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Derecho Y Filosofia


Enviado por   •  11 de Mayo de 2014  •  4.065 Palabras (17 Páginas)  •  311 Visitas

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Hoja de Orientación Nº 1

LA FILOSOFIA

I.- ¿QUÉ ES LA FILOSOFÍA?

En primer lugar habrá que determinar el significado de la palabra filosofía como una disciplina intelectual, antes de hablar de Filosofía del Derecho, con el fin de tener una idea, aunque sea general, sobre la forma en que esta disciplina aborda el estudio del Derecho.

En la remota antigüedad griega se decía, atendiendo a la etimología de la palabra, que la filosofía es simplemente, amor a la ciencia. El vocablo en sí mismo, según parece, fue usado por primera vez por Pitágoras, quien decía que su significado se reduce sencillamente a una aspiración, a un deseo de conocer, ya que la sabiduría es atributo de Dios.

Antes se usaba el nombre de sabiduría y ahora el de filosofía, pero los dos significaban lo mismo. Pues a los antiguos que se dedicaban al estudio de la sabiduría se les llamaba sofistas, eso es sabios; pero Pitágoras habiendo sido interrogado acerca de su profesión, no quiso llamarse sabio como sus antecesores, por parecerle esto presuntuoso, y así se llamo filosofo, esto es, amante de la sabiduría. Y de aquí que el nombre de sabio se haya cambiado por el de filosofo, y el de sabiduría por el de filosofía.

PASAJE HISTORICO ENTRE PITÁGORAS Y EL REY LEONTE

Cuenta la historia que Pitágoras mantuvo una conversación con Leonte, tirano de Fliunte. Este gobernante, admirando el talento y la elocuencia de Pitágoras, le preguntó cuál era su oficio y a qué se dedicaba. Pitágoras le respondió que no era maestro de arte o profesión alguna, sino que era un “filósofo”, y que, en consecuencia, su dedicación era la “filosofía”. Leonte quedó perplejo al oír una palabra cuyo significado desconocía y, Pitágoras, para explicarla, recurrió a una metáfora que ha sido muy celebrada: la vida, afirmó, es como una reunión de personas que asisten a los Juegos Olímpicos. A ellos la gente acude por tres causas distintas: unos, los atletas, para competir por la gloria de un premio; otros, los comerciantes, para comprar y vender; finalmente existe una tercera categoría que va a contemplar los juegos: los espectadores. De la misma manera, explicó Pitágoras, unos viven para servir a la fama y otros al dinero. Pero la mejor elección es la de aquellos que, como los espectadores, dedican su tiempo a la contemplación de la naturaleza, como amantes de la sabiduría, es decir, como filósofos.

Esta denominación escribió Agustín de Hipona, agrado tanto a la posterioridad, que todo aquel que sobresalía en el conocimiento de la sabiduría se le designo en adelante con el nombre de filosofo. En consecuencia la sabiduría paso a llamarse filosofía: de philia: amor y sophia: sabiduría.

Desde lo dicho hasta aquí, filosofía y sabiduría fueron lo mismo en sus orígenes, como lo advierte Santo Tomas de Aquino para quien la filosofía es el conjunto universal de saberes que abarcaba unos conocimientos universales, unidos por el afán de saber del filósofo. Por eso Platón escribió que los verdaderos filósofos son “los que gustan de contemplar la verdad”, por lo que se dice del filósofo que “ama la sabiduría, no en parte, sino toda y por entero”.

Esa universalidad es característica del filósofo: no hay realidad que escape a su interés ni a su mirada. De ahí que la filosofía o sabiduría abarcase toda la universalidad de los saberes conocidos como: metafísica, física, matemática, astronomía, ética, política, etc. Pero esta universalidad estuvo unidad al intento de conocer todo ente en profundidad, en su causas y principios, aun los más radicales y últimos.

Entonces la filosofía podemos definirla como:

(…) un saber profundo, último radical sobre las cosas que de cualquier manera existen, es decir un saber sobre las cosas desde el punto de vista de sus principios últimos.

Quiere decir lo anterior:

a) Que la filosofía, como anotamos arriba y que ahora queda explicado, es un saber sin supuestos, porque los primeros principios, por definición, no implican otros superiores en que apoyar su verdad.

b) Que su objeto material, o sea, aquello sobre lo cual recae su estudio, son todas las cosas, el universo entero, incluyendo el hombre; y,

c) Que su objeto formal, vale decir, el aspecto bajo el cual estudia o examina su objeto material, son los primeros principios o razones últimas.

De aquí, pues, que la filosofía se haga estas preguntas: ¿Qué es el universo?, ¿Qué es el Hombre?, ¿Cómo se explica el uno y el otro?, ¿Cómo debo de obrar?, y muchas otras interrogantes.

CIENCIA Y FILOSOFÍA

A partir de la evolución y desarrollo de las ciencias que, con raíces en el siglo XVI, tuvo lugar sobre todo a partir del siglo XVII , se opero la necesaria distinción entre filosofía y ciencia en sentido estricto, denominándose ciencias por antonomasia a las ciencias particulares, exactas y experimentales. De esa manera la física, la astronomía, la matemática y otras se constituyeron en ciencias autónomas no filosóficas.

En ese sentido las ciencias observan y estudian aspectos parciales de la realidad –ciencias particulares- y según sus causas, principios inmediatos, así como según sus condicionamientos aparentes. La ciencia se configura como un saber fenoménico (fenómeno: lo observable y verificable) y positivo.

En cambio la filosofía es el saber metacientífico, aquel que va más allá de las ciencias particulares y de las causas y principios inmediatos. En otras palabras, la filosofía es la búsqueda de una explicación de la realidad más allá de la ciencia, esto es, en su radicalidad y ultimidad (no es posible ir más lejos en el conocimiento de las cosas). Esto significa que la filosofía busca la explicación última y definitiva de todo lo real.

Veamos este cuadro que explica las principales diferencias entre la ciencia y la filosofía.

I) Por la Extensión del Objeto:

La Filosofía estudia la realidad; la ciencia sólo estudia fragmentos de ella.

II) Por la forma de estudiar el objeto;

La filosofía estudia de manera más profunda que la ciencia; aspira la esencia de las cosas, indaga sus primeros y sus últimas razones. No se contenta con examinar su periferia, los fenómenos accesibles a nuestros sentidos, sino que hurga hasta su meollo más entrañable; intenta llegar

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