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Humanismo Y Debate De La Modernidad


Enviado por   •  12 de Octubre de 2012  •  9.177 Palabras (37 Páginas)  •  9.717 Visitas

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UNIDAD II HUMANISMO Y DEBATE DE LA MODERNIDAD

2.1 El Pensamiento Moderno

2.2 La Crisis de la Modernidad

2.3 Modernidad y globalización

2.1 EL PENSAMIENTO MODERNO

I SUS ORÍGENES

El abigarrado cuerpo de ideas que conforma el pensamiento moderno no obedece a hechos programados, ni menos, a un estado de ideas que hayan emergido en forma fortuita. Han de acontecer una sucesión de situaciones y hechos de distinta naturaleza que van a encontrar el clímax de su cristalización en la Revolución Francesa.

Anterior a la Revolución Francesa, el origen de la Modernidad podemos remontarlo al siglo XVII cuando Galileo sienta las bases de lo que pasará a reconocerse como la ciencia moderna. Incluso, podríamos remitirnos al periodo de la Reforma, en el siglo XVI, cuando el hombre logra la libertad espiritual y de conciencia religiosa. Otros prefieren ver su origen en el siglo XIV y XV tomando como referencias la invención de la imprenta, el reloj mecánico o el descubrimiento de América. Sin embargo, al margen del hecho histórico que pueda identificar su origen, lo cierto es que éste viene a representar el punto de quiebre de la sociedad feudal, tanto en el orden intelectual, social, cultural como en el político.

La Modernidad viene a describir una determinada concepción del hombre y del mundo en la que participan principios culturales provenientes de los campos más diversos. Si bien sus principios se originan en la Europa de los siglos XVI y XVII, contendrá elementos posteriores que se irán incorporando en los siglos siguientes. La incorporación de nuevos elementos nos presentan una Modernidad que se caracteriza por la planetización de todos los procesos de modernización y, por tanto, la universalización de los principales problemas que afectan a nuestras sociedades. La historia moderna reconocerá un fenómeno histórico-cultural que se centrará en tomo a aquel esfuerzo tendiente a romper las cadenas de todo determinismo que atente contra la legítima autonomía del hombre como ser racional y libre.

La Modernidad ha sabido probar que al hombre le ha sido posible gobernarse por sí mismo, tomar sus propias decisiones, pensar y sentir como mejor lo creyese conveniente. Los principios de la democracia política, de la autonomía religiosa, del secularismo, etc. han sabido dar expresión al anhelo de libertad desde ópticas distintas. Prontamente se fueron rompiendo las cadenas que habían oprimido a los hombres por siglos, siendo este hecho, precisamente, el mayor atributo logrado por el hombre moderno. Ciertamente, el hombre había vencido finalmente a las fuerzas de la naturaleza adueñándose de ella y se había sacudido de la dominación de la Iglesia y del Estado absolutista. La abolición de la dominación exterior parecía ser no sólo una condición necesaria, sino también imprescindible para alcanzar el objetivo anhelado por las generaciones precedentes, vale decir, la libertad plena del individuo.

Ahora bien, la vastedad y complejidad que representa la Modernidad nos obligan a enfrentarla a través de múltiples planos. No en vano más o menos 400 años de historia es un tiempo más que suficiente para que hayan acontecido una sucesión de hechos que han terminado por estructurar una época histórica con perfiles muy propios. En este perfil podemos apreciar que, aunque la Modernidad aparece como el tiempo histórico más breve, en ella se han sucedido muchas más mutaciones que en cualesquiera de las épocas anteriores.

En este periodo se consignan importantes cambios en la estructura económica, política y social que se habían mantenido inalterables durante toda la época del medioevo. El mercado queda condicionado a las nuevas leyes económicas de la oferta y la demanda, y la antigua economía feudal cede paso al desarrollo del capitalismo. Las nuevas relaciones mercantiles hacen del vender y comprar un acto de autonomía humana en donde la decisión del que participa en dicho acto resultará una opción propia de cuyas consecuencias tendrá que responder ante sí mismo. Sobre los principios de las nuevas condiciones económicas se empiezan a sentar las bases de una nueva organización de la sociedad en donde el Estado-Nación emerge como el referente más inmediato. Aparecen nuevos intereses y con ello, también, las nuevas clases sociales que se precipitan en su antagonismo y diferenciación a partir de la Revolución Industrial. A pesar de las barreras que se interponen entre ellas, la Modernidad generará perspectivas de movilidad social que lograrán, posteriormente, dar paso al nuevo mundo socialista.

No obstante, no se podrían reconstruir todas las diversas variables que se le han venido incorporando, especialmente en el presente siglo, porque la Modernidad, en nuestros días, muestra formas y facetas muy distintas a las de hace sólo un par de décadas. Se presenta distinta en la medida que los supuestos fundacionales originarios que la determinaron parecen haberse cumplido más o menos con creces (libertad, democracia, progreso, mayor posibilidad de consumo, etc.). Sin embargo, pese a estos supuestos, nos queda una sensación como si algo extraño nos estuviera pasando; algo así como si estuviéramos sobresaturados de Modernidad, viviendo sustentados en los derrames de sus numerosos flujos. Quizás esta sensación se deba al hecho de saber que tenemos que enfrentamos a un camino ineludible nos guste o no nos guste y esto, por cierto, sí constituye un problema, en la medida que el hombre a través de la historia siempre ha caminado en base a alternativas que ahora parece ya no tenerlas.

No sin razón, José Joaquín Brunner, en Bienvenidos a la Modernidad, señala que «lo que hasta ayer fue una búsqueda se revela ahora, de golpe, como un encuentro ineludible… La Modernidad ha dejado de ser una elección. Es un hecho de la época, contradictoriamente asumido por las sociedades y grupos dirigentes». Así, la Modernidad, al ser una realidad ineludible aún pese a todas las diferencias que la distingan de un lugar a otro, lo cierto es que se apoya muchas veces en dispositivos de artificialidad que invaden las más diversas categorías de las actividades humanas. Lo dicho -según el mismo Brunner- nos pone ante el hecho de que la discusión sobre la Modernidad no reside en aceptarla o rechazarla, sino más bien en determinar la fisonomía que habremos de imprimirle en el futuro. En el tratamiento del tema recurriremos a usar los términos moderno, modernidad y modernización, los que se refieren a una temporalidad, a una cultura y a un proceso de transformación material, respectivamente.

Lo «moderno» corresponde a una temporalidad en

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