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El Yo Y El Tu


Enviado por   •  23 de Enero de 2014  •  2.339 Palabras (10 Páginas)  •  183 Visitas

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El Yo y el Tú

¿Quién soy yo? Es una de las preguntas que todos, en la vida, nos deberíamos hacer, por lo menos una vez en la vida. El yo es la palabra que simboliza identidad, reconoce mi mismidad, expresa corporalmente mi presencia. Es quien me distingue en el universo.

¿Para conocer a los demás, qué tengo que hacer? Bueno, creo que la respuesta es muy sencilla: ¡Tengo que conocerme yo! Partiendo de algo muy básico, todos somos hombres o mujeres. Cada uno de nosotros tiene cualidades y defectos, características muy propias en muchos casos es más fácil que veamos lo que no está tan “bien” en nosotros, porque la misma sociedad se encarga de repetírnoslo.

Pero en el fondo no todo es culpa de la sociedad, sino nuestra, que nos lo hemos creído. Y eso es por algo muy sencillo: el miedo, la culpa, el temor a que nos señalen. Es mucho más fácil que nos reconozcan como hombres llenos de defectos, porque como la mayoría es así, porque voy a decir que tengo cosas buenas; lo peor es que cuando alguien se anima a ser diferente rápido le ponemos apodos, nos burlamos de él o decimos tamañas cosas, para empequeñecer a los demás, ¡nos da miedo conocernos! ¡Nos aterra reconocer que tenemos más cosas buenas que “malas”!

El ser humano tiene, desde la psicología, unas llamadas emociones primarias, que, bien llevadas pueden ser una fuente de vida, y mal llevadas, nos llevan a grandes problemas, uno de ellos es el miedo, el miedo nos hace correr, me recuerdo que un día iba manejando por las curvas de Amatitlán, y habían unos chavos trabajando en la carretera, de repente de la montaña empezó a derrumbarse una parte de la montaña, vaya que iba manejando bien lento, porque uno de estos chavos salió corriendo, yo frené y me puse a pensar, el chavo tenía dos opciones, o se quedaba y moría aplastado, o salía corriendo, por miedo y quizá salvaba su vida, ese es el miedo positivo, el que nos motiva a correr por nuestras vidas, pero puede ser una piedra de tropiezo, cuando me paraliza y hace que no haga nada.

Otra emoción primaria es la ira, que de igual forma tiene su parte positiva, ya que hace que verdaderamente actuemos, y la no tan positiva que hace que hagamos cosas y digamos cosas que no queremos. La tristeza, que bien puede pasar a ser el estartazo para cambios de actitud, o nos puede llevar a una depresión. La tristeza está muy relacionada con un factor primordial en la vida: La soledad. La soledad puede entenderse como el vacío que a veces sentimos, podemos estar en un círculo muy grande de gente, pero en el fondo nos sentimos solos. En el medio en el que nos desenvolvemos es mucho más común que yo esté atento a las redes sociales, al Fb, al Twitter, a lo que otros postearon, etc. Esa es la soledad que nos enferma, la otra vez iba por los pasillos de la u y vi un grupo de chavos y chavas envueltos en sus celulares ¡Teniendo gente al lado! ¿Qué nos está pasando? Nos estamos encerrando en nosotros mismos, nos da miedo presentarnos a los demás.

Nos hemos alejado del mundo, dejándonos llevar por un mundo virtual, un mundo en el cual no tenemos porque implicarnos con las demás personas. Y ¿por qué creen que pasa esto? ¡Exacto! Por miedo, me da miedo presentarme como soy, porque temo que me rechacen. Ya hemos sido rechazados por muchos. Y lo peor es que nosotros mismo nos rechazamos.

Para poder superar esa situación es importante que partamos de conocernos a nosotros mismo, de que entremos en otro tipo de soledad, la soledad habitada, Pero es cierto, la soledad habitada por Dios. O en lenguaje de Carlos Cabarrús, el manantial. Todos nosotros tenemos una herida, que sólo puede ser sanada por el agua que brota de nuestro pozo, que es alimentado por el agua fresca del manantial de Dios, nosotros somos como un pozo, que se tapa por tantas babosadas que llenamos, de afectos mal entendidos, de peleas sin sentido, de odios y resentimientos. Eso no hace que podamos sacar lo mejor de nosotros “el agua del manantial” esa frescura juvenil que viene de Dios. La soledad habitada, en palabras de la psicóloga Mercedes Navarro, es ese lugar en el cual sólo tú, tú y yo tenemos comunicación con Jesús, es el sagrario personal de cada uno de nosotros.

Cuando nos animamos a conocernos mejor a nosotros mismos, cuando nos liberamos de todos esos tapones nos podemos dar cuenta de lo maravilloso que hay en nuestro interior. Este encuentro es eso, una oportunidad para conocerse, para amarse, para aceptarse, y con ello por darse a los demás, porque es cierto que no estamos solos en el mundo, tenemos seres humanos a nuestro alrededor que valen la pena y que son importantes.

Quisiera contarles como me di ese chance, de conocerme y darme a conocer. Yo, estuve tres años en una congregación religiosa, los salesianos de don Bosco. Cuando entré pensaba que me conocía, que tenía una gran autoestima, que no había nadie más salsa como yo, tenía bases psicológicas y eso me hacía creer que lo podía todo. Me vanagloriaba que tenía buenas relaciones con los demás, que era prudente y que no le caia mal a nadie, que lejos estaba de aceptarme. Esa había sido mi máscara durante todos los básicos y el diversificado, como cuando empecé en la u, todos me aceptaban porque era hijo de una maestra del colegio, y por eso nadie me decía nada. Al entrar al seminario me empecé a dar cuenta que si tenía problemas con los demás, con mis hermanos de comunidad; porque todo lo que yo quería ser, no lo era, sencillamente era otra persona.

Ese mismo año, empezó una nueva experiencia en mi vida, empecé a sensibilizarme, conmigo mismo y con los demás, a entender que cada persona es una historia, tiene su historia, que no se ha acabado, allí me di la oportunidad de irme quitando esos tapones, esos odios, esos resentimientos, esos prejuicios, y empecé a darle prioridad a los seres humanos, al quitar mis tapones, empecé a notar que el agua de mi manantial empezó a salir más y más. Eso me dio la oportunidad de mejorar mi relación con los jóvenes que llegaban con nosotros, a nuestra casa salesiana.

Luego el discernimiento, entre dos opciones buenas, me llevó a retirarme de la congregación, y volví a mi mundo real, al mundo del cual me había querido alejar, y me tocó volver, pero yo ya había cambiado, algo en mi interior se acercaba más a lo que de verdad soy. Pero mi mundo no había cambiado, me pedía que volviera a mis antiguos

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