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Derrida


Enviado por   •  13 de Noviembre de 2012  •  Informes  •  1.848 Palabras (8 Páginas)  •  480 Visitas

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El vocablo deconstrucción, tal como el mismo Derrida lo piensa, no es de su invención, y así como señala en Carta a un amigo japonés (5), éste se le apareció como una alternativa al concepto de destruktion heideggeriano, rebajándole el sentido de aniquilamiento y la carga negativa -la afinidad con la "demolición" nietzscheana- que aquél posee porque, desde luego, Derrida tiene interés en refutar un diagnóstico frecuente acerca de la deconstrucción, que es aquel que no ve en su pensamiento sino nihilismo, escepticismo radical o una complacencia casi lúdica en la aniquilación de los valores, sobre todo en cuanto al valor de la verdad (Habermas y otros); aún cuando Derrida no deja de manifestar su relativa incomodidad con el término, no sólo ante la mala fortuna con que éste ha sido recepcionado en algunos ámbitos académicos, habiendo corrido el peligro de ser objeto de frecuentes tergiversaciones (ésta misma podría ser una más de ellas), sino también en relación al hecho de que "...la dificultad de definir y, por consiguiente, también de traducir la palabra "deconstrucción" procede de que todos los predicados, todos los conceptos definitorios, todas las significaciones relativas al léxico e, incluso, todas las articulaciones sintácticas que, por un momento, parecen prestarse a esa definición y a esa traducción son asimismo deconstruidos o deconstruibles, directamente o no, etc. (6) "Por otra parte, parece evidente que en la "deconstrucción" derridiana han convergido una serie de eslabones teóricos previos que han concluido por encadenarse en su significado presente. Como una anticipación de lo que en ella se ve reunido resuenan, sin duda, los grandes lineamientos conceptuales del pensamiento de Nietzsche y de Heidegger principalmente (7).Sin embargo, la vinculación que debe advertirse entre la deconstrucción y su raigambre histórico-conceptual en los anteriores discursos postmetafísicos no está definida simplemente por una causalidad lineal y un consecuente movimiento de divergencia con respecto a éstos; es decir, no se trata tan sólo de una nueva lectura de los mismos problemas o de los mismos sistemas de ideas. La deconstrucción, más bien, parece afectar a los propios conceptos de historia y origen, en su definición historicista, leyendo deconstructivamente esos mismos orígenes. Por ello también, resultaría complejo pretender sistematizar una significación unívoca para la deconstrucción puesto que su variada aplicación en los disímiles campos sobre los que recae lo haría en extremo difícil.

En relación a esto último, se podría señalar que, de todos los campos disciplinarios en que tiene cabida la deconstrucción -las ciencias del lenguaje, el psicoanálisis, la teoría estética, las artes, el análisis de las instituciones universitarias (8)-, parece ser que es mucho más pertinente o que pertenece más a un orden, o a un régimen discursivo, de carácter filosófico; aún cuando la deconstrucción también se ha interesado con un interés mayor que el de una mera aplicación a la literatura o a la teoría, la historia y la crítica literarias. Entonces, parece importante atender a una cuestión de orden epistemológico que define también un entorno de validez para el presente trabajo y que está destacada por el crítico español Patricio Peñalver en su estudio sobre la deconstrucción: "...la división de filosofía y literatura, divide también el texto de la deconstrucción, porque, ni como filosofía ni como literatura se deja pensar lo que la deconstrucción piensa. Ni siquiera como paso o precipitación -vuelo o caída- de la filosofía a la literatura, como se ha pretendido reiteradamente, y en forma peligrosamente desorientadora, para someter y excluir, desde la posición "autoautorizada" de la "seriedad" filosófica, a la deconstrucción como simple juego, pérdida del rigor, conversión en "mera" literatura, Einebnung o nivelación (Habermas) de filosofía y literatura, o de concepto y retórica" (9).Por lo tanto, deconstrucción, en vinculación a la literatura, es algo que podría interpretarse preferentemente como la asignación a la literatura de una potencia de lenguaje y de conocimiento que, en definitiva, estaría por encima de la teoría, el análisis crítico, o también, de la filosofía misma. Así, el interés por la literatura debiera ser visto, más bien, como la búsqueda de la deconstrucción -en la literatura- de lugares de resistencia a la filosofía, a la tradición filosófica occidental se entiende. Ahora, en este mismo sentido, es sabido que la textualidad borgesiana se consagra en un denodado esfuerzo por deponer la clásica configuración dualística y excluyente de este pensar metafísico de occidente, y en este sentido, ir más allá de la favorecida situación que en su decurso ha obtenido el significado en desmedro del significante, es decir, de la escritura como tal. Es claro que los textos de Borges se apartan de la clásica remisión productiva al auteur moderno y se develan como una transfiguración -quizás fortuita- de otras textualidades que los ocupan previamente, sin que resulte posible asumirlos fuera de tal seriada vinculación (10). Ello nos permitiría, supuestamente, poner en estrechísima relación al proyecto escritural de Borges con una suerte de estrategia deconstructiva, radicalmente postmoderna, en la medida en que lo postmoderno sea asimilado a una mise en abîme del pensamiento, cuando éste se quiere liberado del aprisionamiento en la razón y opta por una lógica de inestabilidades, de fuga y dispersión, como resulta tan visible en la literatura del escritor argentino, al menos en un segundo período de ésta.

Por lo demás, la deconstrucción irrumpe siempre sobre un pensamiento de la escritura, como una-otra escritura de la escritura misma, que fuerza a otra lectura que ya no está vinculada de manera indisoluble a una comprensión hermenéutica

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