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Filosofia en sus origenes.


Enviado por   •  5 de Noviembre de 2016  •  Informes  •  6.369 Palabras (26 Páginas)  •  202 Visitas

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LA FILOSOFÍA EN SUS INICIOS

CÁTEDRA FUNDAMENTOS DE FILOSOFÍA

01/02/2012

SIMON MARTINEZ UBÁRNEZ

LA FILOSOFÍA EN SUS ORIGENES

Desde sus inicios, la filosofía ha sido una disciplina del preguntar, del indagar permanente sobre los hechos y sucesos que acontecen en el entorno del hombre, frente a los cuales, la mente humana no permanece imparcial y con acuciosidad se ocupa de responder a los interrogantes que la realidad le suscita.

Los primeros filósofos, aquellos griegos que dieron comienzo a esta disciplina, especialmente en las colonias griegas del Mediterráneo, en el Asia Menor, en el sur de Italia y en Sicilia, se preocuparon principalmente por buscar una explicación racional del mundo físico, indagando acerca de la naturaleza o el principio constitutivo de los seres que lo componen. Esta preocupación fue dando forma a una serie de respuestas totalmente diferentes a las que hasta ahora habían dado las opiniones populares, obtenidas directamente de las percepciones sensibles; o las que se inspiraban en la superstición, la magia o la religión, para dar conceptos esotéricos sobre la realidad, sin mayor fundamentación lógica o racional, y con el nivel de desarrollo del pensamiento humano, estas explicaciones ya eran consideradas insuficientes.

Estos hombres, que comienzan a desplegar sus inquietudes a partir del siglo VII, a.C. se interesan de manera apasionada por el ser, por su esencia y las leyes que lo rigen, inquiriendo por las últimas razones para explicar el ser y el acontecer; dando forma a una forma de pensar demostrativo, que inconforme con los relatos, busca ir más allá; y por medio de la observación y la reflexión crítica, pretende captar algo, pero al mismo tiempo razonarlo para explicarlo con razones suficientes.

Esto abrió el camino de una segunda tendencia del pensamiento, que frente al interés por el mundo físico, subrayó la importancia de las formas inmateriales o ideas de fundamento racional, desprendida de toda explicación mágica, mítica o supersticiosa que pretendiera explicar la realidad desde esta perspectiva. En el momento en el que la razón se despoja del mito, la magia o la religión como instancias de explicación del mundo, está dando forma al surgimiento del pensar conceptual y simultáneamente va adquiriendo forma el pensamiento filosófico occidental.

En ese contexto, el filosofar aparece como la forma de abordar el problema generado por la incompatibilidad encontrada entre la observación sensorial y el pensamiento, ya que lo que le da forma inmediata a la representación sensorial, es considerado como insuficiente para explicar o responder a las exigencias del pensar conceptual. Contraposición que va a determinar las tendencias iniciales de la filosofía griega y a partir de ésta, del resto de la filosofía occidental a lo largo de la historia.

Es de esa manera como los primeros filósofos griegos, acentúan el valor del pensamiento conceptual, sobre la experiencia del sentido común o las intuiciones mágico-religiosas, en la medida que para ellos, solo la razón, el pensamiento, el logos, es apto para conocer la realidad. Incluso, en algunos casos, como en el de los pitagóricos, se asume como principio, que el mismo conocimiento es determinación conceptual.

Las orientaciones que toma el pensamiento filosófico entre los presocráticos, o sea los pensadores griegos anteriores al periodo socrático, ya permites vislumbrar el carácter del pensar filosófico en general, de tal modo que, como señala Hirschberger “la filosofía es algo primordialmente humano, algo distinto de la especialización de las ciencias particulares, a la vez algo universalmente humano y accesible por principio a a todo pensar normal”[1]

La organización del pensamiento intelectual va dando forma a una serie de conceptos fundamentales que aún mantienen vigencia y uso en la actualidad, tales como idea, elemento, principio, materia, forma, razón, espíritu, ser, cambio, permanencia… Pero si bien se da un gran avance en la construcción del lenguaje filosófico básico, lo decisivo no son las palabras y los términos, sino el modo de plantear los problemas, el abordaje del filosofar mismo a partir de las cuestiones que preocupaban al hombre de entonces, y es en este ejercicio en donde van adquiriendo forma esos conceptos.

La filosofía pues, toma forma a partir del momento en que los antiguos griegos advierten y acentúan la diferencia entre la observación empírica, la experiencia de los sentido y el pensamiento racional; y en la medida en que se alejan las teorías explicativas de la realidad, a partir de las representaciones empíricas habituales, más se van convenciendo de que sus nuevos descubrimientos se fundamentan en algo totalmente diferente a la creencia u opinión cotidiana. Aunque no es mucho lo que en ese momento pueden decir o explicar teóricamente sobre el problema, crean una primera oposición entre verdad y opinión, llegando a la conclusión de que la verdad como tarea, corresponde al pensar, única fuente de verdad, por cuanto los sentidos solo suministran ilusión, mentira y engaño. Se llega incluso a declarar el carácter  paradójico y contrapuesto entre las adquisiciones racionales de la mente y las de los sentidos.

Tal vez este carácter paradójico queda planteado con suficiente claridad por primera vez y en forma explícita, en Heráclito y Parménides. Estos dos filósofos, aún siendo tan próximos o contemporáneos en el tiempo, plantean posiciones doctrinales totalmente contrapuestas, que incluso marcan posiciones germinales que hacia el futuro van a definir tendencias en el pensamiento filosófico.

Heráclito plantea el engaño de los sentidos y el error de la gente, cuando no se da cuenta de que la percepción burla al hombre con la falsa apariencia de las cosas invariantes, de lo fijo y lo permanente. Según el filósofo de Éfeso, el devenir es más principio que la materia y que la forma; pues lo que las cosas son, lo son solo en la medida que existe la eterna inquietud del devenir; todo fluye. El símbolo del devenir y del cambio permanente es el fuego: este mundo es increado, sino que siempre fue y siempre será fuego eternamente vivo, que se aviva con medida y con medida se extingue. En consecuencia, el devenir no es caótico ni anárquico, pues está dominado por la medida, que es el logos, al cual están sujetas toda contradicción y toda dialéctica.

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