Epistemologia
erisa3 de Octubre de 2013
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EPISTEMOLOGÍA SEGÚN VARIOS AUTORES.
Para Mario Tamayo y Tamayo “es el proceso por medio del cual se pasa desde un estado de conocimiento mínimo a un estado de conocimiento riguroso”.
Aristoteles “es la ciencia o teoría de la ciencia. Y tiene por objeto conocer las cosas en su esencia y en sus causas”.
Hessen “se ocupa de la definición del saber y de los conceptos relacionados, los tipos de conocimiento posible y el grado en el que cada uno resulta cierto”.
ELEMENTOS DE LA EPISTEMOLOGÍA
Los elementos básicos que se pueden distinguir son tres:
1. El sujeto que está en capacidad de conocer
2. El objeto que es susceptible de conocimiento
3. La relación que se da entre ellos dos
El sujeto y el objeto constituyen una unidad indisoluble de naturaleza dialéctica, que al interactuar, dan origen a hechos. En la relación del sujeto y el objeto, se puede decir que dada su interdependencia, ninguno es independiente del otro, no están totalmente separados.
LAS CORRIENTES PRINCIPALES DE LA EPISTEMOLOGÍA
No es posible clasificar todas las posiciones que se han tomado en el curso de la historia sobre el problema del conocimiento. Se comprende, pues, que aquí sólo hablemos de las principales. Las reducimos a cinco. Aunque las fronteras que las separan no estén claramente señaladas, no obstante, al menos a título de tendencias o de corrientes, son bastante distintas y pueden presentarse en un orden lógico.
La primera cuestión que debe resolver la crítica es saber si el espíritu humano es capaz de alcanzar la verdad, o lo que es lo mismo, si tiene certezas legítimas. Si se desespera de alcanzar la, verdad en algún dominio, se es escéptico. El escepticismo consiste precisamente en suspender su juicio sobre todas las cosas. La posición contraria es el dogmatismo: consiste en sostener que podemos conocer la verdad y que lo conseguimos en algunos casos.
Si nos decidimos por el escepticismo todo está solucionado: la crítica se detiene, así como toda filosofía e incluso todo pensamiento. Si no, se plantean otras dos cuestiones.
La primera es la siguiente: ¿por qué medio, por qué facultad conocemos la verdad? Por la experiencia, responde el empirismo Es la única fuente de nuestros conocimientos. Por la razón, responde el racionalismo pues es la única que puede captar verdades necesarias y universales.
La segunda cuestión concierne al objeto conocido. ¿Qué es lo que podemos conocer, qué especies de cosas nos son accesibles? El idealismo pretende que el espíritu está cerrado, encerrado en sí mismo y que sólo puede conocer sus propias ideas. El realismo sostiene que podemos conocer lo real, es decir, el ser que existe en sí fuera de nuestro espíritu.
Puede preverse desde ahora la tesis que sostendremos: el hombre es capaz de conocer con certeza, por la experiencia y la razón conjuntamente, el ser real. Esta posición rechaza el escepticismo, es pues dogmática. Rechaza a la vez el empirismo y el racionalismo, por cuanto excluyen, el primero, la razón y, el segundo, la experiencia. Por último, rechaza el idealismo: es pues realista.
La única dificultad es que no hay un término adecuado, suficientemente amplio y preciso a la vez para designarla. No hay duda de que es una dificultad muy pequeña, y que solamente interesa desde el punto de vista escolar en el que toda doctrina debe tener su título. Por tanto, adoptaremos el nombre de realismo, aunque puede aplicarse a teorías muy diversas y deje escapar el carácter específico de la doctrina tomista.
EL ESCEPTICISMO
El escepticismo es una tentación constante para el espíritu humano desde que reflexiona y abandona el terreno firme de las certezas de sentido común. Es una manifestación de la inquietud congénita del hombre y de su perpetua insatisfacción. Pero como que lleva la inquietud al límite y la erige en una especie de absoluto, conduce a una desesperación intelectual.
Los argumentos escépticos.
Los escépticos no están faltos de argumentos, tienen, por el contrario, un gran número de ellos, que desarrollan con una ingeniosidad y una sutilidad sin igual. Enesidemo los ha codificado en diez «tropos». Los principales son los siguientes:
1º. Las contradicciones, de los filósofos, y más ampliamente, la diversidad de las opiniones humanas. Los hombres no están de acuerdo sobre nada. ¿Quién tiene razón? Imposible decidirlo, pues si diésemos nuestra opinión, no haríamos más que añadir un elemento más a la discordia. Es el argumento más simple y que causa más efecto. Lo encontramos en todas las épocas de la historia e incluso en Kant.
2º. Los errores, y muy especialmente los errores de los sentidos, los sueños, las alucinaciones, la embriaguez, la locura. ¿Cómo asegurarnos de que no estamos siempre equivocados? Es imposible, pues lo que nos parece verdadero no lo es necesariamente, y el error se nos impone con la misma fuerza que la verdad. Es el argumento favorito de Descartes.
3°. La relatividad del conocimiento es el argumento más profundo. Puede adoptar dos formas. Primero, cada cosa es relativa a todas las demás, pues nada en el universo está aislado, separado del conjunto. Es imposible, pues, conocer una cosa sin conocer todas las demás. Pero nadie pretende saberlo todo. Por otra parte, el objeto conocido es relativo a un sujeto, que es siempre un individuo de una constitución determinada, de una edad determinada, en una determinado estado de salud y una determinada situación. Es, pues, imposible saber lo que es la cosa en sí misma, independientemente de su relación con nosotros.
4º. El dialelo es un argumento de pura lógica. Si una proposición no está demostrada, no hay ninguna razón para admitirla. Si se la demuestra será por medio de un principio. Pero si no se demuestra el principio se comete una «petición de principio»; y si se intenta demostrar será por medio de otro principio, y así sucesivamente hasta el infinito.
Por estos argumentos convergentes, el escéptico no pretende probar la imposibilidad de alcanzar la verdad, lo que sería una posición dogmática, y por otra parte contradictoria. No pretende que sus argumentos son verdaderos, se sirve de ellos sólo para mostrar, situándose en el terreno dogmático, que no se puede afirmar nada. Los tropos, dice Sexto Empírico que era médico, liberan al espíritu como un purgante libera al intestino evacuándose a sí mismo. La conclusión no es pues «yo no sé nada», sino más bien «yo me abstengo (de juzgar), examino, busco», o, mejor aún, «¿qué es lo que sé?», fórmula de .la que hizo su divisa Montaigne.
El escepticismo metódico.
De la crítica anterior, no sólo resulta que el escepticismo no puede adoptarse como la suprema sabiduría, sino que no puede tampoco utilizarse como método. Esto es lo que queremos aclarar para terminar.
Montaigne, y después de él Charron, Huet e incluso Pascal, creyeron que el escepticismo, al humillar la razón, es el mejor medio de preparar el corazón para la fe cristiana. Descartes, y en nuestros días Husserl, han creído que es el único medio de fundamentar una filosofía verdaderamente científica.
Pero, primero, puesto que los argumentos escépticos no tienen valor, no hay ninguna razón para entrar en este camino. Si se entra, será a la fuerza, por una decisión arbitraria de la voluntad. Después, no es posible mantenerse en él, incluso temporalmente, si no es por una sutil contradicción. Y, por último, ¿a dónde conduciría?
En lo que concierne a la fe, el escepticismo tal vez daría lugar a un acto ciego, que sería un nuevo esfuerzo de la voluntad. Sería una fe de tipo luterano, no una fe de tipo católico. Pues ésta no es un movimiento ciego del corazón, es un asentimiento razonable, es decir, intelectualmente motivado. Cultivar el escepticismo sería lo mismo que zapar sus bases y hacerla imposible.
En el plano filosófico, si se consiente un sólo instante en poner en duda la evidencia, como hace Descartes por la hipótesis del genio maligno, nos encerramos definitivamente en el escepticismo, pues no hallaremos nunca nada mejor, ningún motivo mejor para afirmarlo. Pero entonces la duda deja de ser metódica. Y si se pone entre paréntesis la existencia del mundo y del yo, como hace Husserl por su «reducción fenomenológica», se llega al asombroso resultado de fundamentar la filosofía como descripción de las esencias, suprimiendo al filósofo, la descripción y las esencias. En teoría nada existe. Pero de hecho, evidentemente, la fenomenología es obra de un filósofo real, que describe las esencias que abstrae del mundo real. Poner la existencia entre paréntesis es un artificio puramente tipográfico.
Conclusión.
El escepticismo es una de las tentativas del espíritu humano para alcanzar lo absoluto. Por ello no está desprovisto de atracción. Viendo la imposibilidad de alcanzar un absoluto positivo, que sería la divinidad misma, el escéptico llega lo más lejos posible por el camino del renunciamiento a un término que sería el absoluto negativo. Pues no puede negarse que el escéptico perfecto no sea infalible e impasible, como quería Pirrón. Pero si lo es, es porque se ha despojada de su humanidad sin substituirla por nada. La seducción del escepticismo, es, pues, en el fonda la de la nada.
EL EMPIRISMO
No es siempre fácil distinguir el empirismo del escepticismo, pues sus fronteras son comunes. Así el último de los escépticos griegos, Sexto, es de hecho un empirista, y el más riguroso
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