El Sentido De La Vida
diegorincon40116 de Mayo de 2012
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¿CUÁL ES EL SENTIDO DE LA VIDA?
Café Filosófico No. 406
03 de marzo del 2007
Carmen Zavala
Quiero agradecer a todos los presentes por haber venido a participar esta noche en el Café Filosófico No. 406.
La pregunta que se ha planteado es cuál es el sentido de la vida. Con ello se supone que se expresa el presupuesto de que tiene un sentido. Este presupuesto se basa en que la mayoría de nosotros considera que su propia vida tiene sentido y entonces la pregunta estaría dirigida a cuál pudiera ser ese sentido. Obviamente entonces el modo de averiguar cuál es el sentido de nuestras vidas es empezar con un trabajo profundo y sostenido de introspección. Sin embargo, muchas veces tenemos miedo que al mirar hacia adentro nos encontremos con aspectos de nuestra vida presente o pasada que no queremos recordar –situaciones penosas, actitudes de las que eventualmente no nos sentimos orgullosos y otros fantasmas. Por eso resulta mucho más fácil decir que el sentido de nuestras vidas no proviene de nosotros mismos, sino de algo externo como un determinismo religioso o histórico.
No vamos a dedicarnos esta noche a criticar las falacias de estas aproximaciones, sino tratar de abrirnos a una comprensión positiva de lo que puede ser el sentido de nuestras vidas.
Si, como habíamos dicho el modo más lógico de averiguar cuál es el sentido que asumimos que tienen nuestras vidas, es analizándonos nosotros mismos, entonces propongo que lo hagamos dividiendo el análisis en tres niveles, análogamente a la propuesta de Kierkegaard en su texto “O lo uno o lo otro” (Enten-eller), aunque en términos bastante distintos: es decir, que dividiremos el análisis en el nivel de los gustos, el nivel ético y el nivel trascendental.
Empecemos con el nivel de los gustos primarios: Para comenzar somos seres materiales, biológicamente condicionados incluso en nuestros gustos, deseos y preferencias estéticas más primarias. El primer paso en nuestra investigación tendrá que ser analizar este primer nivel de nuestro ser. ¿Qué nos gusta hacer? ¿Qué nos produce placer?, etc. Es decir tomar conciencia más plena de nuestro cuerpo, de nuestros sentidos, de nuestras preferencias sociales, como por ejemplo, si preferimos estar solos o en grupo, de qué clase de compañía disfrutamos y qué nos produce rechazo o aburrimiento.
Este nivel básico del ser humano no permite sin embargo una realización plena del ser humano, ya que a este nivel el ser humano es aún totalmente dependiente de las circunstancias externas, arbitrarias e inciertas y que muchas veces se tornan en su contra.
Por ello el ser humano necesita autoafirmarse frente al albedrío y esto lo hacemos todos en el nivel ético. En el nivel ético tomamos las decisiones sobre nuestras acciones en base a lo que consideramos bueno o malo, correcto o incorrecto. Es el nivel del ejercicio de la libertad. Acá afirmamos quienes somos. Y somos lo que hacemos, como diría Sartre en “El Existencialismo es un Humanismo”
Para saber entonces qué somos y qué pensamos, no hace falta escuchar lo que decimos de nosotros, sino observar más bien nuestras acciones. La filosofía nos brinda las herramientas para distinguir estos presupuestos filosóficos que se esconden detrás de las decisiones que tomamos al actuar. Por ejemplo: si una adolescente decide no abortar un niño no planificado, una afirmación filosófica detrás de esta decisión podría ser: “No tengo autoridad moral para tomar decisiones morales por mi propia cuenta. Lo que está bien y lo que está mal no lo puede decidir el individuo, sino que deben decidirlo los intérpretes más reconocidos institucionalmente de la voluntad divina. Es más seguro atenerme a su criterio, no vaya a ser que me equivoque y cometa un grave error” O también podría ser: “Cada ser humano vale por lo que los demás piensan de él. Se espera de mí que ame a ese niño que no ha nacido. Así que si aborto, se pensará que no quiero a ese niño y los demás me rechazarán por haber abortado, o peor aun si se descubre y me cae la policía encima, todo el mundo se enteraría de que no tengo los sentimientos que se supone que debo tener.”, etc. Como ven hay muchas posibilidades de interpretar una acción aislada, pero si analizamos varias de nuestras acciones pasadas y acciones presentes, veremos que hay patrones que se repiten. En ellas se esconden nuestros presupuestos filosóficos. Y también nuestras predisposiciones materiales, nuestros patrones de personalidad y ciertas preferencias biológicamente condicionadas.
Nuestra tarea, si queremos enfrentar la vida o desarrollar un proyecto de vida con cierto éxito y satisfacción es conocernos primero bien a nosotros mismos. Esto implica, para empezar entender la relación en nuestro caso particular entre el nivel de los deseos y el nivel ético. Sólo si conocemos bien nuestros deseos y preferencias primarias podemos cada uno de nosotros plantear libremente principios éticos coherentes con nuestras tendencias primarias que nos den cierta satisfacción. Por ejemplo: Si considero que debo estudiar, es decir si elijo que estudiar es importante, para ser una persona más plena, hay diferentes modos de lograr realizar el objetivo del estudio de manera exitosa, por ejemplo satisfaciendo o inhibiendo, mis temores y mis necesidades biológicas de manera conciente y según las circunstancias y posibilidades. La peor elección sin embargo es ponerse a estudiar como loco, sin pensar detenidamente sobre estos otros aspectos de mis ser, y ser vencido luego por la presión social, la desconcentración, malestares físicos, etc.
Ahora, también puede ser que yo elija estudiar motivado por causas externas al estudio mismo, como por ejemplo, por el prestigio social, para lucirme ante los demás o poder ganar mucho dinero en el futuro, etc. En ese caso, cuando el estudio no es fin sino medio, también es mas enriquecedor tomar conciencia de ello, en vez de seguir estudiando como una máquina sin entender por qué me parece tan aburrida mi vida en la que hago algo que en realidad no me importa.
En tanto todo ser humano se maneja en estos dos niveles de ser, está demás decir que las personas que aparentemente solo se dejan llevar por sus deseos y temores más inmediatos, también están eligiendo éticamente según una clara escala de valores, en la que el placer inmediato ocupa una de las posiciones más altas.
Tenemos entonces estos dos niveles primarios. El de los deseos y temores y el nivel ético. Si nos quedamos en estos dos niveles vemos que el sentido de la vida se limita a decidir según determinada escala de valores que varía de persona a persona sobre cómo sobrevivir de la mejor manera, logrando la mayor cantidad de placer y la menor cantidad de sufrimiento (independientemente de que se lo logre o no) en el paso de nuestra existencia por este planeta.
Sin embargo hay un nivel más, que es el nivel de lo trascendental. En este nivel se encuentra nuestro sentido de ser parte de la humanidad. Y en tanto somos seres sociales, este sentido es común entre todos los seres humanos, salvo que se lo anule o reprima a través de argucias argumentativas.
¿Por qué nos preocupamos por los demás, por las generaciones futuras, de cosas que podrían sucederle a la humanidad después de que hayamos muerto?
Y es que resulta que el individuo le pone sentido a su vida entendiéndose justamente como individuo dentro de su sociedad y dentro de la humanidad. Y a partir de esta situación se proyecta y se imagina el papel que juega en la historia de la humanidad. A esto el ser humano le llama el sentido de su vida.
Para ejemplificar, supongamos entonces que tengo una visión del mundo marxista. Supongo entonces en este nivel que hay un estado de cosas injusto, causado por la explotación del hombre por el hombre y por el hecho concreto de que los medios de producción son la propiedad privada de personas pertenecientes a una clase social y que la división entre dos clases, la explotada y la explotadora, tiene un origen histórico. Supongo además que es posible que como individuo organizado conjuntamente con otros hombres es posible cambiar este estado de cosas a través de la lucha de clases y una eventual victoria de la clase explotada sobre la clase explotadora.
Toda esta visión del mundo se plantea en el nivel de lo trascendental. Es una visión del mundo que comprende a toda la humanidad y en la que me ubico como individuo.
Pero ¿por qué la explotación es algo malo, en contra de lo cual deberíamos luchar? Podría teóricamente luchar simplemente por salvar mi propio pellejo (como hace Madre Coraje en una conocida obra de Bertolt Brecht). Acá estamos en el plano de lo ético. ¿Qué es bueno y qué es malo? En el ejemplo que estamos dando soy marxista, y por lo tanto considero que la aspiración de todo ser humano es desarrollar al máximo todas sus potencialidades intelectuales, físicas, sociales, etc., en el sentido desarrollado por Marx en sus Manuscritos económico-filosóficos .
En ese sentido considero que todo lo que potencialice este desarrollo es bueno, y lo que lo impide es malo. Esta opción ética se da en el segundo nivel. En el nivel ético. Es obvio en este ejemplo que el nivel ético exige una visión del mundo completa, ya que el desarrollo de mis potencialidades intelectuales, físicas, sociales, etc, no depende de mí solamente. Esto es: el que yo pueda estudiar lo que quiera, estar sano, ser un miembro respetado
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