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Emociones


Enviado por   •  31 de Agosto de 2014  •  3.021 Palabras (13 Páginas)  •  132 Visitas

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laura esquivel

El libro de las emociones

Son de la razón sin corazón

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Querido lector:

Encontrarás que las páginas de este libro están subrayadas y marcadas con unos signos al margen. Esto es lo que se hace cuando se lee a fondo un texto que se ama: marcar y subrayar para recordar lo esencial de lo esencial, lo cual permite otra lectura (rápida) de estas palabras. Nos hemos anticipado a tu propio subrayado para facilitarte las cosas aún más y para no dejar ninguna excusa para la indiferencia ante palabras sabias como las que aquí encontrarás.

Hay dos clases de subrayado: Retener. Curiosidad, ironía.

También hay unos pequeños símbolos en los márgenes a los que hemos dado estos significados: ¡Redondo! Curioso, hábil, contradictorio.

Insólito, ocurrente, incordiante. Relevante, apasionante.

Duda. Fijarse en esto.

Párrafo de interés. ¡Bingo!

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PRÓLOGO

A raíz de la publicación de Como agua para chocolate, la novela que marcó un hito en la literatura e hizo que el nombre de Laura Esquivel le diera la vuelta al mundo, fue palpable que uno de los intereses más marcados de la autora es la dimensión emotiva como parte fundamental de la vida humana. Desde entonces, cada una de sus obras ha confirmado que la escritora posee un particular don para recrear, con una mirada cálida, íntima y penetrante, los miedos, los sueños, los deseos, las esperanzas, frustraciones, los amores y, en suma, los sentimientos que todos experimentamos. Gracias a lo anterior, ha podido crear personajes memorables, que despiertan nuestra empatía y hacen que nos reconozcamos en ellos; asimismo, este rasgo explica por qué lectores de muy distintas culturas, idiomas y tradiciones pueden estremecerse con sus narraciones.

En la presente obra es donde desembocan, de manera más directa, las ideas de Laura Esquivel acerca de estos temas. Estas páginas son, al mismo tiempo, una reflexión personal y un análisis lúcido de algo que a todos nos atañe, pues su punto de partida es que “no hay ser humano que pueda vivir

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un solo día sin experimentar alguna emoción”. Los sentimientos, que determinan gran parte de lo que somos, son abordados desde una perspectiva basada en las vivencias cotidianas, hallazgos científicos, la literatura y el cine. Es capaz de conjugar la sabiduría espiritual milenaria y los acontecimientos del presente, para alcanzar una comprensión profunda, sin perder en ningún momento el estilo accesible que la caracteriza y que la ha convertido, sin duda, en la escritora mexicana más leída, tanto en nuestro país como en el ámbito internacional.

Hoy, a más de diez años de su publicación original, El libro de las emociones es más actual y relevante que nunca. Existe una creciente preocupación de los lectores por encontrar respuestas frente a lo que se experimenta día con día, un marcado interés por las concepciones que ponen el énfasis en nuestra capacidad de desarrollo y sanación para alcanzar una visión más plena y total de lo que somos. Para decirlo en palabras de la propia autora: “Se trata de mirar al ser humano de una manera completa. Y este planteamiento, en el mundo en que vivimos es una transgresión”.

los editores

I

Las emociones y su origen perdido

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A pesar de que día a día experimentamos infinidad de emociones, nos es muy difícil definirlas. Las emociones se viven, se sienten, se reconocen, pero sólo una parte de ellas se puede expresar en palabras o conceptos. ¿Quién puede decir lo que sintió cuando vio morir a un ser querido?, ¿o cuando vio nacer a su hijo?

Es muy difícil tratar de encerrar en una palabra la alegría o la tristeza, pero no así sentirlas a plenitud. No hay ser humano que pueda vivir un solo día sin experimentar alguna emoción. No podría. Tendría que estar muerto. Porque la sensación de sentirse vivo no se produce con el simple hecho de abrir los ojos y mover el cuerpo, sino por la emoción que nos produce ver salir el sol, recibir un beso, oler la hierba recién cortada.

Si huelo, si como, si me acarician, si abrazo: recuerdo. Con el recuerdo vienen conceptos, ideas, imágenes. Por ejemplo, olemos la hierba recién cortada y decimos: ¡Mmmm, huele como los domingos de mi niñez cuando mi padre cortaba el pasto! Inmediatamente viene a nuestra mente la figura de nuestro padre, la del jardín de nuestra casa y nos emocionamos.

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Con la emoción, nos vienen ideas: esos intentos de elaboración racional que buscan atrapar en un pensamiento o en una imagen aquello que hemos experimentado sensiblemente.

Posteriormente, surge el deseo de convertir en palabras la imagen que representa nuestra emoción, y si logramos hacerlo, la alegría que nos embarga puede ser tan grande que nos sentimos obligados a compartirla con alguien más. Desgraciadamente, en las ciudades se vive tan rápido que es imposible que una persona le pueda contar a otra todos los pensamientos que tuvo en un día. En algunos países, la pura intención de compartir emociones y pensamientos con otros se considera una falta de tacto, casi como una conducta antisocial o como un atentado contra el “sano” ejercicio de la competencia, es decir, de la individualidad. Algunas sociedades han hecho esfuerzos extraordinarios para evitar el contacto físico y espiritual de unos con otros. Se nos dice que la confianza y la cercanía nos vuelven vulnerables. En todo momento se promueve y se enaltece la desconfianza y se estimulan los más aberrantes extremos de individualismo, que en realidad no son más que máscaras patéticas de una sociedad “moderna” a la que le estorban las emociones.

Basta con que nos asomemos a las principales calles de las ciudades norteamericanas, por ejemplo, en las horas en que los empleados salen a tomar sus “alimentos”, para que observemos que

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cada uno de ellos ocupa un sitio en alguna escalerilla bien pulida, frente a uno más de los muchos impecables rascacielos, mientras devora, más que come, una comida rápida, lo más pronto posible para no perder tiempo en la carrera por ser el “mejor”, sin siquiera intentar volver el rostro para ver a los que lo rodean y sin preocuparle un comino lo que su compañero de junto

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