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La Carta A Garcia

yesikamorales26 de Septiembre de 2013

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APOLOGIA

El pasatiempo literario que va a leer usted, amigo, "UNA CARTA A GARCÍA"; fue escrito de sobremesa, una tarde, en el corto término de una hora. Pasó esto el 22 de Febrero de 1899, aniversario del natalicio de Jorge Washington y en Marzo del mismo año ya se había publicado en la revista "Philistine". Fue algo que brotó caliente de mi corazón y lo escribí tras un día gastado en la pesada faena de excitar a infelices sumidos en los limbos de una innacción criminal a que se tornasen hombres auténticos, radiactivos. Pero la verdadera idea creadora brotó de labios de mi hijo Bert, cuando en el curso de la conversación entre taza y taza de té, sugirió que el héroe verdadero de la guerra de independencia de Cuba había sido Rowan.

"Si, dijo mi hijo, porque Rowan fue quien en la hora oportuna, culminante, llevó a cabo el hecho único, necesario; llevar el mensaje a García".

La frase me hirió como un rayo. Sí, exclamé, el muchacho tiene razón: el héroe es siempre aquel que cumple su misión, el que lleva la carta a García. Corrí a mi escritorio y de un tirón de uno a otro cabo, escribí: "UNA CARTA A GARCÍA".

Tan poco caso hice a mi escrito, que fue publicado en la revista sin encabezamiento siquiera.

La edición salió y empezaron a llover pedidos por docena, por cincuenta, por cien ejemplares, de la revista, y cuando THE AMERICAN NEWS CO., pidió mil ejemplares, pregunté lleno de asombro a uno de mis ayudantes qué era lo que en ese número de la revista levantaba tal polvareda; con asombro oí la respuesta: "Esa historia tuya acerca de García".

Al día siguiente recibí un telegrama de George H. Daniels del New York Central Railroad, que decía: "deme el precio de 100,000 ejemplares de artículo de Rowan, en forma de folleto, con un aviso en la portada sobre el Empire State express, y diga cómo puede hacer la entrega".

Contesté dando el precio y avisando que la entrega se podía hacer en dos años. Disponíamos de tan pocos elementos, que eso de imprimir 100,000 ejemplares, nos parecía una empresa temeraria. El resultado fue que dí permiso a Mr. Daniels para reimprimir el artículo por su cuenta. Hízolo en ediciones de a medio millón de folletos. Dos o tres lotes de a 500,000 fueron puestos en circulación y además fue reproducido por cerca de 200 revistas y periódicos y traducido a todas las lenguas vivas.

En los tiempos en que Mr. Daniels distribuía "LA CARTA A GARCÍA", vino a los Estados Unidos el Príncipe Kilakoff, director de los ferrocarriles rusos. Y como dicho príncipe fuese huesped del New York Central y saliera a una gira por todo el país bajo la dirección personal de Mr. Daniels, conoció el folleto y se interesó por él más, quizá por ser Mr. Daniels quien lo repartía y por la gran cantidad que vio circular, de mano en mano, que por cualquier otra causa.

Lo cierto del caso fue que, de vuelta a su país, lo hizo traducir al ruso e hizo repartir sendos ejemplares a los empleados de todos los ferrocarriles del imperio. De Rusia pasó a Alemania, a Francia, a España, a Turquía, al Indostán, a la China...

Durante la guerra rusa-japonesa, cada soldado ruso que iba al frente llevaba un ejemplar de "LA CARTA A GARCÍA". Al encontrar los japoneses el folleto en poder de todos y cada uno de los prisioneros de guerra, concluyeron que debía ser algo excelente y lo vertieron a su idioma. Por orden de Mikado fue repartido a cada uno de los empleados del gobierno, militares o civiles.

Alrededor de 40,000,000 de ejemplares de "LA CARTA A GARCÍA" han sido impresos, siendo esta la mayor circulación que una obra, en vida de su autor, haya logrado en tiempo alguno de la historia, gracias a una serie de afortunados incidentes.

UNA CARTA A GARCÍA

Hubo un hombre cuya actuación en la Guerra de Independencia de Cuba brilla en mi memoria como el sol en su pleno esplendor.

Sucedió que en aquella guerra, cuando los Estados Unidos decidieron intervenir en favor de los rebeldes cubanos, se vio muy clara la necesidad de un entendimiento inmediato entre el Presidente Norteamericano y el jefe de los patriotas el General Calixto García. ¿Pero cómo hacerlo? Hallábase García en esos momentos. Diso sabe dónde, en alguna tenebrosa montaña escondida en el interior de la isla. Y era absolutamente necesario ponerse en comunicación con él para organizar los planes de ataque y de defensa. ¿Pero cómo hacer llegar a sus manos un despacho?

¿Que hacer?

Alguien dijo al Presidente: "Conozco a un hombre llamado Rowan. Si alguna persona en el mundo es capaz en el mundo de dar con García es él:"Rowan".

Llaman a Rowan. Le piden que vaya en busca de García, esté donde esté, y que a costa de cualquier sacrificio, le haga llegar esa carta importantísima.

Rowan toma la carta. La guarda bien escondida en una bolsa que cierra contra su corazón, desembarca a los cuatro días en las costas de Cuba, desaparece en la selva primitiva para reaparecer de nuevo a las tres semanas al otro extremo de la Isla, cruzando un territorio hostil, y entrega la carta a García. Los dos frentes coordinan acciones y se gana la guerra. ¿Cómo logró llegar hasta donde estaba el destinatario de su carta? Es algo interesante que merecer escribir aqui el modo como esto sucedió. son cosas de las cuales no tengo especial interés narrar aquí. El punto sobre el cual quiero llamar la atención es éste:

"McKinley da a Rowan una carta para que la lleve a García. Rowan toma la carta y no pregunta: ¿en dónde podré encontrar al tal García?". ¿Por donde me voy a ir? ¿Esto será fácil? ¿No traerá peligros este oficio? ¿Y por qué yo y no otro?". Nada de esto pregunta ni comenta. Se va sin más a cumplir lo que se le ha encomendado.

¡Por Dios vivo!, que aquí hay un hombre cuya estatua debería ser vaciada en bronces eternos y colocada en cada uno de los colegios del universo. Porque lo que debe enseñarse a los jóvenes no es esto o lo de más allá; sino vigorizar, templar su ser íntegro para el deber, enseñarlos a obrar prontamente, a concentrar sus energías, a hacer las cosas, "a llevar la carta a García".

El General García ya no existe. Pero hay muchos Garcías en el mundo. Qué desaliento no habrá sentido todo hombre de empresa, que necesita de la colaboración de muchos, que no se haya quedado alguna vez quedado estupefacto ante la imbecilidad y la pereza del común de los hombres, ante su abulia, ante su falta de energía y de perseverancia para llevar a término las tareas que cada uno debe cumplir!

Por todas partes se ve flotar el descuido culpable, el trabajo a medio hacer, la despreocupación, la indiferencia. Esta parecen ser la regla general en el obrar de muchos. Muchos empleados cumplen tan descuidadamente sus deberes que si fueran soldados en una guerra ya los habrían fusilado por desertores. Bajo estas condiciones no se puede tener éxito, si no se logra por uno u otro medio la colaboración completa de los subalternos, a menos que Dios en su bondad, obre un milagro y envié un ángel iluminador como ayudante.

Amable lector: ¿quiere poner a prueba mis palabras para saber si es cierta o no la afirmación de que si el progreso no nos llega es porque no se encuentran personas dispuestas a cumplir sus deberes con entusiasmo y hasta con sacrificio?. Llame a uno de los muchos empleados que trabajan a sus órdenes y dígale: "Consulte usted la Enciclopedia y hágame el favor de sacar un extracto de la biografía de Corregio".

¿Cree usted que su ayudante le dirá: "Sí señor, por supuesto", y ponga manos a la obra?

Pues no lo crea. Le lanzará una mirada vaga y le hará una o varias de las siguientes preguntas:

¿Quién era él?

¿En qué Enciclopedia busco eso?

¿Pero es que ese oficio me corresponde hacerlo a mí?

¿No será la vida de Bismark la que usted necesita?

¿Por qué no ponemos a Carlos a que busque eso?

¿Necesita usted de ello con urgencia, o lo podemos dejar para la semana entrante?

¿Quiere que le traiga el libro y saca usted mismo el resumen?

¿Para qué quiere saber eso?

Y apuesto diez contra uno a que después de que usted haya respondido íntegramente el anterior cuestionario y haya explicado el modo de verificar la información y para qué la necesita usted, el prodigioso ayudante se retirará y buscará otro empleado para que le ayude a buscar a "GARCÍA" y regresará luego a informarle que tal hombre no existió en el mundo.

Puede suceder que yo pierda mi apuesta, pero si la ley de los promedios es cierta, probablemente no la voy a perder. Si usted no quiere complicarse la vida, no va a perder más tiempo explicándole a su ayudante que Corregio se busca en la C y no en la K, y otros detalles más, sino se sonreirá y suavemente le dirá: "Déjemos eso". Y buscará usted personalmente lo que necesita averiguar.

Y esta incapacidad para la acción independiente, para la iniciativa personal, estupidez moral, esta flojedad de voluntad, esta mala gana para remover por sí mismo los obstáculos, este no hacer trabajar la propia inteligencia, es lo que retarda el bienestar colectivo de la sociedad y no deja a los individuos

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