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Humanismo

jilipolla22 de Septiembre de 2013

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Tomás Moro

Erasmo de Rotterdam

Nicolás Maquiavelo

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EL HUMANISMO

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En filosofía, actitud que hace hincapié en la dignidad y el valor de la persona. Uno de sus principios básicos es que las personas son seres racionales que poseen en sí mismas capacidad para hallar la verdad y practicar el bien. El término humanismo se usa con gran frecuencia para describir el movimiento literario y cultural que se extendió por Europa durante los siglos XIV y XV. Este renacimiento de los estudios griegos y romanos subrayaba el valor que tiene lo clásico por sí mismo, más que por su importancia en el marco del cristianismo.

Entre 1440 y 1530 aproximadamente, en algunas de las ricas ciudades del norte de Italia comenzó a desarrollarse un movimiento cultural relacionado con la imagen del mundo que tenían los burgueses: el humanismo.

Los humanistas fueron hombres de las ciudades que se ocuparon de la enseñanza, de la investigación y que fueron muchas veces secretarios de personas importantes. Ocuparon esos cargos no por su riqueza o nacimiento, sino por su cultura. Con sus obras, buscaban sentar las bases de una nueva cultura independiente de la tradición cristiana escolástica. En contraposición al sistema jerárquico de la sociedad feudal, afirmaron la dignidad y el valor de cada individuo.

La imagen humanista del mundo se expresó en la literatura, la filosofía y el arte. En el arte fue donde alcanzó sus realizaciones más coherentes, continuas y originales. Sin embargo, estas manifestaciones culturales eran conocidas sólo entre los grupos privilegiados, y tuvieron escasa difusión entre el conjunto de la sociedad europea.

Desde mediados del siglo XVI, la nueva imagen del mundo construida por los humanistas del siglo XV comenzó a difundirse progresivamente por Europa. Pero como el grado de desarrollo de las nuevas actividades económicas burguesas era desigual en los diferentes países, la aceptación de los cambios varió de una sociedad a otra. En el siglo XVII, algunos miembros —burgueses y nobles— de los grupos privilegiados advirtieron que los principios del humanismo amenazaban sus posiciones de poder. Por eso, mantuvieron y reforzaron su adhesión a los valores tradicionales del orden cristiano feudal.

El movimiento humanista comenzó en Italia, donde los escritores de finales de la edad media Dante, Giovanni Boccaccio y Francesco de Petrarca contribuyeron en gran medida al descubrimiento y a la conservación de las obras clásicas. Los ideales humanistas fueron expresados con fuerza por otro estudioso italiano, Giovanni Pico de la Mirandola, en su Oración, obra que trata sobre la dignidad del ser humano.

El movimiento avanzó aún más por la influencia de los estudiosos bizantinos llegados a Roma después de la caída de Constantinopla a manos de los turcos en 1453, y por la creación de la Academia platónica en Florencia.

La Academia, cuyo principal pensador fue Marsilio Ficino, fue fundada por el hombre de Estado y mecenas florentino Cosme I de Medici. Deseaba revivir el platonismo y tuvo gran influencia en la literatura, la pintura y la arquitectura de la época.

La recopilación y traducción de manuscritos clásicos se generalizó, de modo muy significativo entre el alto clero y la nobleza. La invención de la imprenta de tipos móviles, a mediados del siglo XV, otorgó un nuevo impulso al humanismo mediante la difusión de ediciones de los clásicos. Aunque en Italia el humanismo se desarrolló sobre todo en campos como la literatura y el arte, en Europa central, donde fue introducido por los estudiosos alemanes Johannes Reuchlin y Philip Melanchthon, el movimiento penetró en ámbitos como la teología y la educación, con lo que se convirtió en una de las principales causas subyacentes de la Reforma.

Uno de los estudiosos más importantes en la introducción del humanismo en Francia fue Erasmo de Rotterdam, que también desempeñó un papel principal en su difusión por Inglaterra. Allí, el humanismo fue divulgado en la Universidad de Oxford por los estudiosos William Grocyn y Thomas Linacre, y en la Universidad de Cambridge por Erasmo y san Juan Fisher. Desde las universidades se extendió por toda la sociedad inglesa y allanó el camino para la edad de oro de la literatura y la cultura que llegaría con el periodo isabelino. (ver:legado del humanismo)

El apogeo del humanismo

La creciente producción de libros impresos, la creación de bibliotecas y la multiplicación de las academias contribuyeron a la propagación de las ideas de los eruditos sobre la "república de las letras". Esta élite cosmopolita que se comunicaba en latín no dudaba, sin embargo, en promover las lenguas nacionales. Los príncipes, convencidos de que la aristocracia del conocimiento reforzaba la del poder, los protegían y les pedían consejo.

Erasmo, en 1516, en su obra La institución del príncipe cristiano se dirigió a Carlos V. Tomás Moro, que publicó ese mismo año su Utopía, era apreciado por Enrique VIH. Guillaume Budé aconsejaba a Francisco I, quien creó el Colegio de Lectores Reales, futuro Colegio de Francia. A comienzos de siglo se había difundido ampliamente el ideal optimista del hombre culto, abierto y guiado por la razón, así como la esperanza de transformar el mundo en un lugar más armonioso y pacífico.

Sin embargo, Maquiavelo, en la Florencia convulsionada de principios de siglo, elaboró en El Príncipe una reflexión política realista sobre el poder. Esta idea premonitoria del escepticismo desengañado que prevalecerá a la hora de los enfrentamientos religiosos, será retomada por Montaigne. En Inglaterra, Tomás Moro, por oponerse a la autoridad real, fue decapitado. El fin del siglo se caracterizó por el aislamiento, el aumento del sectarismo y la intolerancia.

La revolución del conocimiento Del estudio de los textos antiguos, los sabios pasaron a interesarse en la observación metódica de la naturaleza. La astronomía, la geografía, la cartografía, la botánica, la anatomía y la medicina se beneficiaron con el desarrollo del espíritu científico.

Pero el conservadurismo religioso frenaba la investigación o prohibía la publicación de los descubrimientos. Si bien las afirmaciones de Copérnico iniciaron la cosmología moderna, en 1600 Giordano Bruno, que defendía el heliocentrismo y la concepción de un universo infinito, fue condenado a muerte en la hoguera por hereje.

(Cheapside, 6 de febrero de 1478 - Londres, 6 de julio de 1535): Humanista inglés del Renacimiento. Cursó en Oxford estudios humanísticos hasta 1494, año en que ingresó en New Inn para iniciar la carrera de Derecho. Como humanista, coincidió con Erasmo de Rotterdam en muchísimos aspectos y a ambos les unió una profunda amistad.

Desde joven fue un hombre exageradamente religioso. Interesado por los acontecimientos políticos de su tiempo, es miembro del Parlamento en 1504.

Desempeñó durante algunos años diferentes cargos en el Gobierno. En 1514, fue administrador de legados; en 1521, tesorero de Hacienda; en 1523, speaker de la Cámara de los Comunes y, en 1529, sucedió a Wolsey en el puesto de canciller.

Fiel súbdito de la corona, sin embargo se opuso al rey en lo referente a las cuestiones de supremacía de poderes y al divorcio. En 1532, al aprobarse la ley que privaba al Papa de los primeros ingresos del año por beneficios, renunció al Gran Sello, abandonando su trabajo en la Corte.

A pesar de los intentos que el rey de Inglaterra realizó para conseguir de nuevo su colaboración, Tomás Moro, como católico y antirreformista, no transigió en ningún momento, perdiendo con su decisión los favores y protección del monarca.

En 1534, ante su negativa a reconocer al rey como jefe supremo de la Iglesia de Inglaterra, es hecho prisionero y encarcelado en la torre de Londres. Acusado de alta traición, tuvo que comparecer ante los tribunales; fue considerado culpable y, después de un año de prisión, decapitado. (Ver: Enrique VIII)

Tomás Moro fue el creador del tan apasionante género de las utopías o representaciones de estados y situaciones imaginarias con el fin de poder realizar y hacer realizar experimentos mentales insospechados. Tal es el carácter de su obra «De optimo ripublicae statu nova insola Utopia». Para no alejarse demasiado de la realidad, antes de comenzar a narrar las diversas historias de la fantástica islita, Moro nos muestra, irónica y sarcásticamente, como funcionaba la justicia en Inglaterra.

Además nos explica el origen económico de las injusticias sociales. Propone una serie de remedios a este tipo de problemática, sin encontrar en ninguno de ellos la verdadera solución a tales injusticias, y afirma rotundamente que la única vía posible para superar la iniquidad social siempre motivada

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