FILOSOFIA
jessicarojas139 de Junio de 2013
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La filosofía de Locke ejerció fuerte influencia sobre el desarrollo de la Ilustración inglesa de los siglos XVII y XVIII (la llamada amplia corriente filosófica dirigida contra la ideología de la sociedad feudal). Los ilustradores trataban de poner coto a la fe en favor de la razón; a la religión en favor de la ciencia y de la concepción científica del mundo; trataban de emancipar la moral de las tutelas religiosas y proclamaban que la "luz natural de la razón" era el instrumento principal —e independiente de la religión— para perfeccionar la sociedad.
La instrucción de la sociedad era la fuerza propulsora del desarrollo histórico y la condición del triunfo de la razón. La Ilustración del siglo XVIII fue el ariete con que la entonces joven clase burguesa arremetió contra los puntales de la vida ideológica construidos en la sociedad feudal, puntales que obstaculizaban el avance de la ciencia y de una concepción científica del mundo, que legalizaban el dominio ideológico de la Iglesia y sostenían el poder político de las clases dominantes.
Los ilustradores, por el contrario, combatían ese dominio, emancipaban las mentes y así cooperaban a la emancipación política. En consonancia con la instauración de la sociedad burguesa en Europa Occidental, las ideas de la Ilustración se propagaron al principio en Inglaterra, luego en Francia y más tarde en Alemania.
El eje de las cuestiones filosóficas que interesaban a los hombres de la Ilustración era el problema del conocimiento y la fe, de la cosmovisión nueva, científico-natural y los acontecimientos sobrenaturales narrados por las Escrituras. Los teólogos habían interpretado los relatos bíblicos de milagros como si fueran hechos históricos reales, como compendio de leyes otorgadas por Dios que definían las reglas de la moral, el régimen político de la sociedad y las normas y las relaciones jurídicas. Los hombres avanzados de la burguesía pusieron en tela de juicio tal significado de la Biblia y la religión y lo sometieron a estudio y crítica. Pero no se decidieron a transgredir ciertos límites, cosa comprensible si recordamos que todos los movimientos revolucionarios burgueses de los siglos XVI y XVII se atribuyeron motivos religiosos, esto es, los propios contendientes entendían sus batallas no tanto como lucha política de clases, lo que realmente era, sino como lindes de los partidos religiosos: entre las Iglesias, las sectas y los teólogos. A tono con ello era excepcional el interés por las cuestiones religiosas debatidas, cuestiones que cobijaban diversos contenidos.
La historia de la Ilustración inglesa es en buena medida la historia del libre pensamiento religioso, y la forma ideológica de este libre pensamiento fue el deísmo, o sea, la religión entendida como fe limitada al reconocimiento de Dios en calidad de causa primaria y la renuncia a todos los demás postulados de la religión como opuestos a la razón. En las circunstancias de los siglos XVII y XVIII era a cada paso el deísmo una forma velada de renunciar a la interpretación religiosa del mundo.
El deísmo inglés alcanza su cota más alta en el primer cuarto del siglo XVIII y tiene un segundo auge en las postrimerías del siglo XVIII. En el sentido filosófico, los deístas oscilaban entre un materialismo inconsecuente y el idealismo. Elementos deístas encontramos en algunos filósofos que en la doctrina del ser y del conocimiento eran materialistas, por ejemplo, Locke y el joven Toland. Llamarles deístas, como a menudo hacen los historiadores burgueses de la filosofía, y silenciar su materialismo equivale a escamotear lo principal, lo decisivo en sus concepciones.
John Toland (1670-1722) avanza del deísmo al materialismo. En su obra Cristianismo no misterioso admite todavía las verdades reveladas. Pero apunta ya que las proposiciones de la religión cristiana no pueden estar ni en contra ni sobre la razón. En Cartas a Serena (1704) desarrolla el materialismo y hace enmiendas substanciales a la doctrina de Spinoza. La religión no es una revelación divina, sino un engendro de prejuicios. Toland somete a crítica la doctrina spinoziana de la substancia. Partiendo de la frase de Newton: "El reposo de la materia es puro disparate", rechaza la inmovilidad de la substancia spinoziana. El mundo como un todo es eterno, pero cambia sin cesar; la vida y el movimiento caracterizan no sólo a las cosas individuales, sino también a la substancia. Toland formula por primera vez una de las proposiciones más importantes del materialismo: "... el movimiento es propiedad esencial de la materia..., tan inseparable de su naturaleza como son inseparables de ella la impenetrabilidad y la extensión."« La materia es también la base del pensamiento. El pensamiento es un movimiento corporal condicionado por la estructura y la actividad del cerebro. Por ello, una enfermedad del cerebro es una enfermedad del pensamiento y la suspensión de las funciones del cerebro comporta la falta de pensamiento.
En su áspera crítica de la religión sostiene que todas las religiones no son más que engaño de sacerdotes y gobernantes para tener embridadas a las masas populares. Ciertamente, por radical que sea esta crítica y la de otros ilustradores ingleses, en todos ellos adolece de limitación y hasta de ambigüedad. Ante todo, su base social era restringida. El deísmo, la crítica ilustrada de la religión, era cosa destinada a unos pocos, los aristócratas del espíritu. La burguesía inglesa abandonaba con disgusto las ilusiones religiosas, que arropaban en su conciencia acciones y afanes políticos reales. No obstante, aun bajo esta forma ambigua, el deísmo inglés y el libre pensamiento inglés en materia religiosa de comienzos del siglo XVIII constituían un serio peligro para la ideología feudal, cuyos defensores no querían replegarse. Precisamente estos medios apoyaron a George Berkeley contra la Ilustración.
El idealismo subjetivo de Berkeley
George Berkeley (1685-1753) nació en Irlanda, en el seno de una familia inglesa de nobles. Estudió en el Trinity College de Dublín, donde predominaba el espíritu escolástico y donde las disciplinas principales eran la teología, la metafísica, la ética y la lógica. Extramuros universitarios estaban ampliamente difundidas las doctrinas de Descartes y Locke, polemizaban los partidarios de la física torbellinante cartesiana con los seguidores de la física gravitatoria newtoniana.
Berkeley, atento estudioso de las teorías científiconaturales, decidió ya en sus años juveniles combatir lo que eran los resultados fundamentales de la filosofía y la ciencia avanzadas. Como observara los progresos de las doctrinas materialistas y mecanicistas pensó atacar no tal o cual manifestación del materialismo, sino la noción clave, según él juzgaba, de todos los tipos del materialismo, esto es, la noción de la materia como base substancial de toda la multiplicidad de cuerpos y sus cualidades. Estrecha conexión con la noción de materia tiene la idea del espacio que, como entendía la física de Newton, existe aparte de los cuerpos, como habitáculo común de todas las cosas naturales. La filosofía de Locke, materialista en su conjunto, partía de que la fuente de las sensaciones era el mundo externo, que existía independientemente de la conciencia.
Berkeley rechaza este punto de partida materialista de la doctrina lockiana y afirma que las sensaciones ("ideas") son la única realidad perceptible por el hombre. Al sensualismo materialista de Locke opone el sensualismo idealista.
Locke había tratado de aclarar también el método por el cual llegamos a las ideas de materia y espacio. Era el método de la abstracción. Pensaba que, abstrayéndonos de todos los rasgos
y todas las notas particulares de las cosas, nuestro entendimiento capta los rasgos y las notas comunes a todos los objetos y, de esta suerte, llega a la idea general abstracta de la materia en cuanto tal, del espacio en cuanto tal, etc. Berkeley intenta demostrar por todos los medios a su alcance que nuestra mente es incapaz de concebir la abstracción descrita por Locke. Es imposible la idea general abstracta de "extensión" o de espacio". Es absurda, internamente contradictoria. No pode mos percibir ni concebir semejante idea. Lo mismo acontece con la idea abstracta de la materia. A demostrar estas concepciones dedica Berkeley su Tratado sobre los principios del conocimiento humano (1710) y Tres diálogos entre Hilas y Philonus
(1713), obras en las que no oculta que su principal propósito es combatir el materialismo y todas sus manifestaciones en la ciencia.
Según Berkeley, la premisa de la noción de materia, lo mismo que la de espacio, consiste en admitir que, abstrayéndonos de las propiedades particulares de las cosas que percibimos por medio de diversas sensaciones, podemos formar la idea abstracta de un substrato material común a todas ellas. Pero eso es imposible, dice. No tenemos ni puede haber una aprehensión sensorial de la materia en cuanto tal. Percibimos únicamente las cosas singulares, y cada una de estas percepciones es la suma de diversas sensaciones o, según la terminología berkeleyana, "ideas". Tales son las ideas de flores, aromas, sonidos, de sensaciones térmicas, tangibles, etc. "Ser" significa siempre "ser percibido". Vemos colores, pero no la materia coloreada, oímos sonidos, pero no la materia sonante, etc. A juicio de Berkeley no puede existir la idea general abstracta de materia, como no puede existir la idea abstracta de extensión, espacio, etc. Una palabra se torna general no por ser signo de una idea general abstracta, sino por que es capaz de ser signo de muchas ideas particulares a cada una
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