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Inspiración En El Mundo Clásico.


Enviado por   •  22 de Mayo de 2013  •  2.135 Palabras (9 Páginas)  •  285 Visitas

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El origen y significado de la “inspiración poética” ha sido siempre objeto de controversia considerable. En el presente ensayo, sostengo no solo que se confunden en la Antigüedad clásica las nociones físicas y figurativas del término “inspiración”, es decir, que no son diferenciadas por el poeta de manera consciente, sino que la poesía misma debe haber sido vista por ellos, como un don divino –de acuerdo a la voluntad de los dioses–. Me detendré también a explicar el origen de la metáfora en torno al aire y a la inspiración.

Si, como hemos enunciado, la inspiración literaria y artística tenía en el mundo griego un origen divino ¿cómo es posible que existan buenos poetas y malos poetas? Si toda creación lírica proveniente de los dioses (o las musas) es, en cierta medida, perfecta, bella y excelsa por origen, ¿han fallado ellos acaso en instrumentalizar correctamente a los poetas o son estos últimos, en su ineficiencia mortal que erran en la transcripción del dictado divino?. También puede suceder que el poeta desatienda a las musas e inicie su discurso “sin inspiración”, pero si es ese el caso ¿qué es lo que guía su creación?.

Es necesario aclarar el carácter motivacional tras las manifestaciones divinas inspiratorias ¿por qué el dios desea inspirar al artista o a la Pitonisa? ¿cómo lo logra?. Me remitiré a aclarar este punto desde una hipótesis que se sustenta en la naturaleza del dios, y con esto explico también la posibilidad de recepción de la divinidad por parte del ser humano.

Me valdré de los textos platónicos Ion, Fedro y Apología de Sócrates, mediante los cuales, pretendo probar que los poetas, oradores y rápsodas griegos sentían verdaderamente la posesión divina al momento de escribir o recitar. Por medio de una lectura crítica y analítica de ciertas citas de las obras platónicas, aspiro llegar a esclarecer el sentido del término inspiración en su total sentido griego, y no actual, para poder entender así el complejo proceso de inspiración divina que deben experimentar los artistas de la palabra. Serán útil también los contenidos vistos durante las clases de Estética Clásica, y libros de consulta.

El afamado filósofo griego del siglo V, Demócrito de Abdera, estuvo tan intrigado por el genio musical o poético de los grandes bardos, en particular de Homero, que acuñó una palabra que aún hoy usamos, en diferente grado, en todos los idiomas indoeuropeos para dar cuenta de este fenómeno: enthousiasmos; esto es, “poseído por un dios” o “teniendo un dios adentro”.

El entusiasmo al que nos hemos referido, fue también entendido como inspiración y como tal, es necesario referirse a la palabra inspiración en su doble sentido. En el sentido literal, la inspiración hace referencia al acto de respirar aire, y que éste llene los pulmones. En el sentido figurado, por otro lado, la palabra supone la “infusión” de un pensamiento, una emoción o una destreza particular entregada por una divinidad o un ser sobrenatural en una persona como por medio de la respiración. A esto se refiere Demócrito cuando nos habla del entusiasmo. Así, por ejemplo se puede “estar inspirado por la palabra de Dios”.

En un punto la forma literal y el figurativa se conjugan en la metáfora del lenguaje; por medio de la expiración es que somos capaz de lograr el lenguaje articulado (previa inspiración de aire) de modo que cada palabra es un soplo. Es, entonces, a través de la inspiración que penetran en la mente ideas externas a ella, que luego son proferidas, a través del lenguaje, por expiración.

Los griegos concebían la inspiración —señaladamente la profética o mística— como una penetración real y personal de la divinidad inspirante en el cuerpo del inspirado (posesión). Cuando digo “real” me refiero a que la experimentan mentalmente, pero bajo la total consciencia y convicción de que es un hecho vivido físicamente. Ahora bien, esta intromisión de los dioses se efectuaba, según la mentalidad griega, con el aire ingerido al respirar ". De aquí que a este aire se le concibiera como divinizado, por ser portador de la divinidad.

En el caso de la inspiración profética encontramos el caso del Oráculo de Delfos que entregaba los augurios por medio de Pitonisas, las cuales entraban en delirio gracias a emanaciones de gas, como señala Platón “al delirio se debe que la profetisa de Delfos y las sacerdotisas de Dodona hayan hecho numerosos y señalados servicios á las repúblicas de la Grecia y á los particulares” (Platón, Obras Completas, 1871, p. 289). La razón para esto radica en que aquel viento era vehículo de Apolo y, al ingerirlo, se admitía al dios mismo dentro del organismo. Dada la gran resonancia de este oráculo, no tiene nada de extraño que se realizara fácilmente el cambio semántico soplo = inspiración.

En tanto que para la inspiración mística, diversos autores del mundo clásico reconocen haber sido inspirados por diferentes divinidades y haber tenido experiencias místicas. El entusiasmo es el resultado inmediato del éxtasis. Cuando el poeta o quien sea que experimente la inspiración divina está en trance, se encuentra fuera de sí. Es una salida del espíritu, bien del estado habitual (con privación de los sentidos corporales), o bien salida y abandono del cuerpo por él animado, para entrar así en contacto inmediato con la divinidad (esta idea es cercana al misticismo). Por eso se le llama rapto, arrobamiento y, con vocablo griego, éxtasis. En él es iluminada y excitada la mente del vidente, conociendo en ese estado todas las cosas. El sujeto es un instrumento inconsciente y, por lo mismo, hay que suponer una inspiración verbal o dictado formal del numen invasor, con la supresión (¿completa?) de las facultades naturales humanas. Veamos la célebre descripción del entusiasmo y el elogio de la locura divina, que alcanzó resonancia durante largos siglos. Habla Platón en el Fedro: “al delirio inspirado por los dioses es al que somos deudores de los más grandes bienes” (Platón, Obras Completas, 1871, p. 285).

Es aquí donde es posible distinguir la calidad lírica de tal o cual poeta. La inspiración mística no procede con el mismo ritualismo que la emanación profética, pues no conciernen el mismo ámbito, sin embargo comparten la misma naturaleza de su origen. Un verdadero genio (entiéndase por esto al daimon que habita en los artistas) es capaz de producir obras ajenas a la ley establecida, crear fuera de lo creado, y quien no proceda de tal manera creará obras talentosas, pero no magníficas. “Porque todos los poetas épicos, de los buenos poetas hablo, producen sus hermosísimos poemas no como efecto de un arte que poseen,

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