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Evaluación Sumativa: EL MUNDO MORAL


Enviado por   •  6 de Septiembre de 2019  •  Monografías  •  1.494 Palabras (6 Páginas)  •  188 Visitas

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Evaluación Sumativa: EL MUNDO MORAL

Por qué quiero Morirme

El Mundo, Fecha 25 dic. 1994.

Ramón Sanpedro, tetrapléjico desde hace 26 años, mantiene una feroz lucha con la vida. Para él la muerte sería la liberación de la tragedia en la que está atrapado. Este es su crudo relato mediante el que pide la eutanasia.

…Mi vida es una monotonía, una agonía lenta, porque un tetrapléjico deja de ser persona para convertirse en una piltrafa. Cada mañana cuando despiertas, es como si te hubieses partido el cuello el día anterior. Y el primer pensamiento también es siempre el mismo: Buscar una salida.

Vivo en una habitación de apenas tres metros cuadrados, en el pueblo de Xuño, en La Coruña. En la habitación tengo colgado un viejo póster de Pablo Neruda. También hay un armario con unos doscientos libros, una televisión, un vídeo y una cadena musical. La luz llega a la habitación a través de dos ventanas. En la casa viven mi padre y la familia de mi hermano.

Me despierta mi cuñada a las 8:30 de la mañana y me pone Radio Nacional, porque me gusta escuchar las noticias o música clásica. Poco después, desayuno un café con leche y una tostada de pan. Cada tres horas tienen que cambiarme de postura, para evitar que me salgan llagas y úlceras.

Al mediodía, leo o escribo algo. No es que tenga pretensiones literarias, es por hacer una especie de gimnasia mental, porque o te montas una disciplina o terminas enloqueciendo. Utilizo un atril y unas cañas de bambú, que manejo con la boca, para poder pasar las hojas y para escribir.

La comida es a las 14:30, cuando empieza en la televisión “No te rías que es peor”, que le encanta a mi cuñada. Así, mientras me da de comer, vemos el programa. A mí, en realidad la televisión me aburre muchísimo, salvo algún documental de La Dos.

La tarde transcurre igual. Escucho la radio. Leo un poco y escribo cuatro tonterías, cambiándome cada pocas horas de postura y esperando a que llegue la noche para dormir. Hay días que no haces nada, porque no estás de humor. Tienen que estar constantemente limpiándote y cambiándote sondas. Hace 26 años, cuando sufrí el accidente, no había sondas. Tenías que ir por Santiago, pidiendo casi por Dios a los médicos que te diesen una. Tampoco existían los antibióticos para curar las infecciones crónicas de orina. Infeccione y antibióticos. Ahora, los antibióticos son efectivos, pero si me quitasen la sonda, moriría de necrosis renal. Defecar es una humillación perpetua, porque casi tienen que sacarte los excrementos con sacacorchos. Hay que excitar el esfínter. A un niño no le importa, porque no tiene conciencia, pero saber que te tienen que quitar la mierda de encima es humillante.

La familia también te ayuda, pero no puede devolverte el movimiento. Y eres una carga. El sufrimiento crea sufrimiento, y tienes a la familia un poco atada a tu propia tetraplejía. Ellos tratan de no verlo así, pero tú sabes que los tienes esclavizados. Mi propia madre murió de pena. Técnicamente fue un cáncer, pero en realidad murió de la pena de no poder hacer nada por una persona tan querida como un hijo. Yo quedé tetrapléjico con 25 años, al golpearme contra una roca cuando me bañaba. Trabajaba en barcos mercantes como mecánico. A esa edad tienes de todo: amigos, amor, sexo… en aquella época salía con una chica, pero a raíz del accidente dejé todo eso. El tema del amor es muy doloroso. Tener que arrinconar el amor y el sexo es una de las cosas que más te desequilibra psicológicamente. No es lo mismo renunciar de forma obligada a hacerlo voluntariamente.

Yo estoy convertido en un ermitaño a la fuerza. Claro que tengo amigos. Las amistades de parranda se cansaron y se fueron perdiendo, pero siguen visitándome las cuatro o cinco personas que son amigos de verdad. A mí me gusta charlar con la gente, pero las amistades no te liberan del infierno en el que vives. Desde que mi caso ha salido en la prensa, también recibo visitas de gente de sectas religiosas, empecinadas en que cambies de idea, que apuestes por la vida, como dicen ellos, porque fuera de Dios la condenación es eterna. Quieren consolarte y creen que con cariño todo se supera. ¡Qué barbaridad! Lo cierto es que cuando se queda uno sin la parte física, sin el movimiento del cuerpo, ya no puedes alcanzar jamás lo que deseas. No puedes ser feliz, porque no tienes libertad.

Te puedes montar una vida espiritual, pero la imposibilidad de moverte es como estar atado a un potro de tortura eternamente. Yo soy una persona un poco atea por obligación, por rebelarme contra quienes tratan de imponerme su moral. Aunque quizás sería más preciso definirme como agnóstico, ya que si alguien pide la eutanasia de

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