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La estupidez en el arte: para superar la anestesia.

rubygj0406Trabajo18 de Noviembre de 2016

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La estupidez en el arte: para superar la anestesia

Ricardo Pinilla Burgos

 * RESUMEN:El artista Piero Manzoni enlató en 1961 sus propios excrementos ylos vendió como obra de arte a precio de oro. Tales casos nos planteanla cuestión de si estamos ante la total estupidez o más bien ante algo genial, sumiendo al espectador en una completa perplejidad. El arte moderno nos deja muchas veces en ese lugar ambiguo e incómodo, y es, apesar de sus luces y sus sombras, un elemento revulsivo y saludable respecto a la estupidez reinante en muchos medios sociales de comunicación y de opinión. Él mismo puede caer en una estupidización y banalización complacientes, pero en todo caso la dimensión estética siempreserá una interesante alternativa contra la estupidez factualista, tanto ladel necio como la del sabio, que, como advertía Schiller, tienen en común el creer que la realidad dada es la única posible. El arte en cambiosiempre tiene presente que las cosas podrían ser de otra manera.

ABSTRACT:The artist Piero Manzoni canned in 1961 his own excrements and hesold them as work of art at the cost of gold. Such cases raise the question, weather we are before something quite stupid, or maybe genial;pushing the spectator to a whole perplexity. Modern art sets us often inthat ambiguous and uncomfortable place, and it represents spite of itsshadows and enlightens, a revulsive element respecting dominant stupidity in many mass-media and public opinion. Art can also fall in anaccommodating stupidity and banality, but anyway aesthetic dimension will be always an interesting alternative against the factualist stupidities of the ignorant and of the wise, then both of them have in common, as Schiller warned, to believe that given reality is the only possibleone. Art however knows everything could always be otherwise.

* Departamento de Filosofía. Facultad de Ciencias Humanas y Sociales. Universidad Pontificia Comillas.

62 (2004) MISCELÁNEA COMILLAS 603-611

1. «COMPRE MIERDA A PRECIO DE ORO»,¿CABE MAYOR ESTUPIDEZ/GENIALIDAD?

En mayo de 1961, el artista italiano Piero Manzoni realizaba una seriede noventa latas de conserva que contenían «mierda de artista» —cada latatenía un peso de treinta gramos— y se vendían a su peso, según la cotización diaria del oro.Manzoni, a pesar de su temprana muerte acaecida en 1963, por esta ypor otras realizaciones, como firmar cuerpos vivos como obras de arte, esconsiderado una de las figuras clave del arte de las últimas décadas, y concretamente uno de los precursores fundamentales del llamado arte conceptual y arte povera.Ante una obra como la descrita de Manzoni, no podemos quedarnos indiferentes:—«¿Cabe mayor estupidez, mayor despropósito o idiotez?», dirán muchos, viendo en la obra de Manzoni un gesto de irreverencia, de tomadurade pelo, de mal gusto, de falta de respeto, etc.—Y en el otro extremo cabrá preguntar: « ¿Puede darse mayor genialidad?» En un sentido irónico podemos evaluar la gesta de Manzoni: consigue vender sus propios excrementos a precio de oro y además por ello,entre otras obras, pasa a ocupar un lugar en la Historia del arte. Más alláde la ironía, José Jiménez nos indica que con esta obra Manzoni «formuló una de las críticas más radicales a la valoración de las obras de arteen función del aprecio mercantil de la firma del artista» 1, y en definitivapuso en cuestión y llevó a su cruel y absurda realidad el proceso creciente de la mercantilización del arte tal como se da en las sociedades capitalistas.

2. ARTE Y SOCIEDAD: LEGITIMACIÓN Y CRÍTICA

Como espejo de la sociedad, el arte desde siempre ha cumplido, en parte,una función crítica respecto a su tiempo, a veces con realismo, otras con esperpento, con deformación, con humor e ironía; también con alejamiento yabstracción. Las obras de arte, de un signo u otro, siempre han podido ofrecerse como un interesante reverso o refracción de una época, reverso en elque pueden quedar a la luz y a la vista, por ejemplo, las lacras y sombras deun momento histórico. Pensemos, como un caso a la vez cercano y paradig-

JIMÉNEZ, Teoría del arte, Madrid, 2002, p. 44.

mático de esta capacidad crítica del arte, en la obra de Goya, por ejemplo ensu serie de grabados sobre los desastres de la guerra y otros temas de críticasocial, o, de otro lado en el fino y mordaz retrato de la estupidez y la mezquindad humanas en algunos retratos de Fernando VII 2. Desde el espíritu más sencillo de las manifestaciones populares del arte, por ejemplo en las letrillas y canciones satíricas, hasta la más sofisticada vanguardia, el arte se encuentra en su elemento en ese reflejo crítico de las costumbres y los valoresestablecidos que reinan en su época. Todo poema y expresión artística puedeasí potencialmente convertirse en esas «flores del mal» que Baudelaire brindó y arrojó a su tiempo y a toda la modernidad.Pero el arte también ha sido y es un importante elemento legitimador ynormalizador respecto a su época, exaltando y magnificando valores, actitudes, hechos, y elevándolos a la tribuna de lo universal-humano. Pensemosen la épica griega, que narra y fabula sobre hechos históricos, pero que a suvez constituye una de las fuentes de la literatura y la experiencia estética enOccidente, ofreciendo en personajes como Ulises o Aquiles modelos de héroe universales y perennes, y de la condición humana como tal y sus diversos avatares vitales. Recordemos de otro lado los cantares de gesta en laEdad Media, con sus crónicas de hazañas de guerra, y su relevancia para laconstitución de las identidades nacionales y la consolidación de los valorescaballerescos como el honor o el valor; o de otro lado, en la misma EdadMedia y buena parte de la Edad Moderna, la importante implicación de lapintura religiosa en la pedagogía y expresión de ideas teológicas fundamentales en la cristiandad europea.Ambas funciones del arte, la crítica y la legitimadora, se entrelazan demodo complejo en el entramado que se da entre las obras y sus distintos niveles de recepción (social, crítica, teórica) y de público a lo largo de la historia. Y sería erróneo hablar desde estas funciones, tomadas en estado puro, de un mal o buen arte según fuera mayor o menor su grado de capacidadcrítica o legitimadora.Pero sí hay que precisar que más allá de las funciones legitimadoras consustanciales en parte a todo arte, éste ha sido en muchas ocasiones directamente instrumentalizado por ideologías y regímenes totalitarios, convirtiéndose por lo demás en un eficaz elemento de propaganda y de manipulación(fascismo, nazismo, stalinismo). Es lo que Walter Benjamín llamó el «esteticismo de la política»3. Pero también en las democracias y las sociedades no-

2 En un reciente ensayo de Cynthia Freeland se recurría nuevamente a Goya como precursor del talante crítico del arte más actual en obras como las de Andrés Serrano o AnselmKiefer: C. FREELAND, Pero ¿esto es arte? Una introducción a la teoríadel arte (original: 2001), Madrid, 2003, pp. 36ss.

3 W. BENJAMIN, «La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica», enDiscursos interrumpidos, Barcelona, 1994, p. 57.

minalmente libres se puede dar, desde otras coordenadas, esta instrumentalización de la producción artística. Así, gran parte del arte de masas (por ejemplo, las producciones de serie B norteamericanas, una buena parte de la programación de ocio de las televisiones europeas, la misma publicidad, etc.), loque Th. Adorno llama industria cultural, asumiría en buena medida esa función manipuladora y supone un instrumento eficaz para la implantación acrítica de valores y conductas sociales definitorias de la sociedad del capitalismotardío; una sociedad opulenta, más cercana a una tribu de consumidores quea una comunidad de ciudadanos.En este sentido, ese arte, o conjunto de manifestaciones expresivas, contribuiría muy eficazmente a la estupidización de la sociedad.

3. EL ARTE MODERNO: DEL ESTUPOR A LA ESTUPIDEZ.DEL ASOMBRO A LA INDIFERENCIA

Sin embargo, el espíritu del arte moderno, desde las vanguardias de principios del siglo XX, y de poetas como Baudelaire o Rimbaud, puede entenderse como un virulento movimiento contra esa estupidización social, y auna riesgo de ser incomprendido o antisocial. La vanguardia histórica, con suademán de proclama y de lucha (no olvidemos el origen militar del término),se propuso un derrocamiento de lo establecido, empezando por el propiomundo del arte: sus funciones, sus instituciones y su estatuto social, las normas de cada arte en particular, etc., y cuestionando el mismo hecho del artey del llamado buen gusto.Advirtamos que desde un principio entre las vanguardias y la estupidezse produjo una curiosa relación. Si definimos de modo general «estupidez»,según el Diccionario de la Real Academia Española, como «torpeza notableen comprender las cosas»4, parece que muchas obras del arte moderno noscolocan a los espectadores en el lugar del estúpido, al situarnos en la incomprensión. Ya indicaba Ortega y Gasset en torno a 1924 que el arte nuevo tiene «un curioso efecto sociológico» al dividir al público en dos porciones: una mínima que le es favorable, y otra, mayoritaria, que le es hostil, yaclaraba que esta última parte no es que no le guste, sino que no entiende5.El arte nuevo, así, según Ortega, no divide al público por cuestión de gusto,sino de entendimiento.Ahora bien, ¿qué hay que entender en el arte? Ante ninguna obra de arte, sea nueva o vieja, tampoco ante las insólitas (y ya no tan insólitas)

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