LAS 7 LEYES ESPIRITUALES DEL ÉXITO
rmbastidan14 de Octubre de 2011
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LAS 7 LEYES ESPIRITUALES DEL ÉXITO
DEEPAK CHOPRA
1994
Tú eres lo que es el profundo deseo que te impulsa.
Tal como es tu deseo es tu voluntad.
Tal como es tu voluntad son tus actos.
Tal como son tus actos es tu destino
- Brihadaranyaka Upanishad IV.4.5.
INTRODUCCIÓN
Aunque el título de este libro es “Las siete le¬yes espirituales del éxito”, bien podría ser “Las siete leyes espirituales de la vida”, porque son los mis¬mos principios que la naturaleza emplea para crear todo lo que existe en forma material - todo lo que podemos ver, oír, oler, degustar o tocar.
En Creating Affluence: Wealth Consciousness in the Field of All Possibilities, describí los pasos para llegar a la conciencia de la riqueza sobre la base de una verdadera comprensión de la manera como funciona la naturaleza. Las siete leyes espirituales del éxito constituyen la esencia de esa enseñanza. Cuando este conocimiento se incorpore en nues¬tra conciencia, tendremos la capacidad de crear una abundancia ilimitada sin esfuerzo alguno, y de experimentar el éxito en todo lo que nos pro¬pongamos.
El éxito en la vida podría definirse como el crecimiento continuo de la felicidad y la realiza¬ción progresiva de unas metas dignas. El éxito es la capacidad de convertir en realidad los deseos fácilmente. No obstante, el éxito, incluyendo la creación de la riqueza, siempre se ha percibido como un proceso que requiere mucho esfuerzo, y que muchas veces se logra a expensas de los de¬más. Necesitamos acercarnos de una manera más espiritual al éxito y a la riqueza, que no es otra cosa que el flujo abundante de todas las cosas buenas hacia nosotros. Conociendo y practicando las leyes espirituales, entraremos en armonía con la natura¬leza para crear con espontaneidad, alegría y amor.
El éxito tiene muchos aspectos, y la riqueza material es solamente uno de sus componentes. Además, el éxito es una travesía, no un destino en sí. Sucede que la abundancia material, en to¬das sus manifestaciones, es una de las cosas que nos permite disfrutar más la travesía. Pero el éxi¬to también se compone de salud, energía, entu¬siasmo por la vida, realización en las relaciones con los demás, libertad creativa, estabilidad emo¬cional y psicológica, sensación de bienestar y paz. Pero ni siquiera experimentando todas estas cosas podremos realizarnos, a menos que cultive¬mos la semilla de la divinidad que llevamos aden¬tro. En realidad, somos la divinidad disfrazada, y el espíritu divino que vive dentro de nosotros en un estado embrionario busca materializarse ple¬namente. Por tanto, el éxito verdadero consiste en experimentar lo milagroso. Es el despliegue de la divinidad dentro de nosotros. Es percibir la divinidad en cualquier lugar a donde vayamos, en cualquier cosa que veamos: en los ojos de un niño, en la belleza de una flor, en el vuelo de un pájaro. Cuando comencemos a vivir la vida como la expresión milagrosa de la divinidad - no de vez en cuando sino en todo momento - com¬prenderemos el verdadero significado del éxito.
Antes de definir las siete leyes espirituales, es preciso comprender el concepto de ley. Una ley es el proceso por el cual se manifiesta lo que no se ha manifestado; es el proceso por el cual el obser¬vador se convierte en el observado; es el proceso por el cual el que contempla se convierte en pai¬saje; es el proceso a través del cual el que sueña proyecta el sueño.
Toda la creación, todo lo que existe en el mun¬do físico, es el producto de la transformación de lo inmanifiesto en manifiesto. Todo lo que con¬templamos viene de lo desconocido. Nuestro cuerpo, el universo físico - todo lo que podemos percibir por medio de los sentidos - es la transfor¬mación de lo inmanifiesto, lo desconocido e in¬visible en lo manifiesto, lo conocido y lo visible.
El universo físico no es otra cosa que el yo plegado sobre sí mismo para experimentarse como espíritu, mente y materia física. En otras pala¬bras, todos los procesos de la creación son proce¬sos por medio de los cuales el yo o la divinidad se expresa. La conciencia en movimiento se mani¬fiesta a través de los objetos del universo, en me¬dio de la danza eterna de la vida.
La fuente de toda creación es la divinidad (o el espíritu); el proceso de creación es la divinidad en movimiento (o la mente); y el objeto de la creación es el universo físico (del cual forma par¬te nuestro cuerpo). Estos tres componentes de la realidad - espíritu, mente y cuerpo, u observa¬dor, proceso de observación y observado - son básicamente la misma cosa. Todos provienen del mismo sitio: el campo de la potencialidad pura, puramente inmanifiesto.
Las leyes físicas del universo representan en realidad todo este proceso de la divinidad en mo¬vimiento o de la conciencia en acción. Cuando comprendemos estas leyes y las aplicamos en nues¬tra vida, todo lo que deseamos puede ser creado, porque las mismas leyes en que se basa la natura¬leza. para crear un bosque, o una galaxia, o una estrella o un cuerpo humano, pueden convertir en realidad nuestros deseos más profundos.
Ahora veamos las siete leyes espirituales del éxi¬to y la manera de aplicarlas en nuestra vida.
1
LA LEY DE LA POTENCIALIDAD PURA
La fuente de toda creación es la conciencia pura... la potencialidad pura que busca expresarse para pasar de lo inmanifiesto a lo manifiesto.
Y cuando nos damos cuenta de que nuestro verdadero yo es la potencialidad pura, nos alineamos con el poder que lo expresa todo en el universo.
En el principio
no había existencia ni inexistencia;
todo este mundo era energía sin manifestarse...
El Ser único respiraba, sin respiración,
por su propio poder. Nada más existía...
- Himno de la Creación, Rig Veda
La primera ley espiritual del éxito es la ley de la potencialidad pura. Se basa en el hecho de que, en nuestro estado esencial, somos conciencia pura. La conciencia pura es potencialidad pura; es el campo de todas las posibilidades y de la creati¬vidad infinita. La conciencia pura es nuestra esen¬cia espiritual. Siendo infinita e ilimitada, también es felicidad pura. Otros atributos de la conciencia son el conocimiento puro, el silencio infinito, el equilibrio perfecto, la invencibilidad, la simplicidad y la dicha. Ésa es nuestra naturaleza esencial; una naturaleza de potencialidad pura.
Cuando descubrimos nuestra naturaleza esen¬cial y sabemos quién somos realmente, ese solo conocimiento encierra la capacidad de convertir en realidad todos nuestros sueños, porque somos la posibilidad eterna, el potencial inconmensura¬ble de todo lo que fue, es y será. La ley de la poten¬cialidad pura también podría denominarse ley de la unidad, porque sustentando la infinita diversi¬dad de la vida está la unidad de un solo espíritu omnipresente. No existe separación entre noso¬tros y ese campo de energía. El campo de la po-tencialidad pura es nuestro propio yo. Y cuanto más desarrollemos nuestra propia naturaleza, más cerca estaremos de ese campo de potencialidad pura.
Vivir de acuerdo con nuestro yo, en una cons¬tante auto-referencia, significa que nuestro pun¬to interno de referencia es nuestro propio espíri¬tu, y no los objetos de nuestra experiencia. Lo contrario de la auto-referencia es la referencia al objeto. Cuando vivimos según la referencia al objeto, estamos siempre influidos por las cosas que están fuera de nuestro yo; entre ellas están las si¬tuaciones en las que nos involucramos, nuestras circunstancias, y las personas y las cosas que nos rodean. Cuando vivimos según la referencia al ob¬jeto, buscamos constantemente la aprobación de los demás. Nuestros pensamientos y comporta¬mientos esperan constantemente una respuesta. Nuestra vida, por tanto, se basa en el temor.
Cuando vivimos según la referencia al obje¬to, también sentimos una intensa necesidad de controlarlo todo. Sentimos intensa necesidad de tener poder externo. La necesidad de aprobación, la necesidad de controlar las cosas y de tener po¬der externo se basan en el temor. Esta forma de poder no es el de la potencialidad pura, ni el po¬der del yo, o poder real. Cuando experimenta¬mos el poder del yo no hay temor, no hay necesi-dad de controlar, y no hay lucha por la aprobación o por el poder externo.
Cuando vivimos según la referencia al obje¬to, el punto de referencia interno es el ego. Sin embargo, el ego no es lo que realmente somos. El ego es nuestra autoimagen, nuestra máscara social; es el papel que estamos desempeñando. A la más¬cara social le gusta la aprobación; quiere contro¬lar, y se apoya en el poder porque vive en el temor.
Nuestro verdadero yo, que es nuestro espíritu, nuestra alma, está completamente libre de esas cosas. Es inmune a la crítica, no le teme a ningún desafío y no se siente inferior a nadie. Y, sin embar¬go, es humilde y no se siente superior a nadie, por¬que es consciente de que todos los demás son el mis¬mo yo, el mismo espíritu con distintos disfraces.
Ésa es la diferencia esencial entre la referen¬cia al objeto y la auto-referencia. En la auto-refe¬rencia, experimentamos nuestro verdadero ser, el cual no les teme a los desafíos, respeta a todo el mundo y no se siente inferior a nadie. Por tanto, el poder del yo es el verdadero poder.
El poder basado en la referencia al objeto, en cambio, es falso. Siendo un poder que se basa en el ego, existe
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