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El individuo alienado

CassdryEnsayo30 de Mayo de 2017

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El individuo alienado:

El hombre está alienado, es decir, se encuentra “ajeno” a sí mismo, vive desconociendo su propia esencia. Está alienación tiene lugar en todos los planos de la existencia humana –en el social, político, religioso y filosófico-; pero, todas las formas de enajenación tienen su fundamento y raíz en el trabajo, puesto que en éste estriba la esencia del hombre. Ignora su propia esencia y asume la animal. En lugar de significar la realización espontánea, plena y gozosa de su humanidad, el trabajo paraliza las actividades propiamente humanas e impide cualquier tipo de satisfacción intrínseca. En el trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega. Esta en lo suyo cuando no trabaja, cuando trabaja no está en lo suyo.  El trabajador se siente cómodo, se siente como en su lugar propio y natural cuando no trabaja. Solo trabaja bajo la fuerza de una coacción, bajo la presión del hambre-: pero en cuanto esa presión desaparece, abandona el trabajo porque éste no constituye de por sí una fuente de satisfacción ninguna. Dicho con otras palabras, el trabajo se le ofrece al obrero como “trabajo forzado”, esto es, forzado por sus necesidades biológicas. Hay entonces, en primer lugar, una enajenación del trabajador respecto a su propia actividad, porque siente como que no le pertenece. La actividad que debiera experimentar como la más propia la experimenta el trabajador como sufrimiento, es decir, como lo contrario de una actividad. En segundo lugar, el trabajador está alienado respecto del producto de su trabajo. En el producto está el obrero mismo, porque aquel es su objetivación, algo en que ha puesto su propia persona: y sin embargo ese producto no le pertenece a él, sino al capitalista, al dueño de los medios de producción. En tercer lugar, que el obrero está alienado porque puede elegir su trabajo. Tanto para Marx como para Hegel, este concepto describe la siguiente situación que le puede sobrevenir a un sujeto: cuando no se posee a sí mismo, cuando la actividad que realiza le anula, le hace salir de sí mismo y convertirse en otra cosa distinta a la que él mismo propiamente es, decimos que dicho sujeto está alienado; la alienación describe la existencia de una escisión dentro de un sujeto, de un no poseerse totalmente y, como consecuencia de ello, comportarse de un modo contrario a su propio ser. Sin embargo, aunque Marx tomó este concepto de Hegel, hay importantes diferencias en el modo en que ambos filósofos la interpretaron: Para Hegel el sujeto de la alienación es la Idea (que algunos intérpretes de su pensamiento identifican con el mismo Dios), para Marx el sujeto es el hombre. Para Hegel la alienación consiste en el peculiar procedimiento por el cual la Idea se hace otra cosa radicalmente distinta de sí, se enajena y se hace Naturaleza; y las razones de este extraño destino son de índole teológica, pues tienen que ver con los planes de la Idea (Dios) para su propia perfección o autoconocimiento. En Marx la alienación se refiere a la explotación del hombre por el hombre, se refiere a la pérdida de autonomía y libertad de una clase social como consecuencia de la explotación a la que le somete otra clase social, principalmente por el hecho de existir la propiedad privada de producción. Marx considera que con la aparición de la propiedad privada se produce una circunstancia social totalmente nueva y que sólo podrá eliminarse con la abolición de dicha forma de propiedad. Podemos entender esta nueva situación si nos fijamos en la alienación en la sociedad esclavista: en esta sociedad el esclavo no se pertenece a sí mismo sino al amo; el amo puede disponer a voluntad del esclavo, de su cuerpo, de su mente, de su personalidad y sus habilidades.  Cabe distinguir el individuo mismo, su actividad y los objetos producidos por su actividad; pues bien, en dicha sociedad, el esclavo no es dueño ni de sí mismo (carece de libertad completa, no puede hacer lo que quiera con su cuerpo, ni con su sexualidad, ni con su mente) pero tampoco es dueño de su actividad, ésta le pertenece al amo, como también le pertenece al amo el conjunto de objetos producidos por el esclavo (por ejemplo los objetos de su actividad manual, lo que obtenga por trabajar en el campo). Según Marx, lo mismo ocurre en el sistema de producción capitalista: aquí el hombre se hace cosa, mercancía, usada por el propietario de los medios de producción sólo como un instrumento más en la cadena de producción de bienes. La propiedad privada convierte los medios y materiales de producción en fines en sí mismos a los que subordina al mismo hombre. La propiedad privada aliena al hombre porque no lo trata como fin en sí mismo, sino como mero medio o instrumento para la producción. La alienación principal es la alienación económica, la alienación que se da como consecuencia de la estructura socioeconómica que descansa en la propiedad privada, pero no se agota en ella, pues también se expresa en la alienación religiosa, política, e intelectual. Podemos entender toda la propuesta filosófica de Marx como el intento de crear una filosofía que permita comprender las causas de la alienación (y en último término del sufrimiento humano) y encontrar su solución.  La idea común a los diversos conceptos de alienación hace referencia a algo «ajeno» a sí mismo que el sujeto ya no controla, un bien que se vende, o un «yo» que se extraña. Alineación corporal: la alineación corporal es determinada en toda actividad funcional tanto del personal de salud como del paciente a su cuidado, para evitar lesiones. Conforme a la alineación corporal y a los objetivos que se persiguen, es necesario definir los términos postura y posición. La postura es la alineación corporal que se adopta espontáneamente en forma correcta o incorrecta. La posición es la alineación de segmentos orgánicos que se adecua intencionalmente con fines de comodidad, diagnósticos o terapéuticos. La alienación también puede ser social y suceder porque el sujeto esté inmerso en un sistema de poder social que le impida pensar libremente acerca de ese sistema o de la posición del individuo con respecto a ese poder y sus referencias identificatorias. La prohibición de pensar libremente amenaza, «de muerte», al raciocinio del ente humano, que ni siquiera puede reflexionar de sí mismo su conversión a esclavo al servicio del poder. Se trata de un individuo objetalizado por otro, cosificado por e instrumento del otro, sin derecho al pensamiento, ni a la palabra. Se descatectiza toda actividad del pensamiento. El individuo no puede preservar puntos de referencia identificatorios. Entonces el sujeto catectiza un discurso que piensa por él, decide por él y quién es Yo, le impone sus ideales y borra toda vivencia nombrable y perceptible de lo que está viviendo. De esta manera la alienación produce una idealización de la fuerza alienante. Es siempre en nombre de «una buena causa» que el sujeto se aliena, enajena su pensamiento. El adepto, combatiente o partidario de una causa atribuye a la fuerza alienante el poder de garantir la verdad de dicha causa. Se produce una idealización masiva de la función alienante. Por ello se trata de una patología de la idealización. Si se anula el pensamiento es por un buen motivo.

La alienación es el límite extremo que puede alcanzar el Yo en la realización de su deseo de no sufrimiento. Culmina en muerte del pensamiento propio. Suele ocurrir que la fuerza alienante o alienadora lleve a cabo su acción mediante una teoría, que puede ser religiosa, política, ideológica, científica o de cualquier índole, cuyo autor haya sido un líder ya fallecido. El individuo alienado puede alienar su pensamiento tanto por una ideología partidaria minoritaria, de un grupúsculo, como por una ideología dominante mayoritaria compartida por la sociedad. Esto se logra porque entre el líder y los individuos circula un poder de muerte. Cualquier vecino puede ser delator. Cada individuo posee poder de denunciar a otro, y por ello un poder de condena a muerte de cualquiera que piense diferente. La relación perseguido-perseguidor es circular: el perseguido puede convertirse en cualquier momento en perseguidor. El terror acechante impone una ruptura de la posibilidad de pensar o cuestionar al poder mismo. El sujeto está obligado a negar tanto la realidad de lo que sucede como cualquier interpretación personal de lo sucedido. Se le impone al Yo del sujeto la exclusión de lo que podría ver. El individuo ya no puede considerar al poder como perseguidor porque necesita sobrevivir y no cuestionarlo. El terror a la muerte se convierte en amenaza de todo lo que el Yo podría pensar, defunción del pensamiento propio del Yo, otro piensa y decide por él. Ni siquiera es consciente de ello. Se niegan la realidad y la posibilidad de pensar la realidad. El Yo evita pensar la realidad, tanto externa como psíquica, que padece como consecuencia del terror. Entonces atribuye un valor de certeza al discurso de la fuerza alienadora. La supremacía de la verdad del argumento dominante es incuestionable, modalidad extrema de idealización de la sapiencia del alienador. En la psicosis el individuo sustituye la realidad por una fantasía, por un delirio. En el estado de alienación el individuo sustituye la realidad vivida por el discurso del otro. Es el líder quien transmuta y define la realidad, lo cual aporta a los sujetos alienados la sensación de que poseen una «verdad» compartida, pero incuestionable, que los ubica entre los «elegidos», quienes «por su bien» deben imponer esa «verdad» a los demás. Cuando se trata del poder político dominante de la época e impera el terror, pocos individuos logran escapar a esta alienación. El hombre alienado se siente a sí mismo como un extraño porque la sociedad no lo reconoce, porque la sociedad no se reconoce en su enfermedad y lo excluye. Con la revolución burguesa se define la humanidad por su libertad y su igualdad. El hombre ya no es siervo, vasallo o esclavo, sino un ciudadano libre con plenos derechos. Sin embargo, para los enfermos mentales la libertad es vana y la igualdad carece de todo significado o sentido. El alienado es la prueba viviente de que, a pesar de ser un ciudadano libre, el hombre puede encontrar la manera de perder esa libertad. El hombre encuentra condiciones que suprimen su libertad y su igualdad demostrando que la sociedad burguesa no está hecha a la medida del hombre real concreto, poniendo en conflicto la idea unitaria que se hace del mismo. Si, para el cristianismo de la Edad Media, la alienación era la posesión del cuerpo del hombre por el demonio, después del Renacimiento la alienación representa la abolición de la libertad. El alienado ya no será un poseído sino un desposeído: la alienación es una privación. Para Foucault alienación es sinónimo de enfermedad mental. El alienado se siente a sí mismo como un extraño y denuncia la confiscación de su voluntad y de su pensamiento. El alienado mental es aquel que ha perdido el uso de las libertades que le ha conferido la revolución.

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