EL MAESTRO IGNORANTE
Fernandini5 de Mayo de 2015
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EL MAESTRO IGNORANTE
Cinco lecciones sobre la emancipación intelectual, de Jacques Ranciere
El filósofo Jacques Rancière dedicó el libro El Maestro Ignorante a ese personaje extraño y complejo, a la vez soldado, revolucionario y profesor de química, fundador de una propuesta teórica conocida como “el método Jacotot” o “la educación universal”. Rancière logró, de este modo, dos propósitos:
a) Primero, ubicar a Jacotot en el esquivo salón de la fama de los pedagogos que comparten sitial de privilegio por el simple argumento de contar con propuesta y reflexión propia.
b) En segundo lugar, desarrolla en esta obra Rancière un original y perturbador acercamiento filosófico y político a los temas de la igualdad y la emancipación intelectual y al papel que cumple la escuela moderna frente a ambas.
En líneas generales, se trata de un libro que representa una extraña mezcla de razón y emoción. En efecto, Rancière, en coherencia con las ideas que propone, evita explicar linealmente sus ideas y contenidos. Al contrario, ofrece un libro que se lee y se comprende de a poco, paso a paso, por aproximaciones sucesivas, con ciertas reiteraciones no siempre perceptibles. Probablemente, se trata de un libro que revela sus argumentos de modo diferente en cada ocasión en que es consultado, animado por la voluntad del autor de provocar, no de explicar; de emancipar, no de atontar o embrutecer.
Por lo mismo, en este libro no se presenta una postura pedagógica de fácil clasificación o categorización en alguna corriente de pensamiento educativo. Es más, Jacotot, en un contexto histórico post revolución francesa, puede parecer tanto un pedagogo anarquista (que busca cuestionar los dispositivos institucionales y aniquilar la escuela capitalista) como un pedagogo conservador (que aspira a recuperar las formas tradicionales de educación no formal, pre-científicas o “más familiares”).
Para César Tello, académico de la Universidad Nacional de La Plata, Rancière nos pone con este libro en un “callejón sin salida”, derivado, primero, del absurdo didáctico de que exista un maestro ignorante y, luego, del radical dilema político de que todos somos iguales. Ante esto, dice Tello, en cuanto educadores, podemos:
a) “morir”, en el sentido de dejar de pensar, en términos de renunciar a la reflexión filosófica y pedagógica;
b) “mirar para el otro lado”, en el sentido elusivo o avestrucista y también metaignorante con que se forman profesores y se instalan políticas públicas en la educación actual.
Sin embargo, si compartimos la convicción de que el pensamiento crítico representa una adecuada herramienta de comprensión y de cuestionamiento de la vida universitaria, de la Pedagogía (como el saber especializado en la educación), y también de la vida personal, dicho “callejón sin salida” constituye una oportunidad para poner en entredicho muchas de las nociones fuertes de la Pedagogía y de las Ciencias Sociales, tales como el rol de la escuela y de las políticas igualitarias modernas. Por ello, podemos reconocer en este libro una inmejorable ocasión para tomar conciencia de que un maestro debe ser ignorante para poder de verdad propiciar mejores aprendizajes y gatillar auténticos procesos emancipa torios en los estudiantes.
II. Ideas centrales del libro “El Maestro Ignorante”
De acuerdo a lo señalado, en mi opinión, son ideas centrales de este libro las siguientes:
Como se ha planteado, Jacotot entregó a sus alumnos una versión bilingüe del Telémaco de Fénelon y los dejó solos con el texto y con su variable e incierta voluntad de aprender. En contra de todas las concepciones modernas de la didáctica y la pedagogía, así como del sentido común, todos los estudiantes llegaron a ser capaces de hablar y de escribir en francés, sin que el maestro les hubiese transmitido absolutamente nada de su propio saber.
Este texto no es de fácil lectura por varios motivos: 1) Su doble recorrido, ya que establece relaciones entre un pensador contemporáneo, Ranciere, traduciendo en 1.987 a un extravagante filósofo-maestro de los albores del siglo XIX. 2) Porque, de algún modo, reseñar se halla en relación con el análisis y la síntesis, integrándose a un orden explicador, del cual abjuran por igual Jacotot y Ranciere. 3) Por las polisémicas facetas a las que pueden remitir tanto el texto del escritor contemporáneo como los textos y prácticas del innovador Jacotot.4) Porque ejerce una fuerza de la cual es difícil sustraerse hacia la autocrítica de nuestra propia práctica como educadores y una mirada lúcida e implacable hacia las instituciones, particularmente las educativas.
En el Prefacio a esta edición el autor se pregunta por el sentido de introducir al lector hispano de este tercer milenio, en la historia de Joseph Jacotot, pedagogo francés que comienza su obra transgresora hacia 1.830. Fundamentando su actualización, se refiere a la disonancia o desacuerdo que produjo en la pedagogía y en la política educativa en ese momento. Ese desacuerdo seguiría vigente aún y por eso se prefirió olvidar su mensaje (reprimirlo, diría Freud) para continuar edificando escuelas, programas y pedagogías.
Ranciere nos propone volver a escucharlo” para que el acto de enseñar no pierda nunca del todo la conciencia de las paradojas que le dan sentido”.
El contexto en que despliega su teoría y práctica Jacotot es la Francia de la Contrarrevolución. Él había militado en las filas revolucionarias desde 1.789, por lo cual debió exiliarse en los Países Bajos durante la restauración monárquica. En la época que Jacotot comienza su obra de “enseñanza universal”, era perentorio poner fin a los desórdenes revolucionarios y al fervor igualitario. Era necesario constituir un orden nuevo, evitando las reiteradas crisis e instaurar el paradigma del progreso, sin el cual las sociedades se disuelven. Estos cambios fueron programados desde el área de los gobernantes y la elite de poder hacia los gobernados (la sociedad en su conjunto).
A partir de entonces, Ranciere considera a la institución pedagógica como lugar material y simbólico donde se ejerce la autoridad “de los que saben” y la sumisión “de los que ignoran”. Estos últimos serán gradualmente conducidos al saber mediante programas progresivamente diseñados. Una minoría de los así instruidos se constituirían posteriormente en “maestros”. Francia requería terminar con la experiencia revolucionaria instaurando un “orden razonable”. Para ello la instrucción era la consigna disciplinadora central. Para los destinados al gobierno y la formación de elites, una mayor instrucción. Otra, necesaria y suficiente para los “hombres del pueblo” que podían constatar así la distancia que los separaba e integrarse pacíficamente al dominio de las Ciencias y el Gobierno. ¿Qué papel juega aquí el educador? Era entonces y sigue siendo hoy, el agente práctico (ejecutor) y a la vez, paradigma filosófico transmisor del conocimiento a los alumnos (no iluminados).
No existe para Ranciere demasiada diferencia entre pedagogías conservadoras o progresistas. Ambas otorgan a la enseñanza la tarea de reducir la desigualdad, dentro de lo posible. La paradoja que Jacotot puso en descubierto sería ésta:”la distancia que escuela y sociedad pedagogizada intentan reducir es aquella de la cual viven y no cesan de reproducir”.
Para Jacotot- Ranciere la igualdad no es un resultado a alcanzar sino una premisa de la cual partir: La inteligencia humana es básicamente igual. Y habría dos maneras opuestas de encaminarlas, dos significados contrarios de INSTRUIR: 1) Confirmar la incapacidad del otro, al querer reducirla. A esto Jacotot llamó atontamiento. 2) Inversamente,”forzar” una capacidad que se desconoce o se niega. A esto lo llamó emancipación.
En el momento que Ranciere escribe “El maestro ignorante” se debaten en su país dos políticas educativas: El partido socialista en el poder se inclinaba por la sociología progresista de Pierre Bordieu principalmente, para quien la desigualdad escolar arraigaba en la violencia simbólica impuesta por la cultura dominante tácitamente, para perpetuar a sus herederos y producir la autoeliminación del sistema de los niños de las clases populares. Partiendo de esta concepción elaboraron un programa que pretendía reducir las desigualdades reduciendo los contenidos legítimos de la cultura, destinada a los niños de las capas sociales más desfavorecidas, especialmente los hijos de inmigrantes.
La ideología republicana denunció este proceder como “métodos adaptados a los pobres” que hunden a los dominados aún más en la situación de tales. Los “republicanos” promovían la igualdad mediante la distribución universal del saber, suponiendo neutralidad en los conocimientos. Una y otra posición concede a la escuela el poder imaginario de la igualdad social. En tiempos de Jacotot se reconocían las desigualdades y la división de clases. Hoy “nuestras sociedades están lejos de esa franqueza...Se representan como sociedades homogéneas en las que el ritmo vivo y común de la multiplicación de las mercancías y de los intercambios ha nivelado las viejas divisiones de clases”.
Nos hallamos en la era de la “sobrepedagogización”, donde se asigna a las instituciones educativas la tarea fantasmática de reducir las desigualdades consideradas como residuales.
¿Cuál sería el fin último de esta asignación? Según Ranciere es la de construir la imagen de una sociedad-escuela en la que el gobierno es la
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