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Autoridad Y Libertad


Enviado por   •  27 de Octubre de 2014  •  1.122 Palabras (5 Páginas)  •  340 Visitas

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Autoridad y libertad

Vale la pena recordar que los niños y jóvenes se fijan en los adultos, y hemos de comportarnos de forma coherente con lo que exigimosSeguro que recientemente habremos seguido los informes, las noticias, y los debates consiguientes, sobre la difícil y no siempre exitosa educación de nuestros jóvenes. Tenemos claro que hemos de mejorar la educación, tanto reglada como familiar y no formal. A este respecto hay dos puntos recurrentes que son: La autoridad y saber educar mejor para la libertad.

Pues sí, nadie duda que la libertad es la medida de la dignidad y de la grandeza del hombre. Hemos de educar en libertad y para la libertad, para lo cual va a ser imprescindible ayudar a los más jóvenes, y a nosotros mismos, a conocer la verdad sobre el hombre, a querer poner en valor la ley moral que en el fondo del corazón llevamos todos.

¡Y la autoridad! Que interesa mucho no confundir con el poder, que es mera capacidad de coerción. La autoridad está basada en el origen de uno, en el hecho de que alguien ayude a otro a “nacer”, a ver cuál es el sentido de su vida.

Al hablar de todo esto, vale la pena recordar que los niños y jóvenes se fijan en los adultos, y hemos de comportarnos de forma coherente con lo que exigimos. Somos modelo, queramos o no. Además, a padres y educadores es habitual que hijos y alumnos nos prueben con su actitud y conducta. Quieren saber hasta dónde pueden llegar y cómo reaccionamos los mayores. Hemos de saber qué decir y hacer, y deberemos ser fuertes para no ceder sin necesidad.

Sea como sea, la razón y el afecto les van a ayudar a reconocer la autoridad como un bien. Es así como hijos y alumnos crecen en el gobierno de sí mismos, incluso tienen capacidad de ser autoridad para ellos mismos: Frente a un acto mal realizado verán atractiva la posibilidad de mejorar; y notan la satisfacción por haber sido sensatos y haber rectificado. Son conscientes de la propia dignidad y la defienden.

Es aquí donde padres y educadores hemos de poder planificar y concretar, actuaciones bien fundamentadas, con objetivos adecuados a la edad y circunstancias de hijos o alumnos.

Aunque el chico o chica debe saber lo que hace mal, no hemos de hundirlo con nuestras correcciones. Si es necesario reprender, lo haremos a solas, aunque sea preciso esperar.

Por todo ello, hemos de dedicar más tiempo. Tiempo en el que aprenderemos a encontrar el equilibrio entre la necesaria exigencia que las chicas y chicos reclaman y la justa autonomía que es bueno concederles para un óptimo desarrollo.

Es cierto que en estos asuntos concretos y tan humanos, las cosas no siempre son fáciles y evidentes, pero hemos de poder fijar unos límites, en los que sí se debe actuar con una energía proporcionada a la necesidad educativa de cada momento.

Al marcar límites ha de quedar manifiesto qué es lo que no se puede hacer, qué es un error, qué es una conducta inaceptable. Esta limitación negativa no es autoritarismo y es de gran importancia pues elimina una larga serie de conductas injustificadas, inadmisibles, que hay que rechazar. Podrá quedarnos alguna vacilación respecto a la licitud o conveniencia de las conductas positivas, pero es enorme el valor que encierra la evidencia de lo que no se debe, ni puede, hacer.

En todo caso, importa mucho enunciar, y vivir y ver vividas, conductas que susciten estimación, adhesión sin reservas. Ellas serán sustento firme, posibilitarán seguir adelante sin vacilación, con la seguridad de que el punto de partida es justo y bien cimentado. Eso es autoridad, eso es libertad: Una referencia, un ascendiente.

Algunas

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