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La Gran Colombia

matayaniTutorial9 de Mayo de 2013

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Los negroides

(Ensayo sobre La Gran Colombia)

Fernando González

1936

Esos animales que habitan la Gran Colombia, parecidos al hombre...

I

Vanidad significa carencia de sustancia; apariencia vacía. Decimos “vano de la ventana”, “fruto vano”. El papel moneda, por ejemplo, es una vanidad. Apariencia no respaldada, apariencia de nada, eso es vanidad.

Llamamos vanidoso a un acto, cuando no es centrífugo, es decir, cuando no es manifestación de individualidad. Por ejemplo, el estudiar, no por gana, no por instinto íntimo, sino para ser tenido por estudioso.

Acto de vanidad es el ejecutado para ser considerado socialmente. Aparentar es el fin del vanidoso.

Vanidoso es quien obra, no por íntima determinación, sino atendiendo a la consideración social.

Vanidad es la ausencia de motivos íntimos, propios, y la hipertrofia del deseo de ser considerado.

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II

La vanidad está en razón inversa de la personalidad. Es social, o sea, no puede existir en el hombre solitario. Es simulación, hurto de cualidades.

Un señor que venera la memoria de su hijo, que vive de la memoria de su hijo, que no habla sino de su hijo muerto, y que si tal hijo no hubiera muerto trágicamente, él lo habría matado, para llorar por él, para vivir del cuento de sus heroísmos y virtudes...: vanidad.

Una señora vieja que se dio a los pobres, a “la gota de leche”, a los ancianos, a los tísicos, y que si no hubiera pobres, niños hambrientos, ancianos míseros y tísicos, moriría de tristeza. Tal vieja rica tiene su gloria asentada sobre el dolor ajeno. Dice: “Si Dios quiere, habrá leche para los niños...”. Para ella, Dios es el mayordomo de su vanidad; los pobres le forman una corona de beatitud. Tal vieja es jefe del socialismo blandengue de León XIII...: vanidad.

Hay actos y usos que tienen su origen en instintos sociales, como el amor, y que se repiten como formas muertas; por ejemplo, la corbata.

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III

La vanidad está en razón inversa de la personalidad. Por eso, a medida que uno medita, que uno se cultiva, disminuye.

La vergüenza es condición de la vanidad; un in-di-vi-duo no tiene vergüenza, no simula. El orgullo es fruto del desarrollo de la personalidad, por ende, contrario a la vanidad. El general Gómez era netamente personalidad, orgullo absoluto y nada vanidoso. Creó modos, usos, costumbres. Las formas manaban directamente de su individualidad; era fuente. En Suramérica hemos tenido dos: Bolívar, hombre etéreo, y Gómez, diabólico, entendiendo por eso que su plano de vida era con las fuerzas elementales, telúricas. Bolívar era cósmico. Maravillas ambos para el observador; maestro, instigador, Bolívar. ¿Entienden ya?

De esto resulta claro lo que he dicho a la juventud, en forma simbólica, en mis libros anteriores: la cultura consiste en desnudarse, en abandonar lo simulado, lo ajeno, lo que nos viene de fuera, y en auto-expresarse. Todo ser humano es un individuo, generalmente cubierto, que generalmente vive de opiniones ajenas. En Suramérica todos están en sueño letárgico; aquí nadie ha manifestado su individualidad, excepto Bolívar, Gómez y algún otro.

Oigan, pues, jóvenes estudiosos, o mejor, juventud que brega en la meditación: el hombre es un espíritu, un complejo, que debe manifestarse, que debe consumir sus instintos en el espacio y el tiempo; apareció el hombre para manifestarse, para actuar según sus motivaciones. La vanidad impide todo eso; el vanidoso muere frustrado, y tendrá que repetir, pues vivió vidas, modos y pasiones ajenos, o mejor, no vivió.

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IV

Hemos agarrado ya a Suramérica: vanidad. Copiadas constituciones, leyes y costumbres; la pedagogía, métodos y programas, copiados; copiadas todas las formas. Tienen vergüenza del carriel envigadeño y de la ruana. ¿Qué hay original? ¿Qué manifestación brota, así como el agua de la peña? Bolívar y Gómez. ¿Cuyos sus padres y cuyos sus hijos? He meditado durante años y don Simón me queda inexplicable. Fue meteoro. Fue enviado por alguien. Gómez sí tiene padres: hijo de la guerrilla, del asesinato, del cataclismo racial; lo explican cien años de luchas atroces en la brega por fusionar todas las razas en este continente de la sensualidad. Genio elemental, astuto, frío, inconsciente, encarnación del diablo americano. ¡Qué soberbia personalidad, qué bella individualidad la de Juan Vicente Gómez! ¿Entienden ya por qué lo amaba y fuimos compadres?

¿Qué me importan la moral y la ley, a mí, el predicador de la personalidad, de la auto-expresión, a mí, que amo a Jesús y al diablo, a Bolívar y a Gómez?... No amo sino a los honrados con su propia alma. No escribo para los suramericanos que tienen un metro que les impusieron los frailes españoles; no escribo para los bogotanos (y bogotanos son en Quito, Lima, Santiago y Buenos Aires), que nada han parido, que rezan como en Europa, legislan como en Europa y que orinan como en Europa.

Yo, señores, fui el niño más suramericano. Crecí con los jesuitas; fui encarnación de inhibiciones y embolias; no fui nadie; vivía de lo ajeno: vivía con los Reverendos Padres... De ahí que la protesta naciera en mí y que llegara a ser el predicador de la personalidad. Mi vida ha estado dedicada a devolverles a los Reverendos Padres lo que me echaron encima; he vivido desnudándome. Soy el predicador de la personalidad; por eso, necesario a Suramérica. Dios me salvó, pues lo primero que hice fue negarlo, donde los Reverendos Padres. Tan bueno es Dios, que me salvó, inspirándome que lo negara. Luego le negué todo al Padre Quirós. ¡El primer principio! Negué el primer principio filosófico, y el Padre me dijo: “Niegue a Dios; pero el primer principio tiene que aceptarlo, o lo echamos del Colegio...”. Yo negué a Dios y el primer principio, y desde ese día siento a Dios y me estoy librando de lo que han vivido los hombres. Desde entonces me encontré a mí mismo, el método emotivo, la teoría de la personalidad: cada uno viva su experiencia y consuma sus instintos. La verdadera obra está en vivir nuestra vida, en manifestarnos, en auto-expresarnos.

Precisamente en el hombre más inhibido, y en el país más inhibido y en el Continente más vanidoso, tenía que aparecer la filosofía de la personalidad.

Resumiré aquí, para la juventud, las normas que encontré en mí mismo, al separarme de los reverendos padres:

Primera. El objeto de la vida es que el individuo se auto-exprese. La Tierra es teatro para la expresión humana; el hombre es cómico; la vida es representación.

Segunda. La sociedad no es persona: es forma, función de los individuos; es para uso de los individuos. El último fin de toda actividad debe ser el individuo. El socialismo, sobre todo el católico, es blandengue, negación de las ideas de Cristo. León XIII quitó al catolicismo todo lo que tenía de cristiano; fue anticristo; hasta su físico era el de Voltaire. Este Papa transó con la ciencia de cocina que impera en Europa. Por ejemplo, para Cristo, el pobre, en cuanto tal, era motivo de disciplina para los ricos; su caridad era asunto íntimo, motivación, escala; para los católicos, la caridad es social, negocio de viejas vanidosas, competencia de instituciones anónimas con la civilización de cocina y de máquina de Europa. La oración, en Cristo es íntima, individual; para los católicos es función social. El verdadero Cristo no era de rebaño.

Tercera. El ladrón y el honrado, el santo y el diablo, son igualmente buenos para el metafísico, pues ambos se auto-expresan.

Cuarta. El individuo, al auto-expresarse, se acerca al Espíritu, pues se va desnudando, va perdiendo la vanidad.

Quinta. La cultura consiste en métodos o disciplinas para encontrarse o auto-expresarse.

Sexta. La pedagogía consiste en la práctica de los modos para ayudar a otros a encontrarse; el pedagogo es partero. No lo es el que enseña, función vulgar, sino el que conduce a los otros por sus respectivos caminos hacia sus originales fuentes. Nadie puede enseñar; el hombre llega a la sabiduría por el sendero de su propio dolor, o sea, consumiéndose.

Veamos, por ejemplo, la aritmética. Poco me importa que mis hijos sepan las tablas de multiplicar; que sepan efectuar las cuatro operaciones con enteros y quebrados; las leyes expresadas son cadáveres; lo único vivo es el espíritu. Que mis hijos mediten y vivan los problemas, para que se fortalezcan; el hombre crece de dentro para afuera. La emoción del conocimiento es lo que embellece. Me opongo a que les enseñen así: “Ocho por siete...”. Hay máquinas para eso. Basta conducirlos hasta que digan: multiplicar es sumar de una vez varias cantidades iguales. Que aprendan luego las tablas, pero en cuanto máquinas; en cuanto somos hombres, vivir la armonía, escuchar la música de los números.

Toda ley que se enseñe a un niño, sin que la haya vivido, descubierto en sí mismo, es vanidad. Toda ciencia está en nosotros; la escuela, si no está basada en la pugnacidad, en la creación, perjudica.

Séptima. Lo esencial en los programas de la escuela, es la lógica. Toda ciencia tiene un método, un ritmo; todo hombre tiene su método y su ritmo; he ahí cuál debe ser la base de las escuelas. Programa que no comporte curso de lógica en cada año de estudios, es fracaso. ¿Qué importa la obra? Importa el artífice. La obra, una vez terminada, es objeto. Lo único dinámico, siempre prometedor y finalidad última es el espíritu.

En esto que llaman civilización, desde que el hombre abandonó la metafísica, no hay sino muerte. El hombre volador vale menos que el hombre

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