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MATERIALISMO VERSUS IDEALISMO


Enviado por   •  15 de Julio de 2014  •  2.877 Palabras (12 Páginas)  •  291 Visitas

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LA DIFERENCIA ENTRE MATERIALISMO E IDEALISMO

Podemos decir, siguiendo a Engels, que la diferencia entre materialismo e idealismo esta:

1.- El idealismo se diferencia del materialismo en que el idealismo persigue fines ideales que carecen de verdad empírica.

2.- El materialismo verifica en la práctica; por tanto refuta, por la experimentación en la realidad, todo tipo de extravagancia teórica.

Si extrapolamos esta acertada interpretación de Engels sobre idealismo y materialismo a la realidad vigente y en concreto al análisis sobre las tendencias de la actual izquierda transformadora (la izquierda a la izquierda del PSOE) en nuestro país, obtendremos un resultado que no nos debe de sorprender: esta izquierda transformadora es, evidentemente y en su totalidad, idealista, pues carece de verdad empírica; y esto por no refutar, a través de la experimentación en la realidad, sus extravagancias teóricas.

Y para demostrar que es idealista por carecer de verdad empírica, nada mejor que la redundancia de remitirnos a los hechos: Ni somos capaces de aglutinar en una alternativa común nuestras dispersas fuerzas, ni somos capaces de superar el dogmatismo y el sectarismo en aras de la eficacia práctica de nuestros objetivos, ni sabemos motivar e ilusionar con nuestras propuestas al sujeto histórico propulsor de avance de nuestras posiciones, ni sabemos diferenciar entre estrategia y táctica, ni siquiera sabemos distinguir cual es el objeto del socialismo científico y cuales sus métodos.

Toda esta evidencia nos lleva a la realidad, verdaderamente empírica, que padecemos: Carecemos de la mínima representación social, sindical, política e institucional que nos legitime, y consecuencia de ello no incidimos, no dejamos nuestra impronta en ningún ámbito; y la mayor de todas ellas, el sistema capitalista que decimos combatir, gracias a estas prácticas que nos caracterizan, goza de una inmejorable salud.

Así que nosotros mismos, o seguimos como hasta ahora siendo unos transformadores de la nada, o nos aplicamos el método dialéctico y nos esforzamos por alcanzar el objeto que al socialismo científico le es propio: dar el mayor impulso al desarrollo de las fuerzas productivas, en definitiva, acelerar el progreso de la vida material.

Si dudáis que esto sea así, resuélvase la incertidumbre en la práctica. Elabórese un programa unitario que potencie decididamente el progreso de las fuerzas productivas, un programa que incluya el desarrollo de todos los sectores productivos al amparo de los avances científico-técnicos alcanzados por nuestra sociedad; y veréis como ni la clase obrera, ni los trabajadores, ni los estudiantes, ni las clases populares nos niegan su apoyo entusiasta y decidido.

Cual es la razón que, en un momento histórico determinado, hace a la izquierda transformadora cambiar su objetivo y tendencia al impulso de las fuerzas productivas, por el extraño y ajeno a nosotros de la cultura del subsidio, que no es otra cosa que la cultura de la beneficencia que los pequeño-burgueses ejercían para lavar su sucia conciencia; pues sencillamente, el haber renunciado al control de los medios de producción.

Si renunciamos al control de los medios de producción, si renunciamos a su planificación y a su supeditación al servicio de la vida material, si renunciamos a la cabida de todos en el sistema productivo, para así dejarlo en manos de unos pocos que extraen de él un provecho individual, estamos renunciando a nuestra esencia, no solo como socialistas científicos, sino como seres humanos; estamos dejando que lo irracional, la decadencia y la muerte se apodere de algo que pertenece a la vida, a nuestra naturaleza inherente e innata como seres humanos.

En fin, nosotros mismos hemos de decidir entre socialismo científico -esto es, aquel cuyo objeto es el desarrollo decidido de las fuerzas productivas, de la vida material en su totalidad; empleando para ello como método las leyes generales de la dialéctica- o dejar la situación, como ocurre en la actualidad, en manos de la barbarie.

Federico Engels escribió en 1886 un admirable texto titulado: Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. En el citado texto se plantea el problema de la relación entre el pensar y el ser, entre el espíritu y la naturaleza; manifestando Engels que, además, el problema de la relación entre el pensar y el ser encierra otro aspecto, a saber: ¿Qué relación guardan nuestros pensamientos acerca del mundo que nos rodea con este mismo mundo? ¿Es nuestro pensamiento capaz de conocer el mundo real; podemos nosotros en nuestras ideas y conceptos acerca del mundo real, formarnos una imagen refleja exacta de la realidad?

Continúa Engels diciendo que, en el lenguaje filosófico, esta pregunta se conoce con el nombre de problema de la identidad entre el pensar y el ser y que es contestada afirmativamente por la gran mayoría de los filósofos, pero que, al lado de estos, hay otra serie de filósofos que niegan la posibilidad de conocer el mundo, o, por lo menos, conocerlo de un modo completo.

Resolviendo Engels que la refutación más contundente de estas extravagancias, como de todas las demás extravagancias filosóficas, es la práctica, o sea, el experimento y la industria. Demostraremos, dice, la exactitud de nuestro modo de concebir un proceso natural si podemos reproducirlo nosotros mismos, creándolo como resultado de sus mismas condiciones, y si, además, lo ponemos al servicio de nuestros propios fines.

Alega Engels esta evidencia con los siguientes ejemplos: Las sustancias químicas producidas en el mundo vegetal y animal siguieron siendo cosas inaprensibles hasta que la química orgánica comenzó a producirlas unas tras otras; con ello, la cosa inaprensible se convirtió en una cosa para nosotros. Así también el sistema solar de Copérnico fue durante trescientos años una hipótesis, hasta que Leverrier, con los datos tomados de este sistema, no sólo demostró que debía existir necesariamente un planeta desconocido hasta entonces, sino que, además, determinó el lugar en que este planeta tenía que encontrarse en el firmamento, y cuando después Galle descubrió efectivamente este planeta, el sistema de Copérnico quedó demostrado.

Sobre la base de la anterior reflexión llega Engels al análisis de la trayectoria de Feuerbach, del que dice que es un hegeliano -nunca del todo ortodoxo- que marcha hacia el materialismo; trayectoria que, al llegar a una determinada fase, supone una ruptura total con el sistema idealista de su predecesor.

Observa Engels que a Feuerbach le gana con fuerza irresistible la convicción

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