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Capítulo I - La vocación intelectual.


Enviado por   •  4 de Noviembre de 2016  •  Síntesis  •  2.018 Palabras (9 Páginas)  •  385 Visitas

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LA VIDA INTELECTUAL

A. D. SERTILLANGES

El presente trabajo es una síntesis sobre el libro “LA VIDA INTELECTUAL” escrita por el filósofo y teólogo francés Antonin-Dalmace Sertillanges, también conocido como Antonin-Gilbert Sertillanges. La presente síntesis fue elaborada por el estudiante de primer cuatrimestre en IQ Matías Díaz de León

Capítulo I - La vocación intelectual.

Una actividad se convierte en vocación cuando dedicamos todo nuestro tiempo al estudio o ya sea, teniendo una profesión cualquiera, “se reserven como un feliz suplemento y una recompensa el cultivo profundo del espíritu” (pág. 11).

Lo dicho anteriormente significa que una vocación es la actividad que al realizarla nos hace feliz y nos hace crecer espiritualmente, esto no se satisface con lecturas vagas o trabajos aislados. Se trata esfuerzo, dedicación y tiempo, en busca de alcanzar la satisfacción consigo mismo y con su espíritu. El trabajo es obligatorio para todos y después de una formación costosa, nadie actúa correctamente si permite que, si espíritu se empobrezca, pero una cosa es conservar los conocimientos adquiridos y otra cosa es reforzar esos conocimientos básicos.

La vida del estudio implica grandes sacrificios, esta al final compensa, pero requiere tiempo, dedicación, esfuerzo y un alto rendimiento, tener que aceptar las privaciones, los largos entrenamientos y “una tenacidad muchas veces sobrehumana” (pág. 11). Es necesario entregar nuestra persona para que la verdad se entregue a nosotros.

El gusto está en correlación con las tendencias profundas y con las aptitudes. Santo Tomas dijo que el placer califica las funciones y puede servir para calificar a los hombres, puede deducirse que el placer puede sacar a la luz nuestra vocación.

El estudio vocacional es un interés por adquirir el conocimiento, es un llamado sagrado que nos acerca a Dios, todos los caminos son malos para nosotros y nos desvían de la dirección correcta. No seamos infieles a Dios, a nuestros hermanos y a nosotros mismos desentendiéndonos de ese llamado sagrado. Esto significa no buscar el conocimiento por ambición ni vanagloria, “los atractivos de la publicidad no tientan si no a los espíritus vanos” (pág. 12)

Lo que falta en el presente no es la dosis del saber, es la armonía del saber, armonía que no se obtiene si no es por medio de un llamado a los primeros principios. Existiendo pues un Ser primero y una causa primera, allí culmina y se ilumina el ultimo saber. Como filosofo ante todo por medio de la razón, como teólogo después utilizando las luces venidas de las cumbres, el hombre de la verdad debe centrar su búsqueda en lo que es punto de partida, regla y fin a título propio y primero, en cuanto es todo para todo y para todos.

Muchos quieren saber, se acercan a admirar el lejano horizonte pero estos no se atreven a caminar más allá de donde están parado, algunos se conforman en dar algunos pasos y vanagloriarse con que saben demasiado siendo que hay vacacionistas que se adentraron tanto en ese horizonte que se les ha perdido de vista, siendo que el conocimiento es vasto, la gente quiere todo fácil, obtener sin pagar y sin esforzarse, pero lo que esa gente no conoce es que el universo no se muestra ante nadie al primer susurro, al igual que la luz de dios no vendrá a nuestras linternas a menos de que nuestra alma este lista y sea digna de recibirla.

En los primeros años libres después del estudio es importante sembrar la semilla de la duda, es importante cuestionarnos hasta que esta florezca y aventurarnos a descubrir las raíces que la hacen florecer, no hay que descuidar los cimientos donde construiremos nuestros conocimientos futuros, ya que serán la base para que podamos apilar ladrillos y construir nuestro templo del conocimiento en nuestro interior , el trabajo puede esperar, pero el tiempo y el conocimiento no, no desperdiciemos nuestras fuerzas en el trabajo mientras seamos jóvenes, podremos enfocarnos en eso más tarde, mejor invirtamos nuestro tiempo en talleres y cursos para acrecentar nuestros saberes y descubrir el mundo.

Sin duda lo más importante es tener voluntad, una voluntad ardiente, a flor de piel buscando manifestarse a través del estudio, libros hay muchos y no es necesario consultar miles, si no unos cuantos, para desarrollarte en las distintas áreas de estudio, los que toman cursos, o siguen mal estos de manera desinteresada y sin voluntad por aprender no tendrán éxito, sino aquel que de su tiempo y su esfuerzo por voluntad propia.

Capitulo II – Las virtudes de un intelectual cristiano

“Podríamos afirmar lo siguiente: la virtud contiene la intelectualidad en potencia, pues, conduciéndonos a nuestro fin, que es el intelectual, la virtud es equivalente con el supremo saber” (Pág. 19), lo que entendemos por el fragmento anterior es, que la manera de llegar a ser intelectual es siendo virtuoso, ya que la virtud nos guiara a un mayor saber y entendimiento de lo que nos rodea, el intelecto es solo un instrumento; el uso que se haga del mismo determinara sus efectos. Es obvio que para regir la inteligencia no solo debemos poseerla, sino que tener un carácter y un criterio que ayuden al mejoramiento y al uso correcto de los saberes que poseemos. Es sabio saber que un pequeño error al principio se convierte en un gran error al final. El amor es en nosotros el principio de todo y ese punto de partida común del conocimiento y de la práctica, no puede dejar de hacer solidarios, en cierta medida, los rectos caminos del uno y de la otra.

“Practicando la verdad que se conoce se descubre la verdad que se ignora” (Pág. 20) es verdad, todas las verdades están vinculadas con otras verdades, ya que los investigadores utilizan la información existente y la experimentación para poder descifrar las interrogantes que surgen en el día a día, existe un crecimiento exponencial, “es suficiente embarcarse en el afluente para llegar al gran rio y de ahí al mar” (Pág. 20)

¿Sería posible pensar bien con la inteligencia sola? Pensamos “con toda nuestra alma”, decía platón, todos los desórdenes mentales, alucinaciones, las inadaptaciones a la realidad nos demuestran perfectamente que no es el espíritu solo el que piensa, sino el hombre.

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