ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

Filosofia


Enviado por   •  5 de Mayo de 2013  •  3.958 Palabras (16 Páginas)  •  230 Visitas

Página 1 de 16

Símil del sol.

¿Quieres, entonces, ver cosas feas, ciegas y tuertas cuando podrías oírlas claras y hermosas de labios de otros?

-¡Por Zeus! -dijo Glaucón-. No te detengas, ¡oh, Sócrates!, como si hubieses llegado ya al final. A nosotros nos basta que, como nos explicaste lo que eran la justicia, templanza y demás virtudes, del mismo modo nos expliques igualmente lo que es el bien.

-También yo, compañero -dije-, me daría por plenamente satisfecho. Pero no sea que resulte incapaz de hacerlo y provoque vuestras risas con mis torpes esfuerzos. En fin, dejemos por ahora, mis bienaventurados amigos, lo que pueda ser lo bueno en sí, pues me parece un tema demasiado elevado para que, con el impulso que llevamos ahora, podamos llegar en este momento a mi concepción acerca de ello. En cambio estoy dispuesto a hablaros de algo que parece ser hijo del bien y asemejarse sumamente a él; eso si a vosotros os agrada, y si no lo dejamos.

-Háblanos, pues -dijo-. Otra vez nos pagarás tu deuda con la descripción del padre.

507a -¡Ojalá -dije- pudiera yo pagarla y vosotros percibirla entera en vez de contentaros, como ahora, con los intereses! En fin, llevaos, pues, este hijo del bien en sí, este interés producido por él; mas cuidad de que yo no os engañe involuntariamente pagándoos los réditos en moneda falsa.

-Tendremos todo el cuidado posible -dijo-. Pero habla ya.

-Sí -contesté-, pero después de haberme puesto de acuerdo con vosotros y de haberos recordado lo que se ha dicho antes y se había dicho ya muchas otras veces.

b -¿Qué? -dijo.

-Afirmamos y definimos en nuestra argumentación -dije-la existencia de muchas cosas buenas y muchas cosas hermosas y muchas también de cada una de las demás clases.

-En efecto, así lo afirmamos.

-Y que existe, por otra parte, lo bello en sí y lo bueno en sí; y del mismo modo, con respecto a todas las cosas que antes definíamos como múltiples, consideramos, por el contrario, cada una de ellas como correspondiente a una sola idea, cuya unidad suponemos, y llamamos a cada cosa «aquello que es».

-Tal sucede.

-Y de lo múltiple decimos que es visto, pero no concebido, y de las ideas, en cambio, que son concebidas, pero no vistas.

-En absoluto.

-Ahora bien, ¿con qué parte de nosotros vemos lo que es visto?

-Con la vista -dijo.

-¿Y no percibimos -dije- por el oído lo que se oye y por medio de los demás sentidos todo lo que se percibe?

-¿Cómo no?

-¿No has observado -dije- de cuánta mayor generosidad usó el artífice de los sentidos para con la facultad de ver y ser visto?

-No, en modo alguno -dijo.

-Pues considera lo siguiente: ¿existe alguna cosa de especie distinta que les sea necesaria al oído para oír o a la voz para ser oída; algún tercer elemento en ausencia del cual no podrá oír el uno ni ser oída la otra?

-Ninguna -dijo.

-Y creo también -dije yo-que hay muchas otras facultades, por no decir todas, que no necesitan de nada semejante. ¿O puedes tú citarme alguna?

-No, por cierto -dijo.

-Y en cuanto a la facultad de ver y ser visto, ¿no te has dado cuenta de que ésta sí que necesita?

-¿Cómo?

-Porque aunque, habiendo vista en los ojos, quiera su poseedor usar de ella y esté presente el color en las cosas, sabes muy bien que, si no se añade la tercera especie particularmente constituida para este mismo objeto, ni la vista verá nada ni los colores serán visibles.

-¿Y qué es eso -dijo- a que te refieres?

-Aquello -contesté-a lo que tú llamas luz.

-Tienes razón -dijo.

-No es pequeña, pues, la medida en que, por lo que toca a excelencia, supera el lazo de unión entre el sentido de la vista y la facultad de ser visto a los que forman las demás uniones; a no ser que la luz sea algo despreciable.

-No -dijo-; está muy lejos de serlo.

XIX. -¿Y a cuál de los dioses del cielo puedes indicar como dueño de estas cosas y productor de la luz por medio de la cual vemos nosotros y son vistos los objetos con la mayor perfección posible?

-Al mismo -dijo- que tú y los demás, pues es evidente que preguntas por el sol.

-Ahora bien, ¿no se encuentra la vista en la siguiente relación con respecto a este dios?

-¿En cuál?

-No es sol la vista en sí ni tampoco el órgano en que se produce, al cual llamamos ojo.

-No, en efecto.

-Pero éste es, por lo menos, el más parecido al sol, creo yo, de entre los órganos de los sentidos.

-Con mucho.

-Y el poder que tiene, ¿no lo posee como algo dispensado por el sol en forma de una especie de emanación?

-En un todo.

-¿Mas no es así que el sol no es visión, sino que, siendo causante de ésta, es percibido por ella misma?

-Así es -dijo.

-Pues bien, he aquí -continué- lo que puedes decir que yo designaba como hijo del bien, engendrado por éste a su semejanza como algo que, en la región visible, se comporta, con respecto a la visión y a lo visto, del mismo modo que aquél en la región inteligible con respecto a la inteligencia y a lo aprehendido por ella.

-¿Cómo ? -dijo-. Explícamelo algo más.

-¿No sabes -dije-, con respecto a los ojos, que, cuando no se les dirige a aquello sobre cuyos colores se extienda la luz del sol, sino a lo que alcanzan las sombras nocturnas, ven con dificultad y parecen casi ciegos como si no hubiera en ellos visión clara?

-Efectivamente -dijo.

-En cambio, cuando ven perfectamente lo que el sol ilumina, se muestra, creo yo, que esa visión existe en aquellos mismos ojos.

-¿Cómo

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (22.5 Kb)  
Leer 15 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com