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Humanismo Griego


Enviado por   •  19 de Septiembre de 2013  •  2.785 Palabras (12 Páginas)  •  1.056 Visitas

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HUMANISMO GRIEGO

El descubrimiento del hombre

Lectura

LA SOFISTICA, G. Reale y D. Antiseri, Historia del pensamiento filosófico y científico, Herder; Barcelona 1991, Tomo I, Cáp. III, Págs. 75-79 y 83-84 (párrafos 1 y 5).

Para enriquecer nuestro vocabulario

Physis • Es lo físico material. Lo que concierne a la naturaleza y constitución corpórea o material.

Metecos

Este nombre se les daba a los extranjeros domiciliados en las ciudades griegas.

Arete • Virtud. Modo de ser virtuoso. Actitud de vida.

Polis • Ciudad-estado en la antigua Grecia.

Hélade • Civilización de la Grecia continental.

Eristas • Sofistas que practicaban el arte de la controversia.

Antilogía • Contradicción entre dos textos o expresiones.

Para recrear el intelecto LA

“El hombre en el centro”, de la novela sobre la historia de la filosofía: El mundo de Sofía, Jostein

Gaarder, Patria/ Siruela, México 1998, Págs. 74-76.

Lectura L2

LA SOFISTICA, G. Reale y D. Antiseri, Historia del pensamiento filosófico y científico, Herder; Barcelona 1991, Tomo I, Cáp. III. Págs. 75-79 y 83-84 (párrafos 1 y 5).

La Sofística: el desplazamiento del eje de la búsqueda filosófica desde el cosmos hasta el hombre

Orígenes, naturaleza y finalidad del movimiento sofista

«Sofista» es una palabra que significa «sabio», «experto en el saber». La acepción del término, por sí misma positiva, se convirtió en negativa a causa sobre todo de la toma de posición notablemente polémica de Platón y de Aristóteles. Estos sostuvieron que, como ya había dicho Sócrates, el saber de los sofistas era aparente y no efectivo, y que además no se profesaba con objeto de una búsqueda desinteresada de la verdad, sino con fines de lucro. Platón, en especial, insiste sobre la peligrosidad — desde el punto de vista moral— de las ideas de los sofistas, además de su inconsistencia teórica. Durante mucho tiempo los historiadores de la filosofía aceptaron sin discusión los juicios de Platón y de Aristóteles acerca de los sofistas, además de las informaciones que ambos filósofos ofrecían sobre estos pensadores. En consecuencia, por regla general, el movimiento de los sofistas fue infravalorado y se le consideró básicamente como un momento de grave decadencia del pensamiento griego. Sólo en nuestro siglo ha sido posible efectuar una sistemática revisión de aquellos juicios, con la consiguiente revalorización radical de ese movimiento, desde el punto de vista histórico y filosófico. Actualmente todos comparten las conclusiones que extrae W. Jaeger: «Los sofistas son un fenómeno tan necesario como Sócrates y Platón; más aún, éstos sin aquéllos resultan del todo impensables.»

En efecto, los sofistas llevaron a cabo una revolución espiritual en sentido estricto, desplazando el eje de la reflexión filosófica desde la physis y el cosmos hasta el hombre y hasta lo que concierne la vida del hombre en tanto que miembro de una sociedad. Se comprende entonces que los temas dominantes de la sofística fuesen la ética, la política, la retórica, el arte, la lengua, la religión, la educación, es decir lo que hoy llamaríamos la cultura del hombre. Por lo tanto, cabe afirmar con exactitud que gracias a los sofistas se inicia el período humanista de la filosofía antigua.

Este radical desplazamiento del eje de la filosofía se explica por la acción conjunta de dos tipos diferentes de causas. Por un lado, como hemos visto, se habían ido agotando paulatinamente todas las posibilidades de la filosofía de la physis. Ya se habían recorrido todas sus sendas y el pensamiento físico había llegado a sus límites extremos. Era obligada la búsqueda de otro objetivo. Por otra parte, durante el siglo V a.C. tuvieron lugar fenómenos sociales, económicos y culturales que al mismo tiempo favorecieron el desarrollo de la sofística y, a su vez, fueron favorecidos por ella.

Recordemos antes que nada la lenta pero inexorable crisis de la aristocracia, que avanza al mismo ritmo que el poder del demos, del pueblo, cada vez mayor; la afluencia cada vez más numerosa de metecos a las ciudades, sobre todo a Atenas; el crecimiento del comercio que, superando los límites de cada ciudad por separado, las ponían en contacto con un mundo más amplio; la difusión de las experiencias y de los conocimientos de los viajeros, que provocaban el inevitable enfrentamiento entre las costumbres, las leyes y los usos helénicos, y costumbres, leyes y usos totalmente diferentes. Todos estos factores contribuyeron notablemente al surgimiento de la problemática sofística. La crisis de la aristocracia comportó asimismo la crisis de la antigua arete, de los valores tradicionales, que eran precisamente los valores más preciados de la aristocracia. La gradual consolidación del poder del demos y la ampliación a círculos más vastos de la posibilidad de acceder al poder, provocaron el

resquebrajamiento de la convicción según la cual la arete estaba ligada al nacimiento (la virtud era algo innato y no algo adquirido), con lo cual pasó a primer plano el problema de cómo se adquiere la virtud política. La ruptura del restringido círculo de la polis y el conocimiento de costumbres, leyes y usos opuestos constituyeron la premisa necesaria del relativismo, engendrando la convicción de que aquello que se consideraba como eternamente válido carecía en cambio de valor, en otros ambientes y en otras circunstancias. Los sofistas supieron captar a la perfección estas demandas de la asendereada época que les tocó vivir, las supieron explicitar y les supieron otorgar su propio estilo y su propia voz. Esto explica por qué lograron tanto éxito, sobre todo entre los jóvenes. Estaban respondiendo a las necesidades reales del momento: decían a los jóvenes

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