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Filosofos


Enviado por   •  19 de Septiembre de 2013  •  16.481 Palabras (66 Páginas)  •  253 Visitas

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S O C R A T E S

Sócrates es el primer filósofo nacido en Atenas, y tanto él como sus dos sucesores (Platón y Aristóteles) vivieron y actuaron en Atenas.

Sócrates (470-399 a. de C.) es quizás el personaje más enigmático de toda la historia de la filosofía. No escribió nada en absoluto. Y sin embargo, es uno de los filósofos que más influencia ha ejercido sobre el pensamiento europeo. Esto se debe en parte a su dramática muerte.

Sabemos que nació en Atenas y que pasó la mayor parte de su vida por calles y plazas conversando con la gente con la que se topaba. Los árboles en el campo no me pueden enseñar nada, decía. A menudo se quedaba inmóvil, de pie, en profunda meditación durante horas.

Ya en vida fue considerado una persona enigmática y, al poco tiempo de morir, como el artífice de una serie de distintas corrientes filosóficas. Precisamente porque era tan enigmático y ambiguo, podía ser utilizado en provecho de corrientes completamente diferentes.

Lo que es seguro es que era feo de remate. Era bajito y gordo, con ojos saltones y nariz respingona. Pero interiormente era, se decía, maravilloso. También se decía de él: Se puede buscar y rebuscar en su propia época, se puede buscar y rebuscar en el pasado, pero nunca se encontrará a nadie como él. Y, sin embargo, fue condenado a muerte por su actividad filosófica.

La vida de Sócrates se conoce sobre todo a través de Platón, que fue su alumno y que, por otra parte, sería uno de los filósofos más grandes de la historia. Platón escribió muchos diálogos –o conversaciones filosóficas– en los que utilizaba a Sócrates como portavoz.

No podemos estar completamente seguros de que las palabras que Platón pone en boca de Sócrates fueran verdaderamente pronunciadas por Sócrates, y, por ello, resulta un poco difícil separar entre lo que era la doctrina de Sócrates y las palabras del propio Platón. Este problema también surge con otros personajes históricos que no dejaron ninguna fuente escrita. El ejemplo más conocido de esto es, sin duda, Jesucristo. No podemos estar seguros de que el Jesús histórico dijera verdaderamente lo que ponen en su boca Mateo o Lucas. Lo mismo pasa también con lo que dijo el Sócrates histórico. Sin embargo, no es tan importante saber quién era Sócrates verdaderamente. Es, ante todo, la imagen que nos proporciona Platón de Sócrates la que ha inspirado a los pensadores de Occidente durante casi 2. 500 años.

El arte de conversar

La propia esencia de la actividad de Sócrates es que su objetivo no era enseñar a la gente. Daba más bien la impresión de que aprendía de las personas con las que hablaba. De modo que no enseñaba como cualquier maestro de escuela. No, no, él conversaba.

Está claro que no se habría convertido en un famoso filósofo si sólo hubiera escuchado a los demás. Y tampoco le habrían condenado a muerte, claro está. Pero, sobre todo, al principio solía simplemente hacer preguntas, dando a entender que no sabía nada. En el transcurso de la conversación, solía conseguir que su interlocutor viera los fallos de su propio razonamiento. Y entonces, podía suceder que el otro se viera acorralado y, al final, tuviera que darse cuenta de lo que era bueno y lo que era malo.

Se dice que la madre de Sócrates era comadrona, y Sócrates comparaba su propia actividad con la del arte de parir de la comadrona. No es la comadrona la que pare al niño. Simplemente está presente para ayudar durante el parto. Así, Sócrates consideraba su misión ayudar a las personas a parir la debida comprensión. Porque el verdadero conocimiento tiene que salir del interior de cada uno. No puede ser impuesto por otros. Sólo el conocimiento que llega desde dentro es el verdadero conocimiento.

Puntualizo: la capacidad de parir hijos es una facultad natural. De la misma manera, todas las personas pueden llegar a entender las verdades filosóficas cuando utilizan su razón. Cuando una persona “entra en juicio”, recoge algo de ella misma.

Precisamente haciéndose el ignorante, Sócrates obligaba a la gente con la que se topaba a utilizar su sentido común. Sócrates se hacía el ignorante, es decir, aparentaba ser más tonto de lo que era. Esto lo llamamos ironía socrática. De esa manera, podía constantemente señalar los puntos débiles de la manera de pensar de los atenienses. Esto solía suceder en plazas públicas.

Un encuentro con Sócrates podía significar quedar en ridículo ante un gran público.

Por lo tanto, no es de extrañar que Sócrates, a la larga, pudiera resultar molesto e irritante, sobre todo para los que sostenían los poderes de la sociedad. Atenas es como un caballo apático, decía Sócrates, y yo soy un moscardón que intenta despertarlo y mantenerlo vivo.

Una voz divina

No era con intención de torturar a su prójimo por lo que Sócrates les incordiaba continuamente. Había algo dentro de él que no le dejaba elección. El solía decir que tenía una voz divina en su interior. Sócrates protestaba, por ejemplo, contra tener que participar en condenar a alguien a muerte. Además, se negaba a delatar a adversarios políticos. Esto le costaría al final, la vida.

En 399 a. de C. fue acusado de “introducir nuevos dioses” y de “llevar a la juventud por caminos equivocados”.

Por una escasa mayoría, fue declarado culpable por un jurado de 500 miembros. Seguramente podría haber suplicado clemencia.

Al menos, podría haber salvado el pellejo si hubiera accedido a abandonar Atenas. Pero si lo hubiera hecho, no habría sido Sócrates. El caso es que valoraba su propia conciencia –y la verdad– más que su propia vida. Aseguró que había actuado por el bien del Estado. Y, sin embargo, lo condenaron a muerte. Poco tiempo después, vació la copa de veneno en presencia de sus amigos más íntimos. Luego cayó muerto al suelo.

¿Por qué tuvo que morir Sócrates? Esta pregunta ha sido planteada por los seres humanos durante 2. 400 años.

Pero él no es la única persona en la historia que ha ido hasta el final, muriendo por su convicción. Jesús, también lo hizo, y existen algunos puntos comunes entre Sócrates y Jesús. Veamos algunos.

Tanto Jesús como Sócrates eran considerados personas enigmáticas por sus contemporáneos. Ninguno de los dos escribió su mensaje, lo que significa que dependemos totalmente de la imagen que de ellos dejaron sus discípulos. Lo que está por encima de cualquier duda, es que los dos eran maestros en el arte de conversar. Además, hablaban con una autosuficiencia

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