ENSAYO DE LA DEMOGRCOA
AMARCOS26 de Enero de 2014
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La pregunta «¿qué es la democracia?» ha recibido y sigue recibiendo múltiples respuestas. Sin embargo, estas respuestas pueden clasificarse en dos grupos, cuya línea divisoria es casi siempre borrosa, porque la clasificación no es dicotómica o disyunta: el grupo de las respuestas conceptuales (tecnológicas, históricas, jurídicas…) y el grupo de las respuestas filosóficas (tomando como criterio la presencia relevante, en las respuestas, de ciertas Ideas –tales como Hombre, Animal, Soberanía, Igualdad, Libertad, Historia, &c.– que desbordan el horizonte de los conceptos tecnológicos, jurídicos o históricos, los cuales, sin embargo, se dan por presupuestos).
Algunos considerarán, en principio, las respuestas conceptuales como más positivas o prácticas que las respuestas filosóficas, que tenderían a ser interpretadas como más vagas y especulativas («los filósofos han querido hasta ahora conocer el mundo, pero de lo que se trata es de cambiarlo»). Sin embargo, estas apreciaciones (incluida la tesis de Marx) son muy superficiales, porque las respuestas filosóficas, aunque no se reconozcan como tales (a pesar de que estas respuestas constituyen el contenido de esa especie que hemos llamado «filosofía centrada» en algunos de los dominios del mundo, mejor o peor delimitado, como puedan serlo la religión, la música o la guerra), suelen formar parte de los mismos programas revolucionarios o de los mismos textos constitucionales. De hecho, las ideas filosóficas incorporadas a las constituciones democráticas son ideas filosóficas mucho más activas que los conceptos tecnológicos, jurídicos o históricos mediante los cuales las «ciencias políticas» intentan definir la democracia («la democracia es un sistema de elección de representantes», «la democracia es un sistema de creación de leyes susceptibles de ser falsadas cada cuatro años», «la democracia es un sistema que establece la separación de poderes, y no ya del poder judicial respecto del ejecutivo, sino, sobre todo, del poder ejecutivo respecto del legislativo»).
En todo caso, cuando los revolucionarios franceses definieron la democracia por la libertad (entendida a veces por los «amigos del pueblo», de Marat, como libertad realizable por una «dictadura plebiscitaria», en la que un pueblo libre deja el poder en manos de un dictador elegido por todo el pueblo), estaban, sin duda, apelando a una idea filosófica, por nebulosa que ella fuese, sin perjuicio de que tal idea estuviese utilizada en los programas prácticos de demolición del Antiguo Régimen y de cambio hacia un Nuevo Régimen (y concretada y positivizada en proyectos más precisos, tales como libertad de prensa, libertad de asociación, libertad de residencia, &c.).
Otro tanto cabría decir de las respuestas a la pregunta ¿qué es la democracia? que se acogen a la idea de igualdad, como es el caso de la respuesta de Tocqueville (ya en la introducción a su obra La democracia en América) y de otros muchos, Bobbio entre ellos (en la medida en la que identificaba a «la izquierda» como la más genuina expresión de la democracia).
Cabría decir en cambio que Rousseau concibió originalmente a la democracia genuina como el reino de la fraternidad, es decir, de la concordia unánime de los ciudadanos; una fraternidad que fue acaso entendida por Rousseau, antes que como una idea explícita, como un concepto cuasiempírico, a saber, el concepto de una república muy pequeña (siguiendo la inspiración de Aristóteles) en la que fuera posible reunir al pueblo, contando con el acuerdo unánime de sus decisiones. Un concepto que implicaba, sin duda, una idea de inmediatismo (y así lo vio también Kant) que llevaba a considerar a la democracia real y posible como basada en la «confraternidad» implicada en la separación del poder legislativo respecto del poder ejecutivo (más que en la separación
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