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LA LITERATURA Y SENTIDO DE VIDA


Enviado por   •  30 de Octubre de 2012  •  2.217 Palabras (9 Páginas)  •  695 Visitas

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Literatura, desarrollo y sentido de vida

La verdadera literatura es la que brota en el alma, anida en el corazón y se eleva hacia el cielo como un suspiro de amor.

Cuando se habla de la necesidad, conveniencia e incluso urgencia de desarrollar en nuestros niños y jóvenes el hábito por la lectura se despliegan todo tipo de argumentos planteados desde diferentes enfoques intelectuales: racionalistas, empiristas, historicistas, etc. Se colocan sobre la mesa mil y una estrategias que suelen ser expuestas con matices para comerciales (“¡haga esto y su hijo se convertirá en lector!, ¡garantizado!”). Se abre el baúl de los tesoros para que asome el trillón de materiales y recursos que pueden ayudarnos a cocinar la consabida receta lectora…

Sin denostar el trabajo ni la filosofía de nadie, desde la modestia y la experiencia, nosotros vamos a ofrecer un enfoque muy diferente: hablaremos del papel de los sentimientos en la transmisión de la pasión por los libros. Al reflexionar sobre este tema y su conexión con el papel de los padres en el nacimiento y desarrollo del gusto por la lectura, nos vienen a la cabeza unas bellas palabras de Concepción Arenal: «El amor es para el niño lo que el sol para las flores; no le basta pan; necesita caricias para ser bueno y para ser fuerte». El lector se preguntará por qué, y para explicárselo hemos tejido este artículo en el que subrayaremos la importancia que tienen algunos sentimientos en la formación lectora.

Lectura compartida, lectura en compañía

En el acto lector descubrimos dos vertientes: en un primer nivel, es una llave, una puerta de acceso al conocimiento y la información; sería la faceta “utilitarista” y práctica de la lectura. Pero también tenemos que hablar de la lectura como fuente directa de placer y enriquecimiento personal, en el plano de las emociones, la recreación imaginativa y la divergencia intelectual; sería la faceta intimista, transgresora y catártica de la lectura.

¿Lectura compartida? Parece una paradoja enlazar ambos vocablos porque conceptualmente parecen chocar frontalmente. Por definición, la lectura es un acto individual, íntimo, en el que lector a lo sumo se “relaciona” con el escritor a través de un texto. No hacen falta ni más intermediarios ni más espectadores. Entonces, ¿tiene sentido hablar de lectura acompañada? ¿En qué medida estaríamos hablando realmente de un acto lector y no de una “comunicación basada en la lectura”? Por tanto, ¿qué es lo que se puede compartir durante la lectura?

No se trata sólo de compartir espacios y materiales de lectura sino, sobre todo, de que el padre comparta su propia dicha de leer. El niño llegará a tener un hábito permanente y gozoso de lectura si sus padres alimentaran su entusiasmo, si estimularan su deseo de aprender, si le acompañaran en su esfuerzo, si consintieran en perder tardes en lugar de intentar ganar tiempo, si nutrieran este placer –el de la lectura– hasta que se transmutara en hábito personal.

Cuando dentro del entorno familiar se lleva a cabo una sesión de lo que nosotros llamamos Lectura-De-Cercanía el niño mantiene su status de protagonista al tiempo que bebe y da de beber a quienes le acompañan de una fuente lectora rica y vivificante porque sobre todos se derrama un diluvio de claves, interpretaciones, imágenes, emociones, intuiciones y sentimientos que enriquecen los enfoques y análisis individuales.

Podemos entender como imprescindibles dentro del ámbito familiar actividades como "hablar sobre los libros, expresar las emociones que han suscitado, constatar las diferencias de gustos y apreciaciones, recomendar e interesarse por las recomendaciones de los demás. Los libros pasarán a formar parte de la vida de los niños si estos perciben que son una forma de comunicación con el entorno"(1)

Recordemos que el placer de leer no es natural, pero sí la necesidad de soñar e imaginar. Por tanto, animar a los niños a la lectura es verter sobre ellos toda la magia, el sentimiento, la fascinación y la pasión que anidan en las palabras escritas para conmover, enseñar y descubrir el mundo y para entender al hombre.

Para leer un solo libro hay primero que haber leído el mundo, hay que haber sido capaz de empaparse de toda la frescura de las flores, de la melodía de todos los pájaros, de la fantasía de todos los niños y de la ternura de todas las madres.

Después podremos abrir ese cuento, esa novela, ese libro de poemas, esa obra dramática que un día fueron creados por una pluma grácil que deseaba espolvorear el mundo con sus emociones y sus sueños. En ese momento, cuando el lector realiza el acto sublime y silencioso de comunicarse con el texto, es cuando realmente comienza lo que solemos llamar Lectura Compartida porque si ese lector se siente conmovido, nota que le tiemblan las piernas de emoción, correrá sin duda a compartir sus sensaciones con alguien, ¿quién mejor que sus padres? Para nosotros la verdadera lectura compartida es la Lectura-De-Cercanía, la que se produce sólo en el encuentro gozoso y emotivo que se establece entre el niño y el padre que se dan de beber mutuamente, con respeto, sencillez y generosidad.

Estaríamos hablando de lo que el profesor Quintanal llama lectura de regazo, del acto lector que se lleva a cabo sobre todo en los primeros años del niño y que tiene lugar en el regazo, acogedor y gratificante de sus padres y, para nosotros, también de sus maestros. Estas primeras experiencias habrán de rodear al niño de ternura, comodidad, creatividad y alegría para redoblar así su autoestima, seguridad, sensibilidad y apertura.

El contagio del amor

Abríamos este artículo con las palabras de Concepción Arenal sobre la importancia del amor en la educación de los niños. Quintanal define la lectura de regazo como un acto de amor (entre niño y adulto y de estos a la lectura) porque el clima que se crea sólo puede hacer brotar sentimientos delicados y enriquecedores. En esos mágicos instantes, el niño siente que sus padres se interesan por su mundo, comparten sus fantasías y le comprenden.

Bertrand Russelll decía que «el amor es una experiencia en la que todo nuestro ser se refresca y renueva como las plantas con la lluvia después de una sequía». ¿No es para muchos de nuestros pequeños y jóvenes lectores la experiencia de la lectura una intransitable travesía por el desierto? ¡Démosles el rocío de la palabra compartida con ternura, con amor y se sentirán renovados! Porque, con Lichtenberg, nos preguntamos: «¿De qué sirven todas las salidas del sol si no nos

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