La Estética De La Libertad En La Modernidad
artjr8814 de Enero de 2014
5.006 Palabras (21 Páginas)294 Visitas
La estética de la libertad en la Modernidad
La estética de la libertad alcanza su expresión como construcción teórica en la Modernidad; es en el pensamiento estético del siglo XVIII donde se encuentran las primeras referencias explícitas de las relaciones de la belleza ―como objeto de la estética tradicional― con la libertad. En la estética inglesa del siglo XVIII es fundamental la figura del Conde Shaftesbury, uno de los primeros pensadores que abordó, aunque sin sistematización, las relaciones del arte y la libertad como expresiones de la estética de la libertad. Las fuentes de su teoría estética se encuentran en el pensamiento platónico en la relación del bien con la belleza, con lo verdadero; la misma está fundada en la ética. Ha planteado la crítica estética que este concepto se expone en su libro Essay on the Freedom of Wit and Humor, (1709).
Para Shaftesbury el desarrollo del arte implicaba la libertad: la condición del arte, del gran arte es la libertad, tesis esencial para una estética de la libertad contenida en su libro Moralists; en él expresó: “Beauty and good. […] That beauty and good are still the same” ; en el texto fundamenta su concepción de la belleza en “la vida”, en una sociedad bella; el concepto de belleza que propone Shaftesbury requiere siempre una determinada actitud, una cierta ética de la libertad, cuando expresa, “las artes no podrían vivir más que en la libertad; dependen de ella.”
El pensamiento alemán del siglo XVIII se configura en una estética, una disciplina sustentada en los sistemas filosóficos correspondientes a cada momento de la historia de la humanidad, la cual ha aportado a la cultura universal una coherente estructuración teórica del desarrollo de las manifestaciones y esencia de lo bello en relación con la libertad, una unidad de lo estético con lo ético.
Inmanuel Kant es el primero en abordar de manera explícita las relaciones entre la belleza y la libertad. En su sistema fundamenta la especificidad de lo estético y reconoce la autonomía del arte, cuyo principio subjetivo será el sentimiento como facultad del sujeto, de ahí su concepto del juicio estético. Lo bello como generador de placer, como necesaria satisfacción, como placer desinteresado en sus relaciones con el gusto, revelado a través de la importancia que adquiere la imaginación:
Para decidir si algo es bello o no, referimos la representación, no mediante el entendimiento al objeto para el conocimiento, sino, mediante la imaginación, […] al sujeto y al sentimiento de placer o de dolor del mismo. El juicio de gusto no es, pues, un juicio de conocimiento; por lo tanto no es lógico sino estético, entendiendo por esto aquel cuya base determinante no puede ser mas que subjetiva.
Reflexiona sobre la subjetividad del gusto estético, ya que el fundamento de la determinación se basa en el sentimiento del sujeto y no en el concepto del objeto. De ahí que el gusto sea una expresión de la libertad, “tomado no reproductivamente, sino como productiva y creadora.” La concepción de su enfoque es subjetivo al considerar que las leyes son puestas por el sujeto en el objeto, realidad que es humanizada y transformada de acuerdo con su mundo interior. El juicio estético implica atribuir a la naturaleza una finalidad propia de acuerdo con la concepción de la libertad: “libertad sin la cual no es posible arte bello alguno, ni siquiera un gusto recto propio que lo juzgue.”
Le concede un lugar principal a la libertad; en su tesis el hombre que se acerca a la perfección es cada vez más libre, pues la conciencia del hombre en la búsqueda de los verdaderos valores lo hace más libre; este concepto lo traslada a la esfera del arte y a su concepción de la belleza como representación en el símbolo artístico de la libertad: “La libertad se manifiesta por la moral, por la vida; y también se manifiesta simbólicamente por la belleza. Es [la belleza] la representación simbólica de la libertad.” En esta obra el juicio teleológico culmina su examen estético, la capacidad de juzgar presupone los fines que el hombre le imprime a sus conocimientos, a sus creaciones, desde una perspectiva estética. Por ello expresó, “la finalidad estética es la conformidad a la ley de juicio en su conformidad” , es decir, ser una finalidad sin fin.
En su sistema estético lo bello tiene una relación más estrecha con la libertad, y lo expresa a través de un estructurado pensamiento filosófico que da respuesta a su concepto sobre las relaciones entre libertad y necesidad: en su concepción el hombre está determinado por una necesidad ética, no natural. La libertad se expresa además a través del libre juego de la imaginación: “la libertad de la imaginación consiste precisamente en que esquematiza sin concepto, debe el juicio del gusto descansar en una mera sensación de la mutua animación de la imaginación de su libertad y del entendimiento.” Sin embargo, tan esclarecedora tesis de la libertad como componente de lo estético, no implica la dimensión del conocimiento, ni lo histórico social; de ahí su limitación principal en cuanto a una estética de la libertad.
La libertad en su sentido más abarcador adquiere su plenitud en el pensamiento estético del siglo XIX como expresión del pensamiento político y revolucionario que caracterizó a esta época histórica. En el pensamiento estético alemán, los máximos aportes teóricos a una conceptualización de la estética de la libertad en este período se encuentran en las obras de F. Schiller y de J.G.F. Hegel.
Para Schiller, el hombre lleva en sí el germen de un hombre ideal que es representado por el Estado, donde la libertad y la belleza adquieren un carácter sensible. La unidad de la libertad y de la necesidad constituyen la esencia de su teoría del arte, coincidiendo con la concepción artística de Shaftesbury del ideal virtuoso y feliz, y con Kant, en cuanto a la relación de la libertad con el placer estético y la necesidad de un hombre libre; por ello expresa sobre la libertad: “Así, pues, la persona debe tener en sí su propio fundamento, pues lo permanente no puede brotar de la variación; así, tendríamos en primer lugar, la idea de ser absoluto, basado en sí mismo; esto es la libertad.” .
En la historia del pensamiento estético, la estética de Schiller es también calificada como “estética de la libertad, del instinto y del juego” ; sus conceptos se relacionan con la razón práctica, con la acción. De gran significación para el análisis de la libertad en el pensamiento estético moderno es el texto de Schiller, Cartas sobre la Educación Estética del Hombre, (1804), clásico estudio donde aparecen las relaciones de lo bello, racional y sensible, con la libertad y la educación estética del hombre. Se manifiesta en él un poderoso amor por la libertad, una profunda comprensión humanista del arte, como expresión de los presupuestos estéticos del Romanticismo, demostrado en sus creaciones literarias. El texto citado fue escrito en 1793, y su contemporaneidad con la Revolución Francesa justifica su contenido: para él lo político es la instancia donde se decide la suerte de la humanidad mediante la existencia de un Estado estético.
Según Schiller, libertad y Estado no pueden separarse, en él se establecen las libertades individuales y sociales, el Estado puede ser transformado por el hombre y el hombre tiene que ser transformado por este; el elemento transformador lo sitúa en el arte. La importancia de lo estético para Schiller reside en que a la libertad política se llega a través de la experiencia estética: “Porque es a través de la belleza que se llega a la libertad”, escribió; al respecto en sus estudios sobre Schiller, H. Marcuse, aseveró:
La estética clásica alemana concibió la belleza y la verdad en la idea de una educación estética del género humano. Schiller decía que el “problema político” de una mejor organización de la sociedad debe seguir el camino de lo estético porque es la belleza la que nos lleva a la libertad. Y en su poema “Die Knüstler” (Los artistas) expresa la relación entre la cultura existente y la futura, en los siguientes versos: “Was wir als Schönheit hier empfunden, wird einst als Wahrheit uns entgegengehn” (“Lo que sentimos aquí como belleza, se nos dará alguna vez como verdad”). De acuerdo con la medida de la verdad socialmente permitida y bajo la forma de una felicidad realizada, el arte es, dentro de la cultura afirmativa, el ámbito supremo y más representativo de la cultura.
Para Schiller la cultura estética considera la belleza como condición necesaria, y es objeto de la educación estética; el lugar privilegiado que ocupa la educación estética en su discurso constituye las bases de la significación práctica de la estética contemporánea.
Se armonizan en su sistema estético, la sensibilidad y el sentimiento por medio de la belleza, al calificar la belleza como “la sola expresión posible de la libertad en el mundo de los fenómenos.” Sobre belleza y libertad vuelve Schiller a reflexionar en su texto, Sobre la gracia y la dignidad, a propósito de sus estudios sobre la belleza en al arte clásico griego, y sus manifestaciones como expresión de la libertad.
Hay que considerar, pues, la belleza como ciudadana de dos mundos, a uno de los cuales pertenece por nacimiento y al otro por adopción; cobra existencia en la naturaleza sensible y adquiere la ciudadanía en el mundo inteligible. Así se explica también cómo el gusto, en cuanto facultad de juzgar lo bello, viene a situarse entre el espíritu y la sensorialidad y une estas dos naturalezas, que se desprecian mutuamente, en una feliz armonía; cómo logra para lo material el respeto
...