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Criton del deber


Enviado por   •  17 de Septiembre de 2018  •  Documentos de Investigación  •  5.772 Palabras (24 Páginas)  •  119 Visitas

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        CRIT        N O DEL DEBER 

 

        SCRATES  CRIT        N 

 

 

SCRATES.-¿C mo vienes tan temprano, Crit n? ¿No es aœn muy de madrugada?

CRIT        N.-Es cierto.

SCRATES.-¿QuØ hora puede ser? CRIT N.-Acaba de romper el d a. SCRATES.-Extraæo que el alcaide te haya dejado entrar.

CRIT N.-Es hombre con quien llevo alguna relaci n; me ha visto aqu muchas veces, y me debe algunas atenciones. SCRATES.-¿Acabas de llegar, o hace tiempo que has venido?

CRIT        N.-Ya hace algœn tiempo.

SCRATES.-¿Por quØ has estado sentado cerca de m sin decirme, nada, en lugar de despertarme en el acto que llegaste? CRIT N.-¡Por Zeus!, S crates, ya me hubiera guardado de hacerlo. Yo, en tu lugar, temer a que me despertaran, porque ser a despertar el sentimiento de mi infortunio. En el largo rato que estoy aqu , me ha admirado verte dormir con un sueæo tan tranquilo, y no he querido despertarte, con intenci n, para que gozaras de tan bellos momentos. En verdad, S crates, desde que te conozco he estado encantado de tu carÆcter, pero jamÆs tanto como en la presente desgracia, que soportas con tanta dulzura y tranquilidad.

SCRATES.-Ser a cosa poco racional, Crit n, que un hombre, a mi edad, temiese la muerte.

CRIT N¡Ah! ¿CuÆntos se ven todos los d as del mismo tiempo que tœ y en igual desgracia, a quienes la edad no impide lamentarse de su suerte?

SCRATES.-Es cierto, pero en fin, ¿por quØ has venido tan temprano?

CRIT N.-Para darte cuenta de una nueva terrible, que, por poca influencia que sobre ti tenga, yo la temo; porque llenarÆ de dolor a tus parientes, a tus amigos; es la nueva mÆs triste y mÆs aflictiva para m .

SCRATES.-¿CuÆl es? ¿Ha llegado de Delfos el buque cuya vuelta ha de marcar el momento de mi muerte?[1] 

CRIT N.-No, pero llegarÆ sin duda hoy, segœn lo que refieren los que vienen de Sunio[2], donde le han dejado; y siendo as , no puede menos de llegar hoy aqu , y maæana, S crates, tendrÆs que dejar de existir.

SCRATES.-Enhorabuena, Crit n, sea as , puesto que tal es la voluntad de los dioses. Sin embargo, no creo que llegue hoy el buque.

CRIT N.-¿De d nde sacas esa conjetura? SCRATES.-Voy a dec rtelo; yo no debo morir hasta el d a siguiente de la vuelta de ese buque.

CRIT N.-Por lo menos, eso es lo que dicen aquellos de quienes depende la ejecuci n.

SCRATES.-El buque no llegarÆ hoy, sino maæana, como lo deduzco de un sueæo que he tenido esta noche, no hace un momento, y es una fortuna, a mi parecer, que no me hayas despertado.

CRIT N¿CuÆl es ese sueæo? SCRATESMe ha parecido ver cerca de m una mujer hermosa y bien formada, vestida de blanco, me llamaba y me dec a: S crates, dentro de tres que d as estarÆs en la fØrtil Ft a[3].

CRIT        N.-¡Extraæo sueæo, S crates!

SCRATES.-Es muy significativo, Crit n. CRIT N.-Demasiado, sin duda; pero por esta vez, S crates, sigue mis consejos, sÆlvate. Porque en cuanto a m , si mueres, ademÆs de verme privado para siempre de ti, de un amigo de cuya pØrdida nadie podrÆ consolarme, tØmome que muchas gentes, que no nos conocen bien ni a ti ni a m , crean que pudiendo salvarte a costa de mis bienes de fortuna, te he abandonado. ¿Y hay cosa mÆs indigna que adquirir la reputaci n de querer mÆs su dinero que sus amigos? Porque el pueblo jamÆs podrÆ persuadirse de que eres tœ el que no has querido salir de aqu , cuando yo te he estrechado a hacerlo. SCRATES.-Pero, mi querido Crit n, ¿debemos hacer tanto aprecio de la opini n del pueblo? ¿No basta que las personas mÆs racionales, las œnicas que debemos tener en cuenta, sepan de quØ manera han pasado las cosas?

CRIT N.-Yo veo, sin embargo, que es muy necesario no despreciar la opini n del pueblo, y tu ejemplo nos hace ver claramente que es muy capaz de ocasionar desde los mÆs pequeæos hasta los mÆs grandes males a los que una vez han ca do en su desgracia. SCRATES.-¡OjalÆ!, Crit n, el pueblo fuese capaz de cometer los mayores males, porque de esta manera ser a tambiØn capaz de hacer los mÆs grandes bienes. Esto ser a una gran fortuna, pero no puede ni lo uno ni lo otro; porque no depende de Øl hacer a los hombres sabios o insensatos. El pueblo juzga y obra a la ventura.

CRIT        N.-Lo         creo;         pero         resp ndeme,

S crates. ¿El no querer fugarte nace del temor que puedas tener de que no falte un delator que me denuncie a m y a tus demÆs amigos, acusÆndonos de haberte sustra do, y que por este hecho nos veamos obligados a abandonar nuestros bienes o pagar crecidas multas o sufrir penas mayores? Si Øste es el temor, S crates, destiØrrale de tu alma. ¿No es justo que por salvarte nos expongamos a todos estos peligros y aun mayores, si es necesario? Repito, mi querido S crates, no resistas; toma el partido que te aconsejo.

SCRATES.-Es cierto, Crit n; tengo esos temores y aun muchos mÆs.

CRIT N.-Tranquil zate, pues, porque en primer lugar la suma que se pide por sacarte de aqu no es de gran consideraci n. Por otra parte, sabes la situaci n m sera que rodea a los que podr an acusarnos y el poco sacrificio que habr a de hacerse para cerrarles la boca; y mis bienes, que son tuyos, son harto suficientes. Si tienes alguna dificultad en aceptar mi ofrecimiento, hay aqu un buen nœmero de extranjeros dispuestos a suministrar lo necesario; s lo Simmias de Tebas ha presentado la suma suficiente; Cebes estÆ en posici n de hacer lo mismo y aœn hay muchos mÆs[4].

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