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FILOSOFIA


Enviado por   •  17 de Abril de 2015  •  5.401 Palabras (22 Páginas)  •  215 Visitas

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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA.

INTRODUCCIÓN

Los orígenes de la Filosofía

1. El marco sociocultural

Las civilizaciones clásicas, tanto la griega como la romana, se levantaron sobre una pro¬funda desigualdad social. La esclavitud constituyó la fuerza productiva que eximió a los hombres libres de trabajos penosos, permitiendo que las clases sociales dirigentes dispusiesen de ocio, algo necesario para dedicarse de lleno a las actividades públicas.

Las mujeres permanecieron al margen de la vida política y cultural, en una situación de total subordinación a la familia. La fundamental función femenina fue la maternidad. El mundo clásico, incluso en su estética, fue eminentemente masculino. Sólo la litera¬tura, especialmente la dramática, y la mitología crearon personajes femeninos con la tre¬menda fuerza de los símbolos, como Medea o Antígona, rebeldes contra su destino, agentes de su tragedia.

La ciudadanía, es decir, el derecho de participar en la política, de elegir o desempeñar cargos públicos, fue el disputado privilegio social de un grupo siempre reducido. En las polis helénicas, la ciudadanía fue una condición adquirida por herencia. Esparta basó su organización política en la división de sus habitantes en tres categorías: los ilotas, siervos sin derechos; los periecos, con derechos limitados, sin participación política y obligaciones militares; y los espartanos, ciudadanos de pleno derecho, agrupados en tres tribus, que vivían en comunidades masculinas dedicados al entrenamiento militan Los espartanos constituían la asamblea político militar que elegía al Consejo de ancia¬nos o Gerusía y a los cinco éforos o magistrados. Dos reyes con funciones militares y religiosas eran los únicos cargos hereditarios.

En la Atenas del s. V a.C, ya plenamente democrática, sólo los hijos de atenienses re¬cibían la ciudadanía por lo que la política fue una actividad muy limitada y valorada. El ostracismo o destierro por diez años, votado por la asamblea de ciudadanos para quien fuese considerado un peligro para la polis, implicaba una suspensión de la ciudadanía, lo que revela la importancia social de la misma. Los atenienses, divididos en cuatro cla¬ses, participaban en la asamblea popular o ekklesía, base de la democracia. Elegían a los miembros de los tribunales populares, al Consejo de los 500 y a los magistrados o arcontes. Todos los cargos eran temporales. El sistema democrático instauró la isotemía o igualdad de derechos para todos los ciudadanos.

El Helenismo, con el retorno a la monarquía, supuso la conversión de los ciudadanos en súbditos de un monarca que, al estilo oriental, volvió a tener un carácter sagrado. Se fue perdiendo el privile-gio de la soberanía popular, de la participación en el Estado, se cambió la libertad por la obediencia, con todas las repercusiones que esta actitud tuvo para la civilización. Cuando la antigua Hélade fue incorporada al estado romano, con¬vertida en provincia, conservó todo su prestigio cultural, pero ya no recuperó la auto¬nomía política.

La República romana también reservó el privilegio de la ciudadanía para una élite aris¬tocrática, los patricios, descendientes de los fundadores de la urbe. Agrupados en fami¬lias, monopolizaron las tierras, el prestigio social y la política. Su organización fue pa¬recida a las de las polis, con un con-sejo de ancianos, el Senado, como representación permanente del Estado, las magistraturas tem-porales y electivas, y los comicios o asam¬bleas del pueblo.

Los plebeyos, establecidos en Roma posterior¬mente, sin ningún derecho político, comenzaron una lucha frente a la aristocracia patricia que fue arrancando leyes igualitarias. Finalmente, esta distin-ción social, en función del origen perdió vi¬gencia. La riqueza y la ciudadanía romana, la li¬bertad, marcaron la diferencia social. El año 212, el emperador Caracalla concedió la ciudadanía romana a todos los habitantes libres del Imperio, lográndose así la unidad jurídica. Sin embargo, la transición hacia formas autoritarias que se produ¬jo durante la anarquía militar del siglo III acabó convirtiendo a los ciudadanos en súbditos del Do¬mine. El Imperio adquirió finalmente las formas de una monarquía absoluta.

La cultura clásica, tanto en la Hélade como en Roma, proporcionó un sentido de unidad del que fueron muy conscientes tanto los helenos como los integrantes del mundo romano. El temprano uso de una lengua común, griego y la¬tín, permitió el desarrollo de unos rasgos de identidad cultural que proporcionaron una cohesión social que la dispersión geográfica o política dificultaban. La unidad lingüís¬tica permitió una fluida transmisión de ideas, obras, estilos o creencias por todo el ám¬bito mediterráneo.

Otro factor de cohesión entre los griegos fue la religión. Los dioses, los héroes, los mi¬tos que explicaban el mundo, eran aceptados en toda la Hélade. Las divinidades del panteón griego sorprenden por su antropomorfismo: no sólo presentaban forma hu¬mana, inmortales e inmutables en su edad más representativa (Cronos es siempre an¬ciano, Hermes es siempre joven), sino que se comportaban con pasiones, caprichos y apetencias nada ejemplares y muy humanos, interviniendo en los asuntos de los hom¬bres con arbitrariedad. No establecían pautas de conducta, ni existía sentido del peca¬do. Los ritos y ceremonias mediante los que se les rendía culto eran oficiados por fun¬cionarios públicos que adoptaban temporalmente la función sacerdotal, sin que ésta revistiera un carácter sagrado. Cada polis tenía su dios protector. Las obras de Home¬ro y Hesíodo eran conocidas por todos los griegos, aceptadas como parte de su tradi¬ción y de su pasado común. El santuario de Apolo en Delfos era famoso incluso más allá de las fronteras helénicas; su oráculo permitía plantear preguntas al dios, que res¬pondía a través de la Pitonisa.

Desde el siglo VIII a.C. se celebraron los juegos panhelénicos, con su peculiar mezcla de competición deportiva, certamen poético, manifestación artística y celebración reli¬giosa. Los principales festivales fueron los de Olimpla de ahí viene el nombre Juegos Olímpicos en honor de Zeus, los píticos de Delfos, dedicados a Apolo, y los ístmicos de Corinto, dedicados a Poseidón. Aunque durante su celebración se establecía una tre¬gua militar en todos los territorios de la Hélade, no sirvieron para evitar las luchas en¬tre las polis griegas.

El arte y la literatura fueron también elementos de cohesión en el ámbito

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