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LECTURA 16 ÉTICA APLICADA COMO HEMENÉUTICA CRÍTICA

Ariana LópezApuntes27 de Septiembre de 2016

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LECTURA 16

ÉTICA APLICADA COMO HEMENÉUTICA CRÍTICA

  1. Hermenéutica critica

Las éticas aplicadas no parten de primeros principios, porque en las sociedades pluralistas no hay principios con contenidos comunes.

No descubren únicamente principios de alcance medio desde la práctica cotidiana, porque en cualquier ética aplicada hay una cierta pretensión de incondicionalidad.

Más bien detectan hermenéuticamente en los distintos ámbitos de la vida social principios éticos y valores que constituyen la ética cívica, común a todos los ámbitos.

Tienen como trasfondo un doble principio ético: a) El kantiano del Fin en sí mismo y el Reino de los Fines, b) el reconocimiento de cada persona como interlocutor válido.

Este doble principio formal es una orientación de trasfondo por lo que necesitamos contar con otras tradiciones éticas para articular el modelo de aplicación.

Las distintas tradiciones se muestran como unilaterales por lo que es necesaria una complementariedad entre ellas.

Las dicotomías éticas clásicas: éticas teleológicas/deontológicas, de la convicción/de la responsabilidad, etc., han de ser superadas en un “tercero”.

Sin embargo, es patente que un solo modelo de ética es impotente para orientar  las decisiones de los mundos político, económico, médico,…o, simplemente, la convivencia ciudadana.

Nos vemos obligados a tener en cuenta los diferentes modelos en el momento oportuno, aunque el elemento será la ética del discurso.

La idea del sujeto como fin en sí mismo y como interlocutor válido configura el trasfondo común a todas las esferas, solo se consideran legítimas las normas que satisfacen intereses universalizables.

Para analizar una actividad social A. Cortina se sirve de un modelo aristotélico, del concepto de “práctica” como lo presenta MacIntyre en Tras la virtud.

Práctica es una actividad cooperativa que cobra su sentido al perseguir al determinados bienes internos, lo cual exige el desarrollo de determinados hábitos.

Estos hábitos reciben el nombre de “virtudes” porque estas son las que nos permiten alcanzar el bien.

Trasladando esta caracterización a las actividades sociales, tenemos que el bien interno de la sanidad es el bien del paciente; el de la empresa, la satisfacción de necesidades humanas de calidad; el de la política, el bien común de los ciudadanos; el de la docencia, la transmisión de la cultura y la formación de personas críticas.

Quien ingresa en una de estas actividades no puede proponerse una meta cualquiera, sino que ya le viene dada y es la que presta a su acción sentido y legitimidad social.

Dentro de este ámbito “deliberamos sobre los medios”, como afirma Aristóteles, no sobre los fines o bienes últimos, porque estos ya vienen dados.

La tarea de las éticas aplicadas consiste en dilucidar qué principios de alcance medio, qué valores y virtudes permiten alcanzar en cada caso los bienes internos.

  1. El momento estratégico

Para alcanzar los bienes internos de cada actividad es preciso contar con los mecanismos específicos en una sociedad determinada. Y aquí entra en juego frecuentemente la necesidad de recurrir a estrategias como exige una ética de la responsabilidad.

Así la actividad empresarial para alcanzar su bien interno requiere contar con mecanismos como el mercado, la competencia y la búsqueda de calidad, la habilidad para hacer uso de los recursos, etc.

El hecho de que para alcanzar su fin tenga que recurrir a medios como la búsqueda del beneficio o la competitividad, despierta la sospecha de que es una actividad intrínsecamente inmoral.

Pero, no es así, sino que el bien por el que cobra su sentido y legitimidad social no puede alcanzarse en una sociedad moderna si no es a través de esos mecanismos.

Otro cosa es que el medio se convierta en fin: en tal caso la actividad se convierte en inmoral.

  1. El marco jurídico

La legitimidad de cualquier actividad social exige atenerse a las reglas de juego (la legislación vigente).

En una sociedad democrática debe atenerse al marco constitucional y a la legislación complementaria vigente.

Sin embargo, cumplir la legislación jurídico-política no basta, ya que una constitución democrática es dinámica y tiene que ser reinterpretada históricamente, y porque el ámbito de lo que ha de hacerse no estará nunca totalmente justificado.

  1. El marco deontológico  (el momento kantiano)

¿Cuáles son entonces las instancias morales normativas a las que es preciso atender?

La primera de ellas es la conciencia moral cívica alcanzada en una sociedad, es decir, su ética civil.

Esta es el conjunto de valores que los ciudadanos de una sociedad pluralista ya comparten, sean cuales fueren sus concepciones de vida buena.

Por ejemplo, una empresa debe respetar los derechos de sus miembros y los de los consumidores y proveedores, y no puede atropellarlos aduciendo que su meta consiste en lograr un beneficio económico.

Para obtener legitimidad social una actividad ha de lograr a la vez producir los bienes que de ella se esperan y respetar los derechos reconocidos por esa sociedad y los valores que tal sociedad ya comparte.

De ahí que se produzca una interacción entre los valores que surgen de la actividad correspondiente (ética de esa actividad) y los de la sociedad (ética civil).

Sin embargo, este nivel de moralidad debe ser suficientemente aclarado.

Si se trata de la ética de países que han alcanzado el nivel postconvencional en el desarrollo de la conciencia moral, el hecho de que esa ética reconozca que los seres humanos son interlocutores válidos es lo que ofrece un criterio para valorar las consecuencias de las decisiones.

Esto significa que cualquier actividad o institución que pretenda ser legítima ha de reconocer que los afectados por las normas serán justas únicamente si pudieran ser aceptadas por todos ellos tras un diálogo racional.

Por tanto, obliga a tratar a los afectados como seres dotados de un conjunto de derechos y capacidades, que en cada campo recibirán una especial modulación.

Consecuencialismo y deontologismo no se contraponen, sino que la especial dignidad o valor de un tipo de seres es lo que da sentido a la pregunta por las consecuencias de las decisiones para esos seres.

Ese valor, así como los principios éticos de distinto nivel, se descubren en las distintas esferas, al ir inventado respuestas morales.

Entonces, puede decirse que las éticas aplicadas constituyen la fenomenización de una ética cívica que se va forjando en las distintas esferas de la vida social, en comisiones, comités, códigos, auditorías, y en la esfera de la opinión pública.

LECTURA 19

CULTURA DE (IN) TOLERANCIA

El tema de la tolerancia se deja sentir en tiempos actuales en donde se tiene consciencia de la diversidad de culturas que existen. Por este motivo quizá la tolerancia se discute con más fuerza e intensidad.

La tolerancia se enmarca entre el tribalismo y la globalización, dos fenómeno que parecen contrapuestos pero concomitantes, característica que refleja la cultura mundial del nuevo milenio.

El tribalismo nunca ha dejado de existir, ha comenzado a hacerse notar como forma parte del cuestionamiento en torno al eurocentrismo, liberalismo y universalismo. Las tribus están “regresando” porque anteriormente habían sido sometidas culturalmente.

Asimismo, dentro de la propia cultura existen voces que dejan entender que hay limitaciones en la sociedad liberal para procesar adecuadamente diferentes culturas.

La tolerancia surge como respuesta moral y política ante los enfrentamientos que se tiene lugar entre culturas y religiones. John Locke nos ofrece una descripción sobre la tolerancia en donde los individuos son iguales con libertad, mediante un contrato social buscan reconocer el derecho de todos a participar en al vida política.

Esta postura trae una división clara entre el poder civil y el poder religioso, ya que la tolerancia es entendida como producto de la secularización y democratización del poder político. Sin embargo esto absolutiza el horizonte cultural en el que se produce la secularización.

Para contrarrestar las limitaciones del paradigma liberal se dan tres contextos en el que es posible advertir propuestas en el sentido de la tolerancia como reconocimiento.

El primero es el contexto del multiculturalismo, el segundo el de los debates sobre el feminismo, el tercero aborda las luchas y revoluciones sociales en la historia.

En cuanto al primero, Charles Taylor quiso ponerle el nombre de “reconocimiento” al resurgimiento de las reivindicaciones. Y es que las personas, individuos y culturas necesitan ser reconocidas en su identidad, no quieren ser absorbidas por el sistema.

Cuando se les niega la identidad a un grupo de personas con una forma de vida en particular, se está generando el futuro de una revolución, un caldo de cultivo de una cultura de la alienación. Hay que rectificar el propio paradigma liberal a fin de recuperar la inspiración ética que una en su seno la diversidad cultural.

El segundo contexto, el de los debates sobre el feminismo, trata de buscar mayor justicia e igualdad social ante la clara historia de discriminación hacia la mujer. Se debe eliminar la injusticia social derivada de la discriminación de género reemplazando el modelo de la redistribución por el modelo del reconocimiento.

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