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La Paradoja


Enviado por   •  9 de Febrero de 2012  •  467 Palabras (2 Páginas)  •  422 Visitas

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Me di media vuelta y me tapé la cabeza con la almohada, pero pronto descubrí que

estaba completamente despierto y que me sentía bastante culpable. Opté por no luchar contra

ello, me arreglé rápidamente y salí a buscar la capilla. Todavía no había amanecido y el suelo

estaba húmedo, debía de haber caído una tormenta durante la noche.

Apenas si podía distinguir la silueta del campanario a la luz del alba, de camino a la

capilla. Una vez dentro, reparé en que la antigua estructura hexagonal de madera estaba

perfectamente conservada. Las paredes estaban ricamente adornadas con vidrieras que

representaban diferentes escenas. Las seis paredes convergían en el centro en un alto techo,

al estilo de las catedrales, formando la aguja. Había cientos de cirios encendidos por todo el

santuario, y las vacilantes sombras que bailaban en las paredes y las vidrieras formaban un

interesante calidoscopio de manchas y colores. Al otro extremo de la puerta de la igle sia se

alzaba un sencillo altar compuesto por una pequeña mesa de madera con los objetos de la

liturgia. Justo en frente del altar había tres hileras de bancos dispuestos en semicírculo, y en

cada una once sencillos asientos de madera, donde obviamente se sentaban los treinta y tres

monjes. Sólo uno de ellos tenía brazos, así como un gran crucifijo tallado en el respaldo;

supuse que era el que correspondía al abad. Dispuestas a lo largo de una de las paredes

adyacentes al altar había seis sillas plegables, que deduje rápidamente estaban allí para los

participantes del retiro. Me acerqué discretamente hasta una de las tres que quedaban libres y

me senté.

Mi reloj marcaba las cinco y veinticinco, y sólo la mitad de los treinta y nueve asientos

estaban ocupados. Nadie hablaba y, mientras la gente entraba en silencio a la capilla, sólo se

oía el melódico tictac de un enorme reloj de caja en la esquina de atrás de la capilla. Los

monjes llevaban sus largos sayales cogidos a la cintura con una cuerda; los participantes iban

vestidos de sport. Hacia las cinco treinta todos y cada uno de los asientos estaban ocupados.

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