El Maestro Ignorante
melifgarrido21 de Mayo de 2014
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Leo por tercer o cuarta vez el primer capítulo, mi frágil memoria me lo requiere, me sigue generando muchas cosas esta lectura, me sigue provocando.
En primer lugar, la crítica demoledora hacia la pedagogía moderna. Crítica a la que estamos acostumbrados, que incluso sostenemos académicamente, pero que no deja de ser movilizadora desde muchos aspectos. En algún punto porque, si bien ataca a un sistema escolar y a un orden con el que no estamos alineados, ataca también una práctica que sostenemos día a día en el aula y en la que estamos en algún punto atrapados. SOMOS MAESTROS EXPLICADORES. Esto es, alguien que transmite sus conocimientos a los alumnos para elevarlos gradualmente hacia su propia ciencia. Alguien que no quiere atiborrar a los alumnos de conocimientos para que estos los repitan, sino que trata de transmitir conocimientos y formar espíritus, conduciéndolos, según una progresión ordenada, de lo más simple a lo más complejo[1].
Lo que Jacotot en su crítica concluye es que “La explicación no es necesaria para remediar la incapacidad de comprender. Por el contrario, justamente esa incapacidad es la ficción estructurante de la concepción explicadora del mundo. Es el explicador quien necesita del incapaz y no a la inversa; es él quien constituye al incapaz y no a la inversa; es él quien constituye al incapaz como tal. Explicar algo a alguien es, en primer lugar, demostrarle que no puede comprenderlo por si mismo”[2].
No nos sorprende esta crítica, no es la primera vez que nos encontramos con este tipo de cuestionamiento. Entre muchos otros podríamos acordarnos de Freire. Pero, pienso, aún así, somos parte de esto mismo que criticamos. SOMOS MAESTROS EXPLICADORES.
Es interesante ver como el análisis luego se va complejizando y hay otras variables que pienso en función de mi propia práctica.
Jacotot, y Rancière, a través de él, plantea como el método de la pedagogía moderna embrutece, en la medida que parte de la desigualdad de inteligencias entre el alumno y el pedagogo.
“Hay embrutecimiento allí donde una inteligencia está subordinada a otra inteligencia”[3].
La experiencia de Jacotot tiene ingredientes muy interesantes, por supuesto, otro contexto, otro tiempo, otro lugar, otros otros. Pienso en esos jóvenes ávidos de saber, que tomaron ese desafío de su profesor y pudieron, sin quererlo, poner en cuestionamiento su propio lugar de pedagogo. Pienso en lo que plantea Rancière acerca de la voluntad.
“Aquél método de la igualdad era antes que nada un método de la voluntad. Se podría aprender, cuando así se lo quería, solo y sin maestro explicador mediante la tensión del deseo propio o la exigencia de una situación”[4].
Nos encontramos con alumnos que, en su tránsito exitoso por el sistema educativo, se han convertido, en muchos casos en sujetos sin voluntad. De qué manera se trabaja con este punto de partida.
Pero no quiero centrarme únicamente en los alumnos y sus dificultades, no es la intención hoy, como hacemos tantas veces, de poner el problema en ellos, aún cuando los pensemos no como responsables sino como producto de años de maestros explicadores.
Hay algo clave que aquí se plantea y que me parece fundamental. Jacotot plantea que la pedagogía puede ser embrutecedora o que puede ser también emancipadora. Esto último se materializaría en su experiencia. Una experiencia que toma como punto de partida y no como punto de llegada a la igualdad de las inteligencias. Ahora bien, también plantea que no puede un pedagogo ayudar a emanciparse a otros si no está emancipado él mismo. “Para emancipar a un ignorante, es necesario -y basta con- estar uno mismo emancipado, es decir, ser consciente del verdadero poder de la mente humana. El ignorante aprenderá por su cuenta lo que el maestro ignora, si el maestro cree que puede y lo obliga a actualizar su capacidad”[5].
Sigo
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