nuestra doble naturaleza. Un viaje breve que comenzará con un ineludible paseo por la concepción del sueño en distintas épocas y culturas (sobretodo occidentales), observando algunos ejemplos de cómo este aspecto de la naturaleza humana ha influido en la mitología, la filosofía y la vida de las comunidades. En una segunda etapa, dejando atrás la placidez del paseo histórico, nos adentraremos en la locura del mundo onírico, la realidad de lo imaginario y la creatividad de los sueños; para concluir la travesía con un “fuego de campamento”. Un momento de reflexión y una apuesta por la urgente necesidad de “despertar” en cuanto a asumir las dialógicas vigilia-sueño, sapiens-demes, prosaicus-poeticus (Morin, 1977), mito-logos que constituyen el nuestro entramado vital y existencial.
Sumario
Llenar el hatillo 3
Etapa I: Paseo histórico por los sueños 3
Etapa II: Ascenso a la locura del soñar 5
Irrealidad del mundo onírico.…………………………………………………………… 5
Sueños y creatividad……………………………………………………………………………. 7
Continuo onírico-imaginario.……………………………………………………………. 7
Fuego de campamento 8
Lo poético y lo humano del soñar…………………………………………………….. 8
Necesitamos despertar………………………………………………………………………… 9
Bibliografia 10
Llenar el hatillo
Como en toda buena travesía, una vez marcado el rumbo, debemos llenar nuestro “hatillo”, o lo que es lo mismo, hacernos con lo básico para ponernos en camino.
La palabra sueño (del latín somnus) designa tanto el acto de dormir como el deseo de hacerlo; mientras que para el acto de soñar existe la palabra específica ensueño, aunque suele utilizarse también la genérica soñar (tener un sueño) cuyo adjetivo correspondiente es onírico (del griego ónar).
El sueño, en cuanto acto de dormir, es un estado de reposo uniforme de un organismo que se caracteriza por los bajos niveles de actividad fisiológica y por una respuesta menor ante estímulos externos. Soñar, en cambio, es un proceso mental involuntario en el que se reelaboran de informaciones almacenadas en la memoria, generalmente relacionadas con experiencias vividas por el soñante los días o meses anteriores al ensueño. El soñar, al fin y al cabo, nos sumerge en una realidad virtual formada por imágenes, sonidos, pensamientos y/o sensaciones que llegan a adquirir la consistencia de aquello que realmente es vivido.
Nuestra vida cotidiana es el semillero de nuestros sueños. Las experiencias que tenemos a lo largo del día suelen ser el origen de las imágenes oníricas que generamos mientras dormimos. No es de extrañar pues que los sueños se inscriban en lo más hondo de nuestra naturaleza igual que la razón, el lenguaje y el mito. Sin embargo, hoy en día cada vez más, el mundo interior del ser humano queda relegado a un segundo o inexistente puesto. El resultado de este cambio de valores, de negación de una parte de nuestra naturaleza, está originando sociedades enfermas, neuróticas y desequilibradas. Indudablemente, los sueños ocupan un lugar ínfimo entre nuestros intereses, pero paradójicamente, vivimos inmersos en el mundo onírico unas ocho horas diarias. Paradójicamente, parece innegable que los sueños forman parte de nuestra humanidad tanto como nuestras vigilias.
Ahora sí, con rumbo y hatillo, comenzamos el camino…
Etapa I: Paseo histórico por los sueños
La historia de la interpretación de los sueños puede ser datada en torno al tercer y cuarto milenio a.C. gracias a las interpretaciones y el significado de los sueños que fueron documentadas en tabletas de arcilla por los antiguos babilonios, egipcios y asirios. Durante mucho tiempo, el acto de soñar se concibió como un acercamiento de los dioses a los mortales. Las creencias sostenían que cada sueño manifestaba cierto mensaje divino que el hombre debía descifrar para comprender los deseos de alguna divinidad que expresaba su voluntad a través de vagos y extraños símbolos. Tales cuestiones nos permiten pensar que los sueños siempre ocuparon un lugar distinto. Supuestos de sabidurías ajenas al orden netamente humano, pertenecieron a un mundo sacro y místico, convirtiéndose de esa forma en utensilios de adivinos y profetas como coartada privilegiada para acercarse y comprender a las divinidades o seres del más allá. Los sueños han tenido desde entonces el estatuto de mensajes. Los sueños han supuesto para el ser humano un pasaje a mundos no relacionados directamente con la realidad.
Las personas primitivas eran incapaces de distinguir los sueños de la realidad, para ellos los sueños eran una extensión de la realidad y un mundo más poderoso. En Egipto, los sacerdotes eran intérpretes de sueños y los registraban en jeroglíficos. Por lo que sabemos, las predicciones oníricas eran el único tipo de predicciones que se recogían y coleccionaban sistemáticamente por lo menos ya en la primera mitad de segundo milenio a.C. en el antiguo Egipto.
En otras culturas el sueño también ha sido motivo de atención y preocupaciones desde tiempos a ancestrales hasta hoy en día. Cabe hacer un alto en el camino y mencionar a los iroqueses de América del Norte y los senois de Malasia, dos pueblos sin lenguaje escrito que viven en extremos casi opuestos en el globo pero que tratan los sueños de manera parecida. Los iroqueses creen que los sueños se basan “los deseos del alma”. Consideran que el alma les da a conocer los objetos deseados por el cuerpo por medio de los sueños. Deseos que son considerados una categoría ontológica superior a las necesidades y deseos de la vigilia, y por los que los demás se desviven por ayudar al soñador a realizar su sueño. Los senoi, por su parte, también tienen una teoría de los sueños muy compleja: en la hora del desayuno el pueblo se reúne en un consultorio onírico dónde se relatan, comparan e interpretan; el trabajo y la representación de los sueños se convierten en algo fundamental para la educación de los niños y un motivo de desarrollo del lenguaje. Podemos decir sin reparos que los Senoi han hecho de los sueños una institución social; pues los consideran como mensajes de importancia primordial y sacan de ellos una sabiduría que rige sus relaciones individuales y sociales desde hace siglos. Viendo pues, que para éstos pueblos el sueño y su representación son desde tiempos ancestrales las claves de la terapia para los males humanos, parece evidente (como veremos al tratar la interpretación psicoanalítica de los sueños) que Senoi e Iroqueses se adelantaron al psicoanálisis Freudiano del s.XX por los menos varios siglos.
En cualquier caso, y volviendo a nuestro paseo, sabemos que en la Antigüedad clásica la interpretación de los sueños fue una práctica corriente. En las ferias, en los mercados, los adivinos populares ejercían su oficio, interpretaban los sueños de los ciudadanos. En Grecia y Roma, los intérpretes de sueños acompañaban a los líderes militares a la batalla ya que para ellos eran mensajes de los dioses. Eran un oráculo o augurio de los espíritus, por un lado eran mensajes de un Dios, de antepasados o incluso de trabajo de demonios.
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