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LA ODISEA DE LA DEMOCRACIA


Enviado por   •  12 de Febrero de 2013  •  2.187 Palabras (9 Páginas)  •  416 Visitas

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LA ODISEA DE LA DEMOCRACIA

Sócrates no ha muerto aún. Cada vez que el Ulises de James Joyce, representado en nuestra cotidianidad, sale de su casa todas las mañanas a trabajar, desarrollando su terreno de libertad ética mediante “Acciones” y midiendo su libertad política a través del ejercicio de sus derechos democráticos, en aras de crear “Instituciones, leyes y administración”; entonces, vuelve a nacer Sócrates -ese Sócrates neomatrístico- y dialoga con nuestro Ulises –ese Ulises Patriarcal-. Porque este extraño pensador amigo de la cicuta, traicionado, tergiversado y acusado de corromper a la juventud, en plena edad de oro de la Democracia en Grecia, después de la rebelión aristocrática de los treinta (404 a.c.), con su vida (399 a.c.) (1) demostró la ineptitud de la brillante Democracia. Su mejor alumno y amigo relata este hecho, con unas palabras y sentencias que irónicamente se aplican en razón y proporción de polis a naciones, a nuestra realidad 2.400 años después. Leamos la epístola del genio filosófico-político llamado Platón y dejemos que nuestro Ulises más infantil descifre una irónica realidad:

“El resultado fue que yo, que había tenido en un principio gran interés en las cosas públicas, conforme miraba al torbellino de la vida pública y veía el movimiento incesante de las corrientes contrarias, acabé por sentirme aturdido… Y finalmente vi con claridad que todas las Polis, sin excepción, están mal gobernadas. Sus legislaciones son casi incurables, a no ser mediante algún plan milagroso puesto en práctica con buena suerte. Por ello me veo obligado a decir, en elogio de la recta filosofía, que desde ella podemos discernir en todos los casos lo que es justo para las comunidades y para los individuos y que, según esto, el género humano no verá días mejores hasta que adquiera autoridad política la raza de quienes sigan recta y auténticamente la filosofía o hasta que la raza de los gobernantes se convierta, por alguna suerte divina, en estirpe de verdaderos filósofos (2) .

Es así, en vínculo con los antiguos griegos, como vemos la simplicidad de la Democracia con ojos un tanto pragmáticos: funciona o no funciona y se evalúa el ámbito cultural en el cual surgió, para concluir que la Democracia se dio en una cultura patriarcal (3). Por ello, el filósofo griego Aristóteles es acertado al describir a todos quienes se denominen Hombres como “animales políticos por naturaleza” (4). Complementándolo Kant, en ese diálogo atemporal de la filosofía política, describiendo a todos quienes se denominen Ulises del siglo XXI como “insocialmente sociables” (5), pues en cada decisión o vinculo democrático deben “convencernos” e incluso “obligarnos” a cumplir nuestro deber social; es decir que no sólo debemos obedecer y repetir, sino también rebelarnos e inventar, para volver a la Ítaca neomatriarcal de la verdad política, social, cultural y democrática.

Ahora bien, en esta tabla de navegación, nuestro Ulises se enfrenta al Cíclope Polifemo de la tergiversación de las ideas, que no ve sino por el ojo de la conveniencia y que viene acompañado de fuerzas como la intransigencia, el diálogo acomodado y devora a complacencia virtudes democráticas como la colaboración, la igualdad y la participación (6).Este cíclope, fue el mismo que por medio de Meleto y Ánito devoró a Sócrates históricamente (7) y de la misma forma afectó a la otrora poderosa Unión Soviética , porque desafortunadamente lo que está en juego allá es: una lucha por el poder, un discurso en términos de polémica, de fuerza. No de conversaciones, no de proyectos comunes (8). Para entender más esta visión antidemocrática vale la pena examinar como ejemplo, la parte política más reprochable de la Historia de la antigua Unión soviética, donde Stalin después de 1928, centralizó despóticamente con planes quinquenales la economía, potenciando 2 tipos de empresas agrarias: los koljoses, cooperativas propietarias de los medios productivos, pero no de la tierra, y los sovjoses, granjas estatizadas; además impulsó una política exterior pragmática (9), una carrera armamentista y una industrialización sin consultar nunca al pueblo, el cual recientemente se descubrió que pagó un alto precio, aportando 20 millones de víctimas (10) . Con todo y ese mordaz ejemplo, Ulises sigue su recorrido eliminando al cíclope Polifemo de la tergiversación, buscando las mejores formas de organización, para no comprometer nuestra convivencia política y ante todo éticamente usando lo definido por el autor y pensador Humberto Maturana como la Biología del amor, él de manera sabia y sencilla ofrece este don del amor como la noción en que se funda lo social (11).

Siguiendo nuestro viaje de retorno, en el siglo XVI, al igual que nuestro Ulises del siglo XXI, el francés Montaigne, se planteaba: ¿Por qué obedecer a otros? Sencillamente, como debatiría Sócrates con los presuntos “sabios” de la antigüedad y con los presuntos “sabios” de la actualidad, que se hacen llamar analistas políticos, se obedece para tener una dirección y cierta estabilidad garantizando la unidad, con el fin de lograr objetivos comunitarios, o en palabras de Nietzsche: “Las sociedades consisten en promesas (explícitas o implícitas), donde tiene que haber alguien con la autoridad para hacerlas cumplir” (12). Desafortunadamente, ni Sócrates, ni Montaigne, ni Nietzsche, ni mucho menos nosotros representados por Ulises del siglo XXI, pudieron ni podemos escapar de “Circe que nos quiere convertir en cerdos”, entes que se dejan guiar a voluntad por un partido, un tirano o un mandatario que nos hace creer y sentir dependientes e inseguros, naciendo entonces el compromiso de los “padres de la patria”, esto se aplica desde la era primitiva, cuando las tribus dependían de sus líderes, asesorados por el concejo de ancianos (tener en cuenta que de ahí proviene el título de Senador, del griego Senior que quiere decir hombre mayor, no por eso más sabio como Sócrates quería dar a entender), siendo estos los primeros criterios para el mando. Para mayor claridad, leamos totalmente un aparte de Erich Frömm y su obra maestra: “El Miedo a la Libertad”, donde el reverendo Lutero, en su infinita sabiduría (parece que no leyó la Apología de Sócrates), le da carta abierta a “Circe para convertirnos en cerdos”. Vale aclarar, que debemos leer este comentario con nuestro Ulises más cínico y dispuesto a desafiar este criterio Luterano:

El reverente temor que Lutero sentía por la autoridad, y su amor hacia ella, también aparecen en sus convicciones políticas. Aunque combatiera contra la autoridad de la Iglesia, aunque se sintiera lleno de indignación contra la nueva clase adinerada, una de cuyas partes estaba constituida

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