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Los Nordicos y sus Mitos


Enviado por   •  9 de Junio de 2020  •  Documentos de Investigación  •  400 Palabras (2 Páginas)  •  126 Visitas

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Los truenos retumbaron por décima vez esa noche, mientras la lluvia caía a raudales en el suelo manchado de barro y sangre, que algún día iba a ser parte de lo que hoy llamamos Noruega.

El estandarte del cuervo hondeaba en el viento, mientras los gritos se atenuaban bajo el resonar de espadas y escudos. Las Valkirias bajaban de los cielos y se llevaban a los guerreros que perecían en aquella lucha interminable, “¿cuántos días más iba a llevar aquella batalla, acaso se acabaría?”, se preguntaban los hombres que quedaban aún. Algunos de los que seguían de pie ni siquiera recordaban por qué peleaban, ¿era por una disputa entre sus avariciosos Jarls?, o acaso ¿había una razón en primer lugar? Eso ya no importaba, lo que importaba era que estaban allí en ese momento y no podían huir sin condenarse a ellos mismos a la eternidad en Hel; más, acabada la contienda, nadie en ese lugar podría responder a esas preguntas.

El oro de un anillo se deslumbró bajo el fuego de las antorchas, en medio de una noche en calma, o lo calmada que podría estar después de una batalla vikinga.

- ¿Te encontraste con algo de valor, Egil?

- No, no es nada- dijo el muchacho escondiendo el anillo rápidamente en su manga.

- No trates de esconder algo después de ser visto, tonto, ahora dame ese anillo- dijo un hombre barbudo, con una voz gruesa y estruendosa.

Egil le entrego el anillo a Davën, era su superior y no podía hacer nada. Davën prosiguió a revisar el anillo ya que, a veces, venían con incrustaciones de rubíes o esmeraldas, lo pasó entre sus dedos antes de guardárselo en su bolsillo.

- Vámonos, los campos de batalla humanos siempre están a la vista de esa estup…, digo, benevolente águila.

Y así lo hicieron, los dos eran conocidos por saquear los cuerpos de los guerreros cuyas almas estaban a la espera del juicio.

Veðrfölnir los observa desde su lugar en el Yggdrasil, esperando que cometan un solo error que le sirva como excusa al águila para devorarlos, dicen que el sabor de los gigantes era especialmente exótico y no quería perderse a oportunidad de probarlo.

Cuando el sol ilumino el lugar ya no quedaba nada, solo sangre y mugre, los soldados ya habían sido juzgados y los gigantes, y la mirada de Veðrfölnir, se habían retirado. Como cualquier día normal en la imaginación de Ymir.

Autor: I. A. Z

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