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El Hombre


Enviado por   •  12 de Noviembre de 2014  •  1.027 Palabras (5 Páginas)  •  130 Visitas

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EL HOMBRE DE CONOCIMIENTO

(Extracto de “Las Enseñanzas de Don Juan”, Carlos Castañeda)

Un hombre va al saber como a la guerra: bien despierto, con miedo, con respeto y con absoluta confianza. Ir en cualquier otra forma al saber ó a la guerra es un error, y quien lo cometa vivirá para lamentar sus pasos.

Siempre que un hombre se propone aprender debe trabajar arduamente. Los límites de su aprendizaje están sin embargo, determinados por su propia naturaleza. El hombre vive solo para aprender.

Nada en este mundo es un regalo: todo cuanto hay que aprender debe aprenderse por el camino difícil.

Ser hombre de conocimiento no es un fin, es un proceso. Uno no es nunca en realidad un hombre de conocimiento. Más bien, uno se hace hombre de conocimiento por un instante muy corto.

Cuando un hombre empieza a aprender, nunca sabe lo que va a encontrar. Su propósito es oscuro; su intención es vaga. Espera recompensas que nunca llegarán, pues no sabe nada de los trabajos que cuesta aprender.

Pero uno aprende así, poquito a poquito al comienzo, luego más y más. Lo que se aprende no es nunca lo que se creía. Y así se comienza a tener miedo. Cada paso del aprendizaje es un problema, y el miedo empieza a crecer sin misericordia, sin ceder.

Y así ha tropezado con el primero de sus enemigos naturales; ¡ El Miedo . Un enemigo terrible: traicionero y enredado. Se queda oculto en cada camino, acechando, esperando. Si el hombre, aterrado en su presencia, echa a correr, su enemigo habrá puesto fin a su búsqueda.

No hay nada de malo en tener miedo, cuando uno teme, ve las cosas en forma distinta.

Fuerza al hombre a no dudar nunca de sí. Le da la seguridad de que puede hacer cuanto se le antoje, porque todo lo que ve, lo ve con claridad. Y tiene valor porque tiene claridad, y no se detiene ante nada. Pero todo eso es un error; es como si viera claro pero incompleto.

Si el hombre se rinde a esa ilusión de poder ha sucumbido a su segundo enemigo y será torpe para aprender. Se apurará cuando debía ser paciente, o será paciente cuando debería apurarse. Y tonteará con el aprendizaje, hasta que termine incapaz de aprender nada más.

¿Qué pasa con el hombre derrotado en esa forma?

Su segundo enemigo solo ha parado en seco sus intentos de hacerse hombre de conocimiento; en vez de eso, el hombre puede volverse guerrero impetuoso ó un payaso. Pero la claridad que tan caro ha pagado no volverá a transformarse en oscuridad y miedo. Será claro mientras viva, pero ya no aprenderá ni ansiará nada más.

Para evitar la derrota debe hacer lo que hizo con el miedo: desafiar su claridad y usarla solo para ver, y esperar con paciencia y medir tiento antes de dar otros pasos: debe pensar, sobre todo, que su claridad es casi un error. Y vendrá un momento en que comprenda que ella era solo un punto delante de sus ojos.

Y así habrá vencido a su segundo enemigo, y llegará a una posición en donde ya nada puede dañarlo. Esto no será un error ni tampoco una ilusión. Ese será el verdadero poder.

Sabrá entonces que el poder, tanto tiempo perseguido es suyo al fin. Puede hacer con él lo que se le antoje. Su aliado esta a sus ordenes. Su deseo es la regla. Ve claro y parejo todo cuando hay alrededor. Pero también ha tropezado con su tercer enemigo: ¡ El Poder ¡

El poder es el mas fuerte de todos sus enemigos. Y naturalmente, lo mas fácil es rendirse; después de todo, el hombre es de veras invencible. El manda; empieza tomando riesgos calculados y termina haciendo reglas, porque es el amo del poder.

El hombre en esta etapa apenas advierte que su tercer enemigo se cierne sobre él. Y de pronto, sin saber, habrá sin duda perdido la batalla. Su enemigo lo habrá transformado en un hombre cruel, caprichoso.

Nunca perderá, sin embargo, su claridad y su poder.

Un hombre vencido por el poder muere sin saber realmente manejarlo. El poder es solo una carga sobre su destino. Un hombre así no tiene dominio sobre si mismo, ni puede decidir como ni cuando usar su poder.

Una vez que un hombre se rinde, está acabado.

Pero si el poder lo ciega temporalmente y luego el lo rechaza, quiere decir que la batalla sigue, que todavía está tratando de ser un hombre de conocimiento. Un hombre está vencido solo cuando ya no lucha y se abandona.

Para vencer a su tercer enemigo: el poder, tiene que desafiarlo, con toda intención. Tiene que llegar a darse cuenta que el poder que aparentemente ha conquistado no es nunca suyo en verdad. Debe tenerlo a raya a todas horas, manejando con tiento y con fe todo lo que ha aprendido. Si puede ver que, sin control sobre si mismo, la claridad y el poder son peores que los errores, llegará a un punto en el que todo se domina. Entonces sabrá como y cuando usar su poder. Y así habrá vencido a su tercer enemigo.

El hombre estará, para entonces, al fin de su travesía por el camino del conocimiento, y casi sin advertencia tropezará con su último enemigo: ¡ La Vejez ¡

Este enemigo es el más cruel de todos, el único al que no podrá vencer por completo; el enemigo al que solamente podrá ahuyentar por un instante.

Este es el tiempo en que el hombre ya no tiene miedos, ya no tiene claridad impaciente; un tiempo en que todo su poder está bajo control, pero también el tiempo en que siente un deseo constante de descansar. Si se rinde por entero a su deseo de acostarse y olvidar, si se arrulla en la fatiga, habrá perdido el último asalto, y su enemigo lo reducirá a una débil criatura vieja. Su deseo de retirarse vencerá todo su conocimiento, su claridad y su poder.

Pero si el hombre se sacude el cansancio y vive su destino hasta el final, puede entonces ser llamado hombre de conocimiento, aunque sea tan solo por esos momentitos en logra ahuyentar al último enemigo, el enemigo invencible. Esos momentos de claridad, poder y conocimiento son suficientes.

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