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El Principe


Enviado por   •  3 de Agosto de 2011  •  2.128 Palabras (9 Páginas)  •  930 Visitas

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EL PRINCIPE

Obra escrita durante 1513 y publicada por primera vez en 1532, cinco años después de la muerte de su autor. Dedicada a Lorenzo de Médici, donde el autor reflexiona a lo largo de veintiséis capítulos acerca de las cualidades necesarias para que un gobernante o “príncipe” asegure su poder.

En los primeros capítulos clasifica los tipos de principados, según su opinión, y las características y exigencias de cada uno, que determinan las medidas a tomar por el nuevo gobernante para garantizar su poder. Los tipos de gobiernos, considera dos: los asistidos por siervos, donde el príncipe tiene mayor autoridad y le serán fieles si no los oprime, y el asistido por nobles, siempre fáciles de sobornar por su descontento; el consejo al gobernante es recordar que no puede cambiar a todos sus súbditos, pero sí puede cambiar o crear nuevos nobles.

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EL PRINCIPE: CAPITULO XIX

DE CÓMO HA DE EVITARSE EL SER DESPRECIADO Y ODIADO.

NICOLAS MAQUIAVELO

UNIVERSIDAD BICENTENARIA DE ARAGUA

SAN ANTONIO DE LOS ALTOS 01 DE JULIO 2011

ORIETTA MOLINA Ci.: 17401710

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Un príncipe debe temer dos cosas: en el interior, que se le subleven los súbditos; en el exterior, que lo ataquen las potencias extranjeras. Los estados bien organizados y los príncipes sabios siempre han procurado no exasperar a los nobles y, a la vez, tener satisfecho y contento al pueblo.

Un príncipe debe estimar a los nobles pero sin hacerse odiar por el pueblo, cuando el príncipe no puede ser evitado odiado por una de las dos partes, debe inclinarse hacia el grupo más numeroso, y cuando esto no es posible, inclinarse hacia el más fuerte.

Trate el príncipe de huir de las cosas que no lo hagan odioso y despreciable y una vez logrado no tendrá nada que temer de los otros vicios.

Hace odioso el ser ladrón y apoderarse de los bienes y de las mujeres de los súbditos, de todo lo cual convendrá abstenerse. La mayoría de los hombres mientras no se vean privados de sus bienes y de su honor, viven contentos.

Hace despreciable el ser considerado frívolo, voluble, afeminado, pusilánime e irresoluto de defectos de los cuales debe alejarse e ingeniarse para que en sus actos se reconozca grandeza, valentía, seriedad y fuerza.

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Con respecto a los asuntos privados de sus súbditos, procurar que sus fallos sean irrevocables y empeñarse en adquirir tal autoridad.

Para ser respetado, el príncipe, tiene necesariamente que ser bueno y querido por los suyos. Un príncipe debe temer dos cosas: que se le subleven los súbditos y que lo ataquen potencias extranjeras. En el interior estarán aseguradas las cosas cuando lo estén en el exterior.

En lo que se refiere a los súbditos, ha de cuidar que no conspiren secretamente.

El no ser odiado por el pueblo es uno de los remedios más eficaces de que dispone un príncipe, ya que el conspirador siempre cree que el pueblo quedará contento con la muerte del príncipe.

Los Estados bien organizados y los sabios siempre han procurado no exasperar a los nobles y, a la vez, tener satisfecho y contento al pueblo. Un príncipe puede tener muchos rasgos, pero que en realidad le pueden perjudicar. Con el tiempo, esta cualidad le puede convertir en tacaño, ya que no puede ser generoso con todo el mundo, y disgustaría a muchos.

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Por eso es mejor que un príncipe se acerque más a la cualidad de tacaño, lo que, al final, le convertirá en liberal ante los ojos de sus súbditos, ya que ven que, gracias a su parsimonia, sus rentas son las que necesita, puede defenderse de los enemigos, y puede realizar empresas sin gravar a sus pueblos.

Asimismo, debe procurar ser considerado clemente, pero con moderación, y no demasiado cruel, aunque a veces ésta última cualidad suele ser útil. Debe crear entre sus súbditos temor y respeto, y cuidar de no tener demasiada confianza con ellos, actuando con prudencia y humanidad. Se puede conseguir el ser temido y no ser odiado, si no se tocan los bienes de los ciudadanos, de sus súbditos, y sus mujeres, a la vez que debe ejecutar a quien lo merezca. Cuando no se ha de preocupar de la fama de cruel, es cuando se encuentra rodeado de sus soldados, ya que perderían la disciplina y cogerían demasiada confianza. En resumen, para que un príncipe triunfe, debe crear un ambiente de respeto y temor hacia su persona, pero evitar el ser odiado por los suyos. Otro rasgo a destacar en un príncipe es el respeto a la palabra dada. A todos nos parece correcto que un príncipe nunca rompa

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una promesa, pero con los ejemplos que Maquiavelo muestra en su libro se demuestra que muchos de los reyes de la antigüedad consiguieron muchas de sus victorias engañando, sin fijarse en las promesas hechas, y al final vencieron a los que llevaban la verdad por delante. Para poder saber qué hacer en cada momento, el príncipe debe aprender que hay dos caminos: con la ley (la de los hombres), o con la fuerza (la de los animales), y debe saber dominar cada una de ellas. Y para poder usar de las bestias, en el libro se usan dos animales para representar los dos factores que se necesitan: la zorra, astuta y que sabe esquivar las trampas, y el león, que puede defenderse de los lobos. Los que solo hacen el león no se dan cuenta muchas veces de lo que están haciendo. Usando esto, el buen príncipe debe aparentar todo clemencia, verdad, y otras cualidades, pero solo aparentarlas, no debe en muchos casos tenerlas en realidad.

Y es aquí cuando llegamos al capítulo más largo del libro, en el que se explica cómo ha de evitar el príncipe ser odiado. Como ya se ha dicho, para que el pueblo no le desprecie y le odie, el príncipe ha de evitar usurpar los bienes y las mujeres del pueblo.

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Así adquiere buena reputación, y no corre peligro de ser perjurado. Tiene que preocuparse, pues,

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