El Maestro Ignorante
jhojaran3112 de Abril de 2014
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EL MAESTRO IGNORANTE
La Emancipación intelectual
Resumen de la lectura obligatoria de (Jacques Ranciere)
En el año 1818 Joseph Jacotot, revolucionario exiliado y lector de literatura francesa en la Universidad de Levaina empezó a sembrar el pánico en la Europa sabia, no contento con haber enseñado el francés a los estudiantes flamencos sin darles ninguna lección, se puso a enseñar lo que él ignoraba y a proclamar la palabra de orden de la emancipación intelectual y en qué medida queda abierta la cuestión de cómo llevar adelante una política igualitaria,
no sólo en la educación: todos los hombres tienen igual inteligencia. Se puede aprender solo, sin maestro explicador, un padre de familia pobre puede hacerse instructor de su hijo. No se trata de explicar lo que los científicos, los artistas o los filósofos dicen o hacen, sino de ser, en alguna forma, científicos, artistas o filósofos.
La instrucción es como la libertad: no se da, se toma. Ella se aleja tanto de los monopolios de la inteligencia como del trono explicador. Solo hace falta reconocerse y reconocer en cualquier otro ser hablante el mismo poder, un triple cuestionamiento, que es un llamado libertario dirigido a la inteligencia, y un imperativo radical, dirigido a la voluntad. El maestro no debe dejar de preguntar: “y tú... ¿qué ves?, ¿qué piensas?, ¿qué harías?”.
La distancia que el explicador pretende reducir es aquella de la que vive y la que, por tanto, no cesa de reproducir al igual que hace tanto la escuela como la sociedad pedagogizada. La igualdad no es fin a conseguir, sino punto de partida, quien justifica su propia explicación en nombre de la igualdad desde una situación desigualitaria la coloca de hecho en un lugar inalcanzable.
La igualdad nunca viene después. Como resultado a alcanzar. Ella debe estar siempre delante. La igualdad es fundamental y ausente, es actual e intempestiva, siempre atribuida a la iniciativa de los individuos y de grupos que, contra el curso ordinario de las cosas, asumen el riesgo de verificarla, de inventar las formas, individuales o colectivas, de su verificación. Esta lección también es hoy, más que nunca, Instruir puede significar dos cosas exactamente opuestas; confirmar una incapacidad en el acto miso que pretende reducirlo, a la inversa, forzar a una capacidad, que se ignora o se niega, a reconocerse y a desarrollar todas las consecuencias de este reconocimiento. El primer acto se llama atontamiento, el segundo emancipación.
Esto no es una cuestión de método, en el sentido de las formas particulares de aprendizaje, si no, propiamente, una cuestión de filosofía se trata de saber si el acto mismo de recibir la palabra del maestro – la palabra del otro- es un testimonio de igualdad o de desigualdad. Es una cuestión de política: se trata de saber si un sistema de enseñanza tiene como presupuesto una desigualdad para verificar.
Atribuyen a la Escuela el poder fantasmático de realizar la igualdad social o, por lo menos, de reducir la “fractura social”. Pero ese fantasma se sostiene en una visión de la sociedad donde la desigualdad es asimilada a la situación de los niños con retraso.
La razón no vive sino de igualdad. Pero la ficción social no vive más que de los rangos y de sus incansables explicaciones. A quien habla de emancipación y de igualdad de las inteligencias. La razón responde prometiendo el progreso y la reducción de las desigualdades: aún un poco más de explicaciones, de comisiones, de informes, de reformas y ya llegaremos allí.
La sociedad pedagogizada esta ante nosotros, la educación como reproducción de lo que hay y la posibilidad de aparición de lo nuevo. En última instancia, tematiza qué significa que haya, en un sentido estricto, “sujetos” de la educación, o mejor, “sujetos”
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