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Los Tres Anillos


Enviado por   •  16 de Septiembre de 2014  •  816 Palabras (4 Páginas)  •  328 Visitas

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Los tres anillos

[Cuento. Texto completo]

Giovanni Boccaccio

Años atrás vivió un hombre llamado Saladino, cuyo valor era tan grande que

llegó a sultán de Babilonia y alcanzó muchas victorias sobre los reyes

sarracenos y cristianos. Habiendo gastado todo su tesoro en diversas guerras y

en sus incomparables magnificencias, y como le hacía falta, para un

compromiso que le había sobrevenido, una fuerte suma de dinero, y no veía de

dónde lo podía sacar tan pronto como lo necesitaba, le vino a la memoria un

acaudalado judío llamado Melquisedec, que prestaba con usura en Alejandría,

y creyó que éste hallaría el modo de servirle, si accedía a ello; mas era tan

avaro, que por su propia voluntad jamás lo habría hecho, y el sultán no quería

emplear la fuerza; por lo que, apremiado por la necesidad y decidido a

encontrar la manera de que el judío le sirviese, resolvió hacerle una consulta

que tuviese las apariencias de razonable. Y habiéndolo mandado llamar, lo

recibió con familiaridad y lo hizo sentar a su lado, y después le dijo:

-Buen hombre, a muchos he oído decir que eres muy sabio y muy versado en

el conocimiento de las cosas de Dios, por lo que me gustaría que me dijeras

cuál de las tres religiones consideras que es la verdadera: la judía, la

mahometana o la cristiana.

El judío, que verdaderamente era sabio, comprendió de sobra que Saladino

trataba de atraparlo en sus propias palabras para hacerle alguna petición, y

discurrió que no podía alabar a una de las religiones más que a las otras si no

quería que Saladino consiguiera lo que se proponía. Por lo que, aguzando el

ingenio, se le ocurrió lo que debía contestar y dijo:

-Señor, intrincada es la pregunta que me haces, y para poderte expresar mi

modo de pensar, me veo en el caso de contarte la historia que vas a oír. Si no

me equivoco, recuerdo haber oído decir muchas veces que en otro tiempo

hubo un gran y rico hombre que entre otras joyas de gran valor que formaban

parte de su tesoro, poseía un anillo hermosísimo y valioso, y que queriendo

hacerlo venerar y dejarlo a perpetuidad a sus descendientes por su valor y por

su belleza, ordenó que aquel de sus hijos en cuyo poder, por legado suyo, se

encontrase

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