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Historia De Relaciones Internacionales

SilviaGarza27 de Mayo de 2014

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Capítulo 3

Texas, presión diplomática y reacción política interna mexicana

Introducción:

La guerra, la más álgida dificultad entre los dos países, fue otra de las expresiones de las relaciones mutuas durante el siglo xix. El punto de inflexión lo representó la disputa por Texas y el designio absoluto estadounidense de obtener el acceso al océano Pacífico. El saldo fue la definición protocolaria de una frontera, que si bien marcó un deslinde limítrofe internacional, no eliminó los propósitos de una mayor expoliación territorial o hasta la sujeción de México por medio de un protectorado. Así las cosas, el destino de este país dependió del resultado de la Guerra Civil estadounidense

Después de la formalización de las relaciones diplomáticas, México y Estados

Unidos se enfrascarían en una serie de temas bilaterales que inevitablemente los llevarían a un conflicto, debido a la insistente posición estadounidense de obtener toda clase de ventajas y lograr sus objetivos de expansión territorial.

Se trató de una etapa sumamente crítica en las relaciones mutuas, puesto que aún no existía el precedente de una ruptura que hiciera evidente un estatus bélico. Y, sobre todo, por la gradual disputa por la posesión de Texas, en cuyo proceso de separatismo estuvieron abiertamente involucrados todos los sectores de la sociedad y la política estadounidenses de ese tiempo, sin la más mínima consideración hacia la legítima titularidad mexicana de su herencia colonial sobre ese territorio.

Finalmente, ante el cúmulo de presiones, conflictos internos y la negativa balanza demográfica nacional frente a la colonización angloamericana en Texas, el país vio cómo se desmembró esta parte de su territorio.

Un objetivo diplomático primordial

Para 1822 y tan pronto como el presidente James Monroe recibió la autorización del Congreso para otorgar el reconocimiento a los nuevos países independientes de Hispanoamérica, remitió a varios delegados especiales para que se percataran de la situación imperante en el subcontinente, donde la guerra no había concluido del todo.

No era la primera vez que esto ocurría, puesto que desde que se habían originado los movimientos insurgentes en Sudamérica, el gobierno estadounidense quiso enterarse de lo que sucedía por medio de fuentes de primera mano.

Tan fue el caso de Joel Robert Poinsett el presidente James Madison le otorgó el rango de cónsul general y lo envió en “misión especial” al sur del continente en 1810. Poinsett tenía como encargo una misión confidencial, se trataba de explorar la posibilidad de que México aceptara ceder parte de su territorio por la vía de la compraventa. Con ello Estados Unidos pretendía adquirir Texas, Nuevo México, Alta California y parte de Sonora, Baja California, Coahuila y Nuevo León.

Poinsett expuso ante Alamán el ministro de relaciones exteriores de México que en caso de que México no accediera a ceder sus territorios norteños, como se lo propuso, Estados Unidos refrendaría el Tratado Transcontinental, a condición de que hubiera el compromiso de la devolución de los esclavos negros que cruzaran la frontera desde el Profundo Sur estadounidense.

Las reclamaciones como factor de presión política y diplomática

El tratado de amistad y comercio entre México y Estados Unidos no tuvo mayor efecto, ya que en la práctica los intercambios mercantiles eran muy bajos y apenas de alguna importancia para las regiones. lo que sí vino a constituir un problema derivado de su interpretación fueron las reclamaciones de particulares o empresas extranjeras, particularmente estadounidenses, por daños y pérdidas materiales a consecuencia de los disturbios políticos que comenzaron a experimentarse en el país a partir de 1828.

Sin embargo, las cosas fueron muy delicadas al principio, sobre todo porque los reclamos sirvieron como golpe diplomático a favor de la estrategia para adquirir el territorio de Texas. Así, a partir de entonces se fueron acumulando las reclamaciones y las presiones del gobierno de Estados Unidos, al grado de ser mencionadas como un agravante importante que orilló a la guerra en 1846.

Paradoja en Texas: un problema interno de origen extranjero

Tras la caída del Imperio de Iturbide, el nuevo gobierno federal continuó el proceso legislativo respecto a las características que debería tener la colonización de aquellas áreas despobladas del país, lo que demandaba una regulación inmediata por la presencia de los colonos angloamericanos en Texas.

Varios fueron los anteproyectos presentados en el Congreso. Uno daba continuidad a los preceptos de la anterior ley imperial y de algún modo toleraba la esclavitud.

Una posición más radical fue expuesta por Valentín Gómez Farías, que se oponía a la esclavitud y favorecía a las tribus originarias.

En todos los casos, el tema de la esclavitud era inevitable en el debate, en virtud de los hechos consumados en Texas, donde operaba como la fuerza de trabajo de los colonos angloamericanos. El problema era cómo conciliarlo con el precepto de su abolición total, que había sido una de las banderas de la lucha insurgente.

Por carecer del número suficiente de habitantes, Texas quedó unida a

Coahuila, lo que molestó a los texanos

La Constitución coahuilteca-texana prohibió absolutamente la esclavitud, para lo cual se expediría una ley que regularía las indemnizaciones de los esclavos liberados. Austin cuestionó la medida y preguntó cómo se realizaría, pues en cualquier caso gravaría a los contribuyentes del estado, lo mismo que afectaría los derechos de sus propietarios. Esto hizo que se modificaran sus términos, estableciendo el principio jurídico de “vientre libre”, es decir, que los hijos de esclavas deberían considerarse libres en lo sucesivo, y prohibiendo la nueva introducción de esclavos. Para eludir esta prohibición, los colonos establecieron la estratagema de celebrar un contrato notarial entre el amo y el esclavo, antes de ingresar a México, por medio del cual éste aparecía como un sirviente, lo que en la práctica equivalía a una servidumbre a perpetuidad. 35

Sin embargo, hubo nuevos escollos para el esclavismo cuando el presidente

Vicente Guerrero expidió un decreto, en septiembre de 1829, por el cual se emancipaba a todos los esclavos presentes en el territorio nacional, con la promesa de compensarlos en la medida de lo posible. Al saberse de esta disposición, el jefe político de Béjar pidió la excepción de este decreto para

Texas, por los males económicos y políticos que se podían producir al aplicarse, lo que a su vez fue solicitado por el gobernador de Coahuila-Texas al gobierno federal. Austin por su parte trató nuevamente de justificar la existencia de la esclavitud en Texas, anteponiendo el derecho de la propiedad como el elemento esencial al que se debería proteger. Ante esta resistencia, el presidente Guerrero exoneró a Texas de su aplicación, cuando había sido justamente el problema de la esclavitud entre los colonos texanos lo que había motivado su expedición.36

Al parecer, muchos de los colonos que buscaban emigrar a Texas pretendían burlar la ley mexicana que prohibía la esclavitud, realizando contratos personales con sus empleados negros comprometiéndolos a trabajar con sus

“jefes” durante noventa años. Esto manifiesta que existe un cierto desinterés de Estados Unidos que pretenden lavarse las manos ante dicho problema. Sin embargo, también aclara que cualquier medida posible debe ser tomada por el gobierno de México.37

Y mientras el acelerado proceso de apropiación extranjera tenía lugar en

Texas bajo la cobertura de una colonización necesaria, que en la práctica violaba todas las condicionantes legales, el gobierno de México apenas tenía información fidedigna de primera mano sobre la dimensión de lo que allí acontecía.

Fue hasta la llegada de la comisión de límites a cargo del general Manuel

Mier y Terán, en 1828, cuando se comenzó a tener una visión de la catástrofe que se avecinaba. Él tenía la comisión de demarcar la frontera, como paso necesario para la ratificación del Tratado Transcontinental, así como de establecer un plan para fortalecer la presencia de la autoridad mexicana en Texas, al tiempo que recababa información sobre la geografía y naturaleza de esa región.38

Ya en el terreno, Mier y Terán entendió que la abrumadora presencia de los colonos angloamericanos hacía peligrar la integridad territorial del país, de no tomarse medidas para hacer efectiva la soberanía nacional hasta los linderos del río Sabinas, donde pululaban los extranjeros facinerosos que cruzaban constantemente de Estados Unidos a México y viceversa. Como plaza de apoyo logístico y financiero para comenzar a diseñar una estrategia de recuperación de Texas, Mier y Terán se situó en el puerto de Matamoros, donde ubicó la comandancia de los Estados de Oriente, y se le puso al frente de ésta después de su participación en el rechazo de la invasión española en Tampico, en septiembre de 1829.39

A la caída del presidente Guerrero y la asunción de Anastasio Bustamante de la presidencia —con Lucas Alamán a cargo del Ministerio de Relaciones

Exteriores— Mier y Terán contó con dos interlocutores conocedores y atentos a la problemática de Texas. Por un lado, Bustamante, como ex comandante de los Estados de Oriente, y por otro Lucas Alamán, que estaba persuadido de los intereses expansionistas de Estados Unidos y todos sus representantes,

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