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EMPLEO Y DELINCUENCIA: LA HISTORIA UNA RELACIÓN CONTRADICTORIA

lalamariaEnsayo8 de Marzo de 2015

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EMPLEO Y DELINCUENCIA: LA HISTORIA UNA RELACIÓN CONTRADICTORIA

Carlos Resa Nestares

Hipótesis acerca de una relación entre empleo y delincuencia

El estudio estructural de las tasas de delincuencia tiene una larga tradición en Europa y los Estados Unidos que se remonta a principios del siglo XIX. Cien años más tarde apareció la primera investigación sistemática acerca de los índices criminales por parte de la escuela de Chicago, que llegó a la conclusión de que el factor explicativo central de la delincuencia era la desorganización social. Mucho se ha avanzado desde entonces en la purificación de los métodos, sobre todo cuantitativos, utilizados para encontrar relaciones entre diversas variables que inducen cambios en los tipos y las cantidades de delitos dentro de una comunidad. De entre todas las variables imaginables, las circunstancias económicas que conducen a los individuos y a los grupos sociales hacia la delincuencia han sido desde tiempo atrás fuente de interés para sociólogos, economistas, criminólogos y policy makers.

Después de décadas de estudio de las relaciones entre las condiciones económicas de los grupos sociales y su inclinación hacia la comisión de delitos, dos teorías han aparecido fundamentalmente que creen haber encontrado una explicación causal entre ambas variables. Ambas teorías se han testado con múltiples métodos, niveles de agregación y datos estadísticos. Sus resultados han sido, por lo general, contradictorios. La primera de ellas es la perspectiva motivacional, que supone que existe una relación positiva entre el desempleo y el delito basándose en una extrapolación de la combinación a nivel individual de procesos sentimentales y de elección racional. Así se considera que cuanto mayor sea el nivel de desempleo, y por lo tanto peores las circunstancia económica de los grupos sociales, más probabilidades existen de que se vean implicados los individuos que la componen en actos delictivos. Intuitivamente obvia, subraya la relación de substitutivo neto entre el ingreso de rentas a través de medios legítimos, normalmente un empleo remunerado o las rentas, y la financiación mediante actuaciones criminales. Dos son las fuentes esenciales que generan esta relación positiva entre el delito y el nivel de desempleo dentro de un grupo social, con lo que ello supone de ausencia de ingresos para muchos individuos. Por una parte, existe la tendencia a la frustración que genera en las personas el hecho de no poder obtener y mantener un empleo, con los ingresos que el mismo supone, mientras se conservan aparentemente intactos los instintos para mejorar o estabilizar el nivel de vida individual. En otras palabras, se agudiza el conflicto típico de la ciencia económica más ortodoxa entre recursos escasos y necesidades, socialmente construidas, ilimitadas.

Abiertamente, esta teorización conecta con aquellas teorías que se concentran sobre las desigualdades de renta como fuente generadora de mayores niveles de criminalidad. La teorías de la privación, ya sea ésta absoluta o en la forma que más éxito ha tenido como factor explicativo de la delincuencia y de la violencia en general ente la comunidad académica, la privación relativa, tiene como consecuencia el enfado de los individuos y el subsiguiente comportamiento delictivo, que constituye, aparte de una fuente de ingresos, una expresión mediante la cual poner de manifiesto la frustración sentida con la sociedad en general, que desde la perspectiva individual y grupal únicamente no ofrece los canales suficientes para la inserción, entre ellos un empleo bien remunerado y en buenas condiciones de trabajo. Aparte, un empleo no constituye únicamente una fuente de ingresos sino un medio mediante el cual acceder a un rol e incluso al sentimiento de pertenencia a una comunidad, lo cual agrava la frustración de las personas en situación de desempleo. De este modo, si las condiciones económicas se deterioran en el tiempo, y por tanto se incrementan los niveles de desempleo, la proporción de personas que experimentan sentimientos de frustración respecto a su propia situación dentro de la sociedad se incrementa, lo cual se plasma en un incremento del número de delitos. Por otra parte, la segunda fuente que hace que el empeoramiento de las circunstancias económicas se traduzca en un incremento de la delincuencia es un proceso de elección racional mediante el cual los individuos valoran los costes y beneficios del comportamiento delictivo frente a las actividades no delictivas. Los costes relativos de inmiscuirse en actividades de delincuencia, entre ellos un posible encarcelamiento más o menos prolongado, disminuye para aquellas personas que se encuentran en situación de desempleo, al mismo tiempo que aumentan los beneficios relativos. La recompensa relativa de un acto delictivo es mayor para aquellos individuos que, no sólo no tienen un empleo y los consiguientes ingresos legítimos debido a la situación de desempleo, sino que por lo general carecen de perspectivas para encontrar un empleo personalmente reconfortante. Por otra parte, el desempleo deriva hipotéticamente hacia un aumento de la criminalidad simplemente porque existe una mayor disponibilidad de tiempo para el contacto personal, que normalmente tiene lugar en ambientes poco estructurados comunicados por la falta de ocupaciones diarias, y por lo tanto para otro tipo de actividades, entre ellas las delictivas, ya sean estructuradas o no. Existe una gran cantidad de tiempo disponible para los desempleados, al cual no se le puede dar una utilización convencional por problemas de escaso poder adquisitivo, con lo cual es bastante probable que estos trabajadores consuman su extenso tiempo de ocio en tabernas, bares, billares o parques donde entren en contacto con un ambiente marginal en el cual existe una conciencia acrítica hacia la delincuencia, que es observada como una situación de substitutivo normal de los ingresos legales. Cualquier explicación, sin embargo, mediante elección racional de un incremento de la delincuencia a causa del desempleo ignora explícitamente la existencia de programas y esquemas de ayuda a los desempleados, ya sean públicos o de otro ámbito.

Ambas motivaciones, la frustración y la elección racional, conducirían, por consiguiente, a que un empeoramiento de las circunstancias económicas y un incremento paralelo del desempleo se traduzca indefectiblemente en mayores tasas de delincuencia, cualquiera que se la forma en que éstas se midan. En definitiva, el delito no sería sino el resultado de un conjunto de circunstancias en las cuales a los individuos se les niegan los instrumentos para lograr sus objetivos a través de medios legítimos y que, por tanto, les empuja hacia en actividades delictivas.

La relación positiva entre desempleo y delincuencia se produce además en otro sentido. El desempleo no suele ser una estación permanente sino que más bien se presenta en forma discontinua intercalando periodos de inactividades con empleos en ocupaciones de baja remuneración, malas condiciones de empleo y alta inestabilidad en el trabajo. Son empleos en el sector secundario del empleo, tal y como los presentan los teóricos de la dualización del mercado de trabajo, con todo lo que de simplificación tenga una clasificación dicotómica. Las frecuentes salidas y entradas en el mercado de trabajo de estos individuos provoca que no puedan forjar fuertes relaciones con los relaciones de trabajo con su lugar de trabajo. Al contrario que los trabajadores del sector primario, con empleos más estables y mejor remunerados, que desarrollan fuertes relaciones sociales con otros individuos en el lugar de trabajo y en su ámbito profesional, los trabajadores del sector secundario, que intercalan periodos frecuentes de desempleo, deben recurrir a otros ámbitos para desarrollar sus amistades. En ausencia de lazos profesionales duraderos, estas amistades primarias suelen desarrollarse en sus comunidades de residencia, donde por lo general se suelen dar altas concentraciones de desempleados. En estos entornos se genera un tipo de socialización que, además de estar caracterizado por los bajos niveles de renta y de oportunidades de movilidad ascendente, a menudo están unidos a una crítica o simple ignorancia de los valores sociales imperantes. La diferencia entre lo legal y lo ilegal se atenúa y formas legítimas e ilegítimas de obtener ingresos se hacen paralelas con el agravante de la presión grupal conducente a estas últimas actividades, más presente entre los jóvenes, donde los lazos familiares son débiles, la escala de valores está aún en formación y existen incentivos fuertes a la presencia de símbolos de virilidad. En estas circunstancias se genera el personal y las oportunidades para la creación de una subcultura criminal o de la violencia que incremente substancialmente la delincuencia. La fuerza de esta cultura de la marginalidad por lo general supera a los mecanismos y redes informales de apoyo que se constituyen en entornos donde el desempleo es un problema crónico.

La segunda teoría que relaciona condiciones económicas y delincuencia es la perspectiva de oportunidad, según la cual el nivel de criminalidad estaría en función de la oferta de potenciales criminales y de objetivos apropiados para la victimización. Al contrario que la perspectiva motivacional, según los teóricos de esta línea de pensamiento el número de delitos disminuye en periodos de depresión económica en los que se incrementa el desempleo debido a una disminución de la circulación de personas y bienes. Por una parte, las estrecheces económicas provocan que los desempleados permanezcan durante mayor tiempo

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