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Filosofía Contemporanea


Enviado por   •  18 de Noviembre de 2013  •  2.538 Palabras (11 Páginas)  •  290 Visitas

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En José Ortega y Gasset (1883-1955) vuelve a primer plano el ideal de «europeización» que fue característico de las generaciones krausista e ins¬titucionista, frente al retroceso que en esta línea significan los hombres del 98, Y en particular Unamuno. Con todo, lo mismo que este último, Ortega ha de ser considerado como un pensador independiente, de rasgos perso¬nales muy acentuados.

Ningún escritor español del siglo xx ha alcanzado tal renombre en los círculos cultos nacionales y extranjeros. Este éxito se debe al modo hu¬mano de enfrentarse con la cultura en sus varias manifestaciones actuales e históricas, a la fina penetración de su espíritu para revelar los fondos íntimos de las situaciones humanas individuales y sociales, y en muy im¬portante medida al arte exquisito de su estilo, a la par «seductor y per¬suasivo», en que ha dado cauce popular a su pensamiento.

Como más interesantes para la historia de la Filosofía pueden señalar¬se las siguientes obras: Meditaciones del Quijote (1914), El tema de nuestro tiempo (1923), Kant. Reflexiones de Centenario (1924), Las Atlántidas (1924), La «Filosofía de la Historia» de Hegel y la historiología (1928), Filosofía pura Anejo a mi folleto «Kant» (1929), Pidiendo un Goethe desde dentro (1932), Guillermo Dilthey y la idea de la vida (1933-34), Historia como sistema (ed. inglesa 1935, esp. 1941), los Prólogos a las traducciones de Vorlander (1921) y Bréhier (1942), El hombre y la gente (1957, edic. póstuma, como las siguientes), Qué es filosofía (1958), La idea de prin¬cipio en Leibniz y la evolución de la teoría deductiva (1958), Origen y epílogo de la filosofía (México 1960); para la Filosofía de la Historia y concepción de la política son de especial valor: Vieja y nueva política (1914), España invertebrada (1921), Mirabeau o el Político (1927), La rebelión de las masas (1930) y Rectificación de la República (1931); Me¬ditación de Europa (1960), Una interpretación de la Historia Universal en torno a Toynbee (1960). Aparte de esto es preciso señalar la extensa labor de la «Revista de Occidente» (1923-36), fundada y dirigida por Ortega, con todo el fondo de publicaciones afines, que ha sido en este espacio de tiempo el instrumento más eficaz para el conocimiento y difusión en Espa¬ña del pensamiento europeo.

Raciovitalismo. Doctrinalmente, Ortega se independiza pronto del idealismo neokantiano recibido en Marburgo bajo el magisterio de H. Cohen. «La misión del intelecto no es proyectar su forma sobre el caos de datos recibidos, sino precisamente lo contrario. La característica del pensamiento... consiste en adoptar la forma de los objetos, hacer de éstos su principio y norma» (La «Filosofía de la Historia» de Hegel y la historio¬logía; Obras IV, 538). Es ésta una confesión clara de realismo, en cons¬ciente oposición al logicismo formalista de la escuela. En esta primera formación, sin embargo, Ortega conoce a Kant y adquiere un contacto inmediato con todo el pensamiento filosófico moderno, que queda defini¬tivamente adherido a su substancia espiritual. Además, la escuela de Mar¬burgo, lo mismo que la de Heidelberg y Friburgo (esc. badense), incor-pora al kantismo la dimensión histórica que a éste le falta. Aquí se des¬arrolla en Ortega un fino sentido para los problemas de la historia y de la cultura; en este terreno se va a mover su espíritu con insaciable curiosidad y con irrefrenable afán teorizador.

La realidad humana, en su concreto vivir histórico, será el centro de su atención. Puede decirse que el signo del tiempo, a comienzos del siglo xx, es dar entrada en un sistema filosófico al lado individual y «circunstancial» de la vida, al sujeto concreto, absorbido por los excesos lógicos del forma¬lismo neokantiano y por los cánones universalistas del cientificismo del siglo XIX. Tal es el sentido de Kierkegaard, Nietzsche y Bergson, sentido que desembocará en el posterior existencialismo. Desde las Meditaciones del Quijote luce ya, con tono reivindicador, la valoración de la «circuns¬tancia». En la fórmula orteguiana de primera hora «Yo soy yo y mi cir¬cunstancia» (Obras 1, 332) hay una voluntad de expresar la interpretación necesitada de yo y mundo, como un todo concreto, indiviso, irrepetible, del que es preciso partir para entender al hombre y al mundo.

El núcleo o realidad radical de ese todo unitario circunstanciado es la vida del hombre. En la interpretación de esta vida puede señalarse, en la producción orteguiana, una línea de evolución que va desde una postura acentuadamente vitalista, hasta una versión de tipo ontológico existencial.

El tema de nuestro tiempo, no obstante su intención pro gramática de inte¬grar razón y vida, sumándose ambos sin deshacerse, raciovitalismo, equi¬distante del unilateral relativismo y racionalismo, contiene anhelos de clara impronta nietzscheana: «El tema de nuestro tiempo consiste en so¬meter la razón a la vitalidad» (Obras 111, 178). El sentido histórico, espon¬táneo y variable de esta razón vital es desarrollado particularmente en Las Atlántidas, en La «Filosofía de la Historia» de Hegel... y en Dilthey y la idea de la vida. Las sorprendentes coincidencias con Dilthey determinan en Ortega una curiosa reacción tendente a destacarse del pensador alemán, para lo cual fuerza él un poco la interpretación psicológico-em¬pirista, y, por tanto, irracional, de la vida en aquél, y subraya, por su parte, el carácter «también» racional de la vida y de la historia. Quiere a todo trance salvar la razón en la historia, como procuró antes salvar la razón en la vida. A partir del escrito Pidiendo un Goethe desde dentro, y particularmente en Historia como sistema, el acento incide en el carácter dinámico de la existencia humana, como un «quehacer», no cosa, ni ma¬teria, ni espíritu, es decir, substancia hecha, sino un «drama» individual, un drama inevitable, como naufragio en lucha con las cosas para sostener el vivir: «vivir es ser fuera de sí -realizarse-; el programa vitaL.. oprime la circunstancia para alojarse en ella; esta unidad de dinamismo dramático entre ambos elementos -yo y el mundo- es la vida» (Pidiendo un Goe¬the... Obras IV, 400). Este dinamismo es necesitado y fatalmente libre. Se puede aceptar la propia circunstancia y vocación, «autenticidad», o puede uno falsificarse a sí mismo; el hombre es libre «a la fuerza»; en todo momento se le abren diversas posibilidades y tiene él que determinar la que va a ser (Hist. como sistema, Obras VI, 33). Parecidos conceptos se expresan en La rebelión de las masas (Obras IV, 170s).

Ortega desarrolla en estos escritos, en gran consonancia con Hei¬degger, toda la temática existencialista del hombre individuo, persona y Íibertad.

Perspectivismo. La visión radicalmente histórica

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