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El laberinto emocional José Antonio Marina.


Enviado por   •  14 de Mayo de 2017  •  Informes  •  1.531 Palabras (7 Páginas)  •  252 Visitas

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  1. Datos de la Relatoría

Nombre del Relator: Lux Yanet Cifuentes Fuentes   Relatoría No:  3

Fecha: sábado 29 de abril de 2017

Marina, José Antonio. El Laberinto Sentimental. Editorial Anagrama. P. 16

  1. Abstract

Hacer ciencia desde fenómenos medibles y cuantificables resulta sencillo al ojo del investigador, pero, el hacer ciencia desde los sentimientos es el trabajo que sustenta argumentativamente el autor José Antonio Marina, quien se apoya en tres grupos de expertos para que a través de sus escritos, planteamientos y tesis se pueda generar un lenguaje afectivo, universalizando términos y conceptos que puedan ser medibles y sustentables, todos los autores y escuelas expuestas han realizado una labor en torno a los sentimientos realizando aportes importantes históricamente que permiten desarrollar los necesarios marcos contextuales.

  1. Palabras Claves

Afecto, sensación, deseo, sentimiento, emoción, pasión, lenguaje afectivo

  1. Cuerpo de la Relatoría

Cada texto leído, impone en el lector un reto extremo desde su identidad, desde aquello lo define, desde aquello que le “sustancializa” (Lynch, 2012)(como diría Platón)[1]; pero no es lo único que extrema el reto, está también, el hecho interpretativo de realizar una lectura cercana a lo que el autor en su primera intencionalidad espero trasmitir a sus primeros receptores del mensaje del texto.

El laberinto sentimental se convierte en el reflejo que se hace en un espejo de agua, sobre cualquier superficie plana, luego de que ha llovido, aún se mueve y la claridad de la imagen se convierte en algo difuso para el ojo del observador, pues la brisa aún lo mueve, pequeñas gotas pueden seguir cayendo, o mil elementos externos pueden influir en la alteración de dicha imagen. Esto se escribe siendo consecuente con el inició del texto, “el laberinto sentimental”, en el que José Antonio Marina, introduce poéticamente y estratégicamente a sus lectores, aunque, de una forma respetuosa, pensar en evaluar el escrito sería atrevido para cualquiera que no tenga una formación mediana en filosofía teórica, pues lo único que se ha realizado es una somera aproximación a la lectura analítica del contenido impreso en su primera parte, “Los sentimientos, experiencia cifrada”.

 Partir de la poesía, es una apuesta arriesgada, para muchos eruditos, pero es una apuesta valiente y pertinente, ya que el tema expuesto lo permite, porque el mismo Marina (Marina, 1997) escribe, “decididamente abandonaré la poesía y volveré a la ciencia que es lo mío”[2], refiriéndose a la necesidad, en ese momento, de retomar el objeto de su escrito, dar inició a la ciencia de los sentimientos, pero, ¿quién al hablar o escribir de los sentimientos, no se abandona a ellos mismos, permitiéndose realizar una viaje por la literatura que los contiene y que de una forma limpia los presenta? La respuesta es sencilla, una persona que no los ha experimentado (Tal vez exista o no… No se sabe), pero difícilmente al tocar la capa superficial de los mismos, se pueda no permitirle al alma saborear esas emociones que enriquecen el existir.

Marina[3] sostiene, que debe ayudarse a través de los expertos sobre los sentimientos, auto preguntándose “¿quiénes son los expertos en materia emocional?[4], cuestionamiento de gran profundidad y sentido que el mismo se responde, “Mis tres candidatos preferidos son: los moralistas, los literatos y la tribu de los psi[5]. Hasta este momento, solo hemos llegado a vislumbrar un horizonte deseado, un lugar al que el autor desea conducir a los lectores en el texto, abriendo su ideal, “un deseo profundo, un sueño o sentimiento”, como puede llegar a ser “la ciencia de los sentimientos”.

Este viaje toma forma cuando se explica de forma sucinta que “Los moralistas han afinado siempre en el estudio de los sentimientos porque en ellos encontraban el principio y el fin de nuestro comportamiento”[6], haciendo referencia a Aristóteles, Séneca, Tomás de Aquino, Descartes, Spinoza, Hume, Rousseau, Juan Luis Vives, Adam Smith, Martha C. Nussbaum, aclarando que, de todos ellos, Marina, se quedaría con Hume Kant, por su genialidad ubicua. Pero a pesar de este listado tan excelso de escritores, pensadores y expertos moralistas en el tema de los sentimientos, el autor recurre a los inmoralistas, como Sartre, Nietzche por enseñar su resentimiento y por considerar que el hombre es, ante todo, un creador de valores, a Jankelevitch por su descripción del aburrimiento y de las virtudes, y a Max Sheler por fundar la ética sobre una fenomenología de los sentimientos.

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