INTRODUCCIÓN: EL ÁMBITO DE LA ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
Daniela RosilloApuntes24 de Abril de 2020
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Resúmenes separatas 1 – 13
Tema 1
INTRODUCCIÓN: EL ÁMBITO DE LA ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA
¿Qué estudia la Antropología filosófica?
La Antropología filosófica es una ciencia que se encarga del estudio –desde la perspectiva filosófica– de la naturaleza y de la esencia del hombre, así como del ser personal, su intimidad personal o acto de ser. Etimológicamente el término antropología alude al estudio del hombre . Sin embargo, el estudio del hombre puede ser abordado desde diferentes puntos de vista . Por ejemplo, la medicina, la psicología, la economía, etc., son ciencias que se ocupan del estudio del ser humano.
En este sentido se dice que la ‘materia’ de estudio es la misma que en las ciencias aludidas, pero el enfoque es distinto. La antropología, la medicina, la psicología, la economía, etc., tienen el mismo objeto material, pero distinto objeto formal, porque su planteamiento y método de estudio es diferente, de manera que todas ellas estudian al ser humano pero desde una perspectiva o enfoque diferente, propio de cada una. Su punto de vista justamente viene dado por su método, que es el filosófico. ¿Qué es lo que tiene de peculiar este método? el que va a las causas o principios más profundos, valiéndose solamente de las luces de la razón.
Teniendo en cuenta lo anterior, podemos decir brevemente que la Antropología filosófica es el estudio del ser humano y de lo que a él pertenece de la manera más radical posible con las luces de la razón humana. Al respecto, hay que añadir que las averiguaciones que desde la filosofía se han realizado han sido abundantes durante más de 25 siglos. A lo largo de las diferentes épocas, los diversos filósofos han ido aportando un caudal de descubrimientos profundos sobre la naturaleza, la esencia y el ser del hombre.
El estudio del hombre y las ciencias particulares
En los últimos años, debido al gran desarrollo de las ciencias particulares, el saber sobre el hombre se ha incrementado mucho en número, en amplitud y en cierta profundidad. La integración de todos los saberes, especialmente los de las llamadas antropologías físicas o biológicas, los de la neurociencia, de la psicología, junto con los de las antropologías culturales, los de la sociología, etc., requiere un diálogo sencillo y abierto con la Antropología filosófica. El saber filosófico es el que, en el plano natural, mejor puede integrar todos aquellos aportes, ya que –como hemos señalado– su método va a las raíces de la realidad y de las manifestaciones humanas, mostrándoles un nivel de comprensión más profundo, acorde con la exigencia de saber propia del espíritu humano que aspira a la verdad. Por ejemplo, los modernos desarrollos de la neurobiología son importantes para comprender algunas funciones que intervienen en el conocimiento, en la afectividad, y en la conducta humana.
Por su parte aquellas abundantes investigaciones científicas que atañen a las dimensiones corpóreas del ser humano, al dialogar con la Antropología filosófica podrían tener la posibilidad de evitar caer en posturas reduccionistas, que –como sucede en otros ámbitos– extrapolan los resultados científicos más allá de su ámbito, negándose –por ejemplo– a admitir la espiritualidad del alma humana. Como se sabe, actualmente hay muchos intentos de reducir al hombre a lo puramente biológico. Se trata de posturas que ya se dieron en la antigüedad, y que ahora pretenden apoyarse en las ciencias . Tampoco faltan los proyectos de explicar la inteligencia humana, que es una realidad viva, con inteligencias artificiales, como la de las computadoras, cayendo en mecanicismos de cortes muy variados.
En consonancia con dichos reduccionismos, la comprensión de vida humana se empobrece. Así, la actividad intelectual del hombre se reduce a la lógica, cuando no a la simple combinatoria, olvidando que existen actos intelectuales cuyo nivel es sobradamente superior, no sólo porque no dependen de lo material u orgánico, sino porque con ellos se alcanza a conocer la naturaleza, esencia y principios permanentes de la realidad, no sólo los accidentes de ésta. En el nivel de las ciencias positivas, tanto biológicas como socioculturales, se consideran los hechos humanos y sus relaciones, tratando de explicarlos mediante la experimentación y generalización. La observación es muy importante en la antropología, pero debe llevarnos a profundizar, ya que si bien se puede llegar a formular leyes que regulan las relaciones o interacciones de los fenómenos biológicos, es preciso integrar aquellos datos en niveles de conocimiento más profundos.
Asimismo, los fenómenos socioculturales no se pueden reducir a números, ni a simples mecanismos de estímulo-respuesta, porque el ser humano no es un bicho cualquiera, sino que tiene la dignidad de persona, que dirige su vida libremente, abriendo o cerrando líneas temporales. Por tanto, aquellas manifestaciones socioculturales han de tener en cuenta la existencia de la libertad personal humana, que es un gran tema filosófico. De no aclararse respecto de este asunto, se presentarán como ciencias con conclusiones recortadas o falsas, puesto que no existen realmente leyes sociológicas o históricas deterministas. Así, la sociología exige una buena base antropológica-filosófica para no reducir el comportamiento humano a factores externos.
Por su parte, la psicología experimental también necesita de una adecuada Antropología filosófica, lo cual no implica que no tenga autonomía ni que sus conclusiones se deriven inmediatamente de ella. En realidad, toda teoría sociológica o psicológica conlleva implícita una concepción filosófica del hombre, incluso aquella que abiertamente la rechaza. Así, el diálogo entre la Antropología filosófica y la psicología experimental puede ser enriquecedor, ya que aquélla puede proporcionar a ésta las razones últimas sobre el ser humano. Entonces la persona humana no solo se pone delante el hecho de las carencias o el modo de identificarlas, valorarlas o incluso desvelar su origen y autenticidad, sino que llega a dar con «sentido» último de los verdaderos males o carencias, y por consiguiente del sufrimiento y dolor humanos.
En suma, las ciencias biológicas, las ciencias sociales, la antropología cultural, la psicología, han tenido un desarrollo en cierto modo autónomo y diverso en relación con el tema del hombre. La filosofía no sería nada si sólo fuese una ciencia de noumenos y no conside¬rase también los fenómenos. " Dejar los fenómenos para la ciencia positiva, en una situación de dualidad con la filosofía, es, en rigor, consentir en matar la filosofía".
Tema 2
EL HOMBRE COMO VIVIENTE
1. ¿Todo cambia o algo queda?
Su respuesta fue –como luego detallaremos– que aquello que constituye la realidad es estable, es el ser. De manera que el cosmos, a pesar de sus diversos eventos, procesos y fenómenos, posee una cierta seguridad, más allá de la variabilidad, de la fugacidad, del devenir, no se disuelve en el tiempo, por lo que el hombre queda al abrigo de esa estabilidad. , en una de las polis griegas más importantes de aquel entonces, Atenas, la cual se vio inmersa en una crisis social, cultural y política, que a muchos les confundió, llevándoles a dudar sobre sí mismos y sobre su capacidad de poseer la realidad de manera estable, segura. En momentos de crisis, de vacilación, la sofística había medrado, se había ido abriendo paso proponiendo diferentes ‘metros’ para medir la realidad, en especial la que correspondía a la acción práctica, con el riesgo de fijarse sólo en los resultados externos, en buscar, lograr, aferrarse y tocar con la mano el éxito.
Sócrates reaccionó frente a dicha confusión notando que lo más hegemónico que tiene el hombre es su inteligencia y su capacidad de verdad, e invitó a incrementar el conocimiento del ser humano. Conviene subrayar que esta actitud ante la crisis es de acometimiento, no de rendirse, sino justamente de aumentar la actividad intelectual, para no ceder o entregarse a lo aparente. Según Sócrates el ser humano sí es capaz de hacerse con lo permanente de la realidad y no sucumbir ante lo aparente y cambiante. La misma ética socrática parte de la convicción de que sólo desde el saber y la verdad es como se puede dirigir la acción humana.
Ciertamente, el poner el acento en dicha función racional pudo haberle hecho inclinar la balanza de ese lado y caer en un intelectualismo ético , pero se comprende el por qué de aquel desequilibrio, que estaba justamente en la necesidad de resaltar la actividad intelectual para hacer frente a la crisis. Como es conocido, Sócrates se encontró ante la tesitura de refrendar con su vida la autenticidad de sus convicciones teóricas. Por ello, puesto en la disyuntiva prefirió beber la cicuta, ya que una vida sin verdad no es vida. Ese impactante testimonio de vida quedó muy grabado en la mente y en corazón de un joven discípulo suyo, Platón , quien lo ha dejado consignado en varios diálogos, entre ellos el de La apología de Sócrates, diálogo apasionante en que la figura de su maestro se yergue como el principal protagonista.
Platón, como todos los filósofos socráticos, se convenció de la excelencia de la inteligencia humana, ya que es gracias a ella como el hombre es capaz de verdad, de medirse con lo más permanente de la realidad y escapar de las apariencias y de la caducidad de la vida temporal. Es esa misma relación la que le otorgó una gran revelación, y es que la inteligencia humana es también permanente, de lo contrario no podría reconocerla en la realidad. Esa permanencia de la inteligencia humana es lo que le llevó a sostener la inmortalidad del alma humana, su capacidad de ‘salirse’ del tiempo. Es un gran acontecimiento el realizar la experiencia intelectual.
Por ahí podemos acercarnos y vislumbrar el gran entusiasmo de Platón que le llevó a considerar que lo único importante era el alma racional. En efecto, el gozo que da la experiencia intelectual es difícilmente equiparable. Es probable que ante aquella vivencia que le llevó a experimentar tanta excelsitud, Platón hubiese visto el cuerpo no sólo como algo inferior, sino como algo perjudicial, un fardo que tira ‘hacia abajo’, mientras que el alma racional está hecha para emprender unos vuelos tan altos que aquel no puede ni siquiera sospechar. Sin embargo, eso en definitiva se logra post mortem, cuando el alma se haya despojado del cuerpo, es decir, cuando el ser humano ha salido de la caverna que es este mundo.
Un discípulo de Platón, el socrático más maduro, Aristóteles , tendrá una postura un poco más equilibrada.
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