La Interrogante Humana Y Sus Posibles Respuestas
BRANDOPACINO4 de Octubre de 2013
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La constante inquietud que tenemos como seres humanos sobre las grandes interrogantes filosóficas de la existencia, es algo que está presente siempre a lo largo de nuestras vidas individuales y que ha existido a lo largo de la historia. Artistas, científicos, intelectuales y pensadores han intentado en vano desentrañar los misterios de la vida: Shakeaspeare con su monólogo de Hamlet, el dilema del ser o no ser; el poeta Rubén Darío con su poema “Lo Fatal” (Un terror pasado y un futuro terror / sufrir por la vida, por la muerte, por lo que no conocemos y apenas sospechamos…); los descubridores de “la partícula de Dios” que a su criterio es el origen mismo del Universo; los investigadores del genoma humano que creen haber encontrado las bases mismas de la genética; todos ellos, han indagado a su modo en la pregunta del ser humano por el ser humano, ¿qué es el hombre?
Pese a nuestros logros y aciertos -merced a nuestras capacidades cognitivas que nos permiten ser la especie dominante en el planeta- el reconocimiento de nuestras limitaciones ha venido precedido por el conocimiento cierto que somos débiles e inferiores a otras especies, en materia de instintos desarrollados, teniendo que aprenderlo todo, convirtiendo nuestras vidas en un continuo aprendizaje, llenos de carencias de habilidades, carencias que nos obligan a depender mucho más que otros animales, desde nuestro nacimiento mismo, de cuidados y atenciones.
Son sin duda alguna estas carencias instigadas a una solución por la luz de nuestro pensamiento, la chispa generadora de cultura, tecnología y corrientes transformadoras.
El hombre de las cavernas al sentir frío en los crudos inviernos y no estar dotado por la naturaleza con un grueso pelaje que lo abrigue, en su búsqueda de calor, un día descubrió que frotando dos palos con suficiente fuerza y consistencia se creaba el fuego. Esta nueva tecnología vino a incidir directamente en su forma de vida, quizá se dio cuenta que una mejor manera de aprovecharla era vivir en clanes y aumentando la optimización de este recurso quizá descubrió más allá aun, que era agradable vivir en clanes y al calor de ese fuego dentro de
cavernas, cambiando así de una cultura nómada a una cultura estacionaria.
Lo antedicho nos demuestra que en el caso de la especie humana se aplica totalmente ese axioma que reza “la necesidad crea la capacidad” y yo le añadiría, “y la capacidad crea la cultura, la tecnología y las grandes transformaciones”.
Una vez reunido con sus semejantes, el ser humano empieza a palpar la realidad de las relaciones sociales y en estas relaciones comienza a distinguir las jerarquizaciones, a reconocerse como miembro de una comunidad y a sentirse parte de la solución de los problemas colectivos, es decir, a buscar hacer posible lo que hoy conocemos como sociedad.
Pero este reconocimiento seria incompleto si fuese solo entre quienes comparten con el su forma de vida y de allí es que se origina la necesidad de una apertura al diálogo con los miembros de otros clanes, al respeto mutuo y a la inclusión del otro, a la aceptación de la otredad, en definitiva a la interculturalidad.
La hominización del ser humano, su auto conocimiento como ser con cualidades y parte de la naturaleza, no obstante, no ha sido un proceso ni fácil ni inmediato. Siglos de aprendizaje y adaptación tanto a su entorno como a sí mismo han tenido que transcurrir. Estos son los casos de las colonizaciones y de las revoluciones, por citar sólo dos ejemplos paradigmáticos. Aún en la actualidad, ese ideal de la convivencia civilizada entre iguales en la diversidad, sigue siendo una utopía por construir.
Finalmente estos procesos y estas grandes preguntas todavía irresueltas, son lo que le llevan al hombre a indagar las posibles respuestas, ya no en la materia circundante, ni en sus prójimos,
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