LAS GRANDES REFLEXIONES SOBRE LA APORIA
Ita MoralesInforme2 de Octubre de 2015
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REFLEXIONES SOBRE LA APORÍA
REALISMO-IDEALISMO
El encuentro del hombre, en si espontanea actitud cognoscitiva, con un con-
junto de manifestaciones distintas a el, es decir, con un mundo "externo", y con una serie de vivencias y elementos, propicios, personales, es decir, con un "mundo interno", ha significado, sin duda, desde la primera aparici6n aun rudimentaria de la conciencia, un conflicto, una contrariedad, un problema, a causa de las profundas dificultades' halladas para entender la correspon-
dencia, reducción, eventual aplicación, entre esos mundos: conflicto que en algunos ha desembocado tal vez en el atisbo de la presencia de una verdadera aporía
El mundo externo y el mundo interno, lo objetivo y lo subjetivo, lo empírico y lo a Priori, lo real y lo ideal, lo abstracto y lo concreto, lo existente y lo "apareciente", lo fenomenico y lo nouménico, el ser y el pensamiento o cualesquiera otras denominaciones más o menos equivalentes que se les de implican o parecen implicar una oposición tan radical, irreductible, contradictoria y excluyente, que a través de la historia del pensamiento produjo y mantiene el par de ismos opuestos quizá mas relevante: el de realismo-idealismo. Las dos actitudes se apoyan en fundamentos teóricos y empíricos, que en principio pueden considerarse como indubitables; lo cual precisamente haría pensar que se trata de un falso problema, de un defecto de perspectiva, o de los polos de una antinomia. Porque, en primer lugar, la oposición misma en cuanto tal no es la causa del problema, ya que ella es algo natural -lo que en ultimo término se funda en la dualidad y alteridad de los elementos conocitivos, es decir, el objeto y el sujeto-, en vista de que las características de los factores opuestos son esenciales, definitorias.
Por otra parte, la existencia en cuanto tal, correlacionada y aun correspondiente, de los dos aspectos, no solo no es conflictiva de por sí, sino que es necesaria; e incomprensible seria más bien la no-coexistencia. Que algo sea real y algo diverso y opuesto sea ideal; que exista algo subjetivo y algo objetivo; que haya algo empírico y algo a Priori, etc.: todo esto nadie podrá negarlo, una vez bien definidos los términos. La dificultad estriba más bien en otros puntos. Los principales, a mi juicio, son dos: primero, la eliminación llana y simple de un aspecto, reduciendo el otro a éste -pueden servir de ejemplos el empirismo, el fenomenismo o los idealismos radicales de Platón y Berkeley-, y segundo, la sustitución o suplantación de un aspecto con otro, sin negar necesariamente el primero, o, dicho en diversa forma, la atribución de las características propias del uno al otro -como sería, considerando las formulaciones de Kant, un realismo trascendental (=aristotélico-escolástico) y un idealismo empírico o material. Tanto la eliminación y la sustitución, como cualesquiera otras actitudes que pretendan soslayar el problema planteado por la oposici6n natural entre los dos aspectos, desembocan en teorías que por principio se cierran la puerta a la posible soluci6n, o cuando menos al reconocimiento de una aporía, de una antinomia.
A mi juicio, las positions gnoseológicas realismo-idealismo- así en cuanto ismos y en cuanto teorías explicativas, no como meras comprobaciones de fenómenos- derivan histórica y doctrinalmente del problema que existió siempre acerca del origen, de la causa y "localizaci6n" de las determinaciones formales y materiales que ofrece la realidad (ejemplo plástico de esta diferencia sería una cosa de un metal concreto - determinación material, y con una figura particular = determinación formal). No es difícil advertir que todo realismo, en general, sostiene que esas determinaciones precisamente "se hallan" en la realidad, de donde proceden para la mente; mientras que todo idealismo, en general, sostiene que tales determinaciones son función y producto de la facultad conoccitiva.
Ahora bien, el problema no se refiere a la aportaci6n especifica que es atribuida a cada factor, ya que el conocimiento, según los datos fenoménicos, siendo por una parte un acto y teniendo por otra un contenido, ofrece necesariamente un aspecto mental estructural e ideal y otro aspecto diverso del acto y de la estructura ideal por cuyo medio es conocido, independiente en tal forma, y por lo mismo real. Es decir, fenoménica y provisionalmente al menos, no puede negarse que lo "real", la realidad, aporte algo en orden al conocimiento, así como lo hacen las estructuras ideales de la facultad conocitiva: esto segundo parece imposible que alguien lo niegue, si no como "ideas" estrictamente dichas, sí al menos como instrumentos conocitivos; para lo primero, basta la evidencia de que la facultad conocitiva no puede ni imaginar ficticiamente, ni deducir lógicamente, ni crear entitativamente el contenido u objeto último e irreductible del conocimiento: en el primer caso se trataría de una ilusión o apariencia; en el segundo, de una pura construcción mental; en el tercero, de una acción y un efecto negados por principio al ser finito.
El problema, que ahora enfocamos muy sumariamente, más bien se refiere en general a la atribución no específica o invertida de los elementos determinativos a uno de los factores en vez del otro. Los elementos determinativos sedan de dos clases: de simple "determinación" de la pura existencia -cuasi determinaci6n- y de determinaci6n propiamente dicha, formal y categorial. Todo realismo falso o infundado deriva de una atribución absoluta del segundo tipo de elementos a la "realidad"; en forma parecida, todo idealismo falso o infundado deriva de una atribución también absoluta, a las estructuras ideales o al acto y a la función gnoseológicos de la mente, de cualquier materia o sustrato entitativo,l que resolviera el problema aludido antes, el cual deriva de la imposibilidad de reducir el conocimiento a una ficción, deducción o creación. En cierta forma hay una atribución total de las dos clases de elementos ora a uno, ora a otro de los aspectos o factores.
II
Acerca de este problema, el ordinario realismo tradicional resulta ingenuo y con bases empiristas y positivistas. Su tesis se reduce en el fondo a la reafirmación o confirmaci6n del dato fenoménico, semejante a los asertos que se hacen en el sistema tolemaico del mundo: el Sol sale, el Sol se pone, el Sol recorre el cielo. Para este realismo, en general, los objetos, los seres, son entitativamente como se nos manifiestan, tienen en sí y por si no sólo las cualidades sensibles o sus fundamentos, sino las formas y estructuras mismas, es decir, las esencias, las formas sustanciales. El mundo empírico se convierte en mundo trascendente por un lado y en trascendental por otro; lo primero, por su existencia independiente en sí, y lo segundo, por la atribuci6n a e1 de las estructuras formales. En términos estrictos, y con respecto a este pro-
blema, no parece posible considerarlo como teoría o explicación -a no ser en sentido impropio y no científico-, porque sólo afirma lo que percibe a primera vista: que las determinaciones manifestadas en el conocimiento están en los objetos, porque ahí las ve. En cierto modo, vistas las cosas así, ni se necesita explicaci6n, excepto sólo esta: que el conocimiento se reduce a la mera recepción, cual un espejo, de lo que es y existe en si perfectamente determinado, mediante una facultad dispuesta adecuadamente, a la que corresponde en el plano intelectivo sólo "abstraer" o sacar las formas y esencias, para que la mente, conforme a ellas, es decir, reproduciéndolas, realice sus funciones. Sin duda, esta tesis es luego desarrollada amplia y profundamente en aspectos conexos, pero el punto de partida permanece el mismo.
Ante esta posici6n, cabe preguntar de inmediato, ¿A que se pretende reducir propiamente la labor y función de la facultad conocitiva, así sensible como intelectiva? Parece olvidarse del todo, por ejemplo, la evolucionadísima fisiología de los órganos sensoriales externos, sus complicados mecanismos y su admirable funcionamiento, por una parte; por otra, la finura, sutileza y diferenciabilidad de los procesos sensibles internos; pero, sobre todo, la casi infinita variedad, en grados y en especies, de actos, funciones y procesos intelectivos, que en principio, y con las debidas precisiones, obligan a atribuir a la facultad conocitiva la totalidad de las referencias o determinaciones
1 Siendo imposible no pensar o referirse de algún modo, aun el más impropio, lejano e indirecto, al elemento desconocido e inconocible -Si fuera conocible, seria ya una determinación del conocimiento- que separa lo "existente" de lo no "existente", el "algo" de la "nada", me sirvo para tal efecto del término "entitativo".
ora configuradas y dispuestas por la sensibilidad, ora constituidas y expresadas por el entendimiento.
En cuanto a esto último, piénsese; también, en aquellas referencias o determinaciones mínimas, indefinidas, vagas y generales, que son como límite de las funciones del entendimiento, mas allá de las cuales se hallaría el "sustrato entitativo informe", con el cual ellas precisamente nos permitirían el único nexo indirecto, convencional e hipotético. Me refiero a los términos "algo", "nada", "ser", "cosa", "objeto", "ente", etc. No son estos concepciones del entendimiento y expresiones del lenguaje, actividad específica y exclusiva de la facultad conocitiva? En cuanto determinación formal o material, ¿Sería posible señalar algo que en lo "real" correspondiera a estos términos?
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